La suerte está echada.

Mañana, martes 3 de diciembre, recibiremos oficialmente el segundo informe PISA sobre el desempeño del sistema educativo dominicano,medido porlos aprendizajes de los estudiantes que cumplieron 15 años en 2018 cuando tomaron las pruebas de evaluación de las competencias que las naciones asociadas en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) consideran relevantes para el bienestar personal, social y económico de los individuos. El anunciado objetivo de las pruebas es medir cada tres años “la capacidad de los estudiantes de 15 años de poder entender y resolver problemas auténticos a partir de la aplicación de conocimientos en lectura, matemática y ciencia”, con énfasis en una de las tres áreas temáticas del aprendizaje académico en cada ocasión, y que en 2018 fue nueva vez la lectura. No se trata de medir insumos, lo importante es medir resultados de aprendizaje para conocer el desempeño del sistema educativo y poder afinarlo.

La finalidad de este complejo ejercicio de evaluación de la OCDE no solo es calificar el desempeño del sistema educativo evaluado, sino sobre todo servir de instrumento para promover su desarrollo y mejora. Por eso, hacer el análisis y preparar el informe con sus valiosas recomendaciones es un proceso ponderado que dura más de un año. No hacemos nada con lamentar los resultados e ignorar sus implicaciones, que sabemos de antemano no serán halagadores, pues las pruebas PISA miden los aprendizajes cumulativos de unos 10 años de escolaridad.Los estudiantes evaluados iniciaron su aprendizaje formal cuando la escuela dominicana estaba en la bancarrota total, no solo material. Las lagunas de aprendizaje son difíciles de compensar, y nuestros estudiantes arrastran serios déficits acumulados, porque incluso sus maestros son víctimasdel abandono de nuestras escuelas durante décadas. Recuperar el tiempo perdido no se hace con una varita mágica: solo lágrimas, sudor y sangre, el sacrificio sostenido de toda la sociedad durante un largo tiempo, es capaz de revertir el colapso del sistema.

Tampoco debemos ser complacientes, en el muy improbable caso de recibir una sorpresa agradable, conformándonos con alguna inesperada mejoría, y entonces bajar la guardia.

Tornemos la mirada hacia la experiencia de Perú, país que debutó en PISA en el año 2000 con un muy bajo promedio de las tres áreas temáticas: apenas unos 327 puntos. Fue el peor puntaje, quedando en el puesto 41 de 41 participantes. Ese pobre resultado causó tal consternación que el país no volvió a participaren PISA hasta 2009, cuando de nuevo fue de losúltimos en la lista, aunque con una mejor puntuación, quedando en el puesto 71 de 74. En 2012, volvió a la cola al salir algunos sistemas escolares del programa, ubicándose en el puesto 65, entre 65 participantes en esa ocasión. En 2015, Perúmejoró su puntaje entre 14 y 19 puntos en las tres áreas, siendo el sexto país del mundo con la mejora más importante en sus resultados. Sin embargo, 46.7% de los estudiantes peruanos quedaron entre los que obtuvieron los peores puntajes, y solo 0.6% alcanzó la excelencia en 2015. Perú ascendió al puesto 64 de la lista, entre los 70 países participantes: los cinco nuevos sistemas evaluados quedarontodos por debajo en el ranking, destacando la República Dominicana en el distante último lugar con unapuntuación promedio de 339. Perú ha logrado en 15 años (2000-2015) empatar estadísticamente con Brasil, país que tenía una ventaja promedio de más de 50 puntos cuando ambas naciones iniciaron con la primera prueba PISA 2000.

Nosotros no debemos confiar en una mejoría tan notoria como la de Perú en nuestra segunda participación en PISA, pues ellos ya habían demostrado su potencial en la prueba TERCE (2013) con un resultado superior al puntaje promedio de países latinoamericanos. En esa evaluación regional, nosotros quedamos en un distante último lugar, unos 75 tantos por debajo del promedio y a 25 del penúltimo, Paraguay. Nuestras propias evaluaciones de tercer y sexto grado de primaria posteriores a PISA 2015 revelan las históricas deficiencias de nuestras escuelas, déficit que no podemos borrar tirándole rápidamente papeletas al sistema, pues requiere de tiempo y voluntadpara cambiar las viejas prácticas. Más de lo mismo no es la solución.

Sea cual sea nuestro puntaje, sin mortificarnos por el ranking, enfoquemos nuestra atención en el diagnóstico comparativo y las recomendaciones del informe, sin desanimarnos al profundizar una vez más en el descubrimiento de los enormes errores del pasado. Tampoco debemos ser complacientes, en el muy improbable caso de recibir una sorpresa agradable, conformándonos con alguna inesperada mejoría, y entonces bajar la guardia.

A partir del diagnóstico y las recomendaciones, debemos diseñar respuestas e implementar acciones para mejorar los aprendizajes de nuestros estudiantes, pues en todo caso estamos muy desfasados con relación a las naciones punteras, las cuales incluso van mucho más allá- de lo que mide PISA- en su búsqueda de aprendizajes que diferencian a los humanos de los autómatas.Ya no se trata de “de poder entender y resolver problemas auténticos a partir de la aplicación de conocimientos en lectura, matemática y ciencia”, pues para hacer eso se crean algoritmos que lo logran mucho mejor y con menos gastosque los humanos. Es necesario “poder entender y resolver problemas”, pero no es suficiente, porque el futuro siempre ha sido, y mucho más lo será, de las personasque pueden plantear creativamente las preguntas que generan los nuevos conocimientos y las innovaciones. Ese es el camino que exploran naciones mucho más pequeñas que nosotros, como Singapur y Estonia, entre las que encabezan la lista de países con mejor desempeño en las pruebas PISA, y es el horizonte hacia donde necesitamos encaminar nuestros esfuerzos, sin desanimarnos y retroceder al constatar nuestro lento despegue.

Sea cual sea el resultado de las pruebas PISA, es preciso concentrarnos en aprovechar las lecciones y recomendaciones de esa experiencia para reorientar los esfuerzos por la excelencia en los aprendizajes de nuestros estudiantes.No podemos perder tiempo en vacilaciones y lamentaciones.