Permanecer callado ante el abandono
De las obligaciones frente a la
Nación, es hacerse cómplice.
Prosiguiendo con nuestro desahogo sobre la deuda interna-externa y el ex paraíso terrenal nuestro, llamado Constanza, considero que de las primeras ya no tiene sentido siquiera referirnos a las mismas, las cuales crecen como la verdolaga sin que aparezca político u organización alguna que le importe un bledo, mientras el pueblo pendejo da las gracias por cada espejito que los políticos les dan comprados con préstamos onerosos. Porque ya es imposible de otra manera, a consecuencia de que los gobiernos de tanto gastar, no disponen de un centavo siquiera para construir por sí mismo o con su ahorro, nada, absolutamente nada, siempre y cuando no sea para ser “Solidarios” es decir, clientelista con las masas más vulnerables de este país.
Es como si nuestro destino estuviera sellado desde la conquista, cuando los indios entregaron su oro por viles espejitos, pero esta vez, con una versión moderna, acorde con los tiempos de “desarrollo” en los cuales vivimos, donde la desvergüenza, el fanatismo político-religioso y el clientelismo, marchan a la cabeza pero a paso redoblado. Sobre Constanza, sería un crimen el permanecer callado, a sabiendas de que hay tiempo para restaurar los daños causados.
Podríamos iniciar enumerando en primer lugar, el porqué, (a sabiendas de que la causa principal es el “Concorgato”), al cual ningún político ha osado siquiera exponer una revisión del mismo en un momento dado, el gobierno de turno gasta un dineral en el arreglo, reparación y “modernización” de la Iglesia en Constanza, donde hasta una calle que delimitaba el Parque local, le fue cedida a la misma para su uso privado; Porqué, si este pueblo es promocionado como un destino eco turístico, ninguna autoridad se ha preocupado por terminar el sistema cloacal que apenas cubre una parte del pueblo, todo lo cual ha convertido las aguas subterráneas en una real cloaca publica, siendo, precisamente, de donde se extrae el agua, con la que se riegan las plantaciones agrícolas de la zona, de cuya bondad se pavonean los políticos, en determinados momentos.
Quieren hablar y promover turismo interno (aunque considero que solo es para alardear) porque esta región no deja $ como el polo turístico del Este, por ejemplo. Y mientras hablan del lugar quizás más emblemático, como lo es Valle Nuevo y sus pirámides, la carretera es simplemente una ruta hacia el infierno, peor que un guayo barato tirado a la basura y ni Medio Ambiente, mucho menos Turismo, les interesa utilizar un simple tractor para hacer la misma viable por unos cuantos meses y, la razón está más que claro, ya que de esta manera no hay que gastar una millonada, y razonablemente, no deja “beneficios”. Pero a esta irresponsabilidad y desgano, no escapan las autoridades municipales, por cierto, bastante inoperantes para hacerse sentir, quizás por temor a los dueños del pueblo.
Por esa razón, el tránsito vehicular en ese pequeño Valle es un real caos, los motoristas se estacionan dónde y cómo les venga en ganas sin que autoridad alguna intervenga, convirtiendo en un peligro siquiera acercarse por el Parque principal, ya que el “calibrar” los motores es una constante sin siquiera hablar sobre los “Colmadones” y su escandalosa música. Un infierno, solo eso, en un desgraciado infierno han convertido ese paraíso terrenal que lleva por nombre Constanza.
Tomando como referencia este lugar, quizás pocos se han dado cuenta del porqué, de manera increíble, de todas las cosas mediocres, malas o indelicadas, ya sean materiales o éticas de las cuales se llevan estadísticas que podrían catalogarse de confiables, en todas, alrededor del mundo, nosotros aparecemos dentro de los primeros, en tanto, los causantes principales, es decir, los políticos, solo se preocupan por permanecer en los puestos posponiendo la solución de los acuciantes problemas que convierten en basura lo que en algún momento tuvo algún valor. Aún falta mucho por decir, porque el Plan de ordenamiento territorial del Municipio de Constanza no puede quedarse en el olvido. ¡Sí señor!