La economía dominicana ha crecido 13.4% en los primeros cinco meses del año y esto es una gran noticia porque sin crecimiento de la actividad económica no es posible lograr prácticamente ninguna meta de políticas públicas ni en calidad de vida ni en bienestar. Contrario a lo que muchos dicen (¡o decían!), el crecimiento sí es importante.
Y no es descabellado pensar que la economía dominicana crecerá a dos dígitos este año. Todavía muchos lo dudan, pero la probabilidad de que eso pase es alta. Hay muchas razones que apoyan esta afirmación. Sin duda hay un efecto rebote respecto a un 2020 en que no solo nosotros, sino casi todos los países se vieron obligados a cerrar sus economías.
Pero en el primer semestre no solo se verificó el efecto rebote, sino el empuje que nos dio la economía norteamericana, el cual se evidencia en el aumento de las remesas y de nuestras exportaciones, por ejemplo. Aunque se espera que este efecto aminore en los siguientes meses, existen otros factores que nos pueden empujar en el segundo semestre como el turismo que se va recuperando y el gasto de inversión del Gobierno que ha sido lento, pero que bien podría acelerarse.
Por otro lado, se estima que la economía mundial crecerá un 6% en 2021, y esto es el doble de lo que ha crecido en promedio en los últimos cincuenta años. Ya con este dato no se ve imposible un crecimiento de 10% para nuestro país. Es simplemente el doble de lo que crecemos históricamente. Aquí solo estaría pasando lo mismo que en el resto del mundo.
Al analizar fenómenos, los antecedentes siempre son importantes. Luego de una crisis la economía dominicana se recupera con fuerza. Ya ha pasado en 1966 después de la Revolución; en 1987 posterior a la crisis de la deuda; 1992 luego de la crisis de los inorgánicos de Balaguer y en 2005 tras la crisis bancaria.
En cada uno de esos episodios, la economía se recuperó rápidamente, creciendo en muchas ocasiones a dos dígitos luego de experimentar una severa recesión. Aunque el tema de salud es incierto, la resiliencia y diversificación de nuestra economía pueden sostener un crecimiento en la magnitud señalada, sobre todo con el apoyo que ha recibido de las políticas fiscal y sobre todo de la monetaria.
Es por todas estas razones que ya muchos están hablando de que se está viviendo una recuperación en forma de V, que para los analistas se trata de un proceso acelerado luego de una caída profunda de la economía.
Pero no se puede cantar victoria porque esta crisis es tan compleja que, en lugar de una recuperación en V, parece que esta vez será en K, en la que unos sectores se levantan rápidamente y otros se quedan rezagados o quizás queden afectados de manera permanente.
El Banco Mundial ha dicho que la crisis del Covid provocó que “la reducción de la pobreza sufriera su peor revés en decenios, tras casi un cuarto de siglo de avances en la disminución sostenida de la pobreza extrema a nivel mundial”. Esta es una de las crisis más regresivas de la historia. Y es algo muy peligroso porque las crisis tienen efectos asimétricos en los más pobres.
El distinguido economista de origen haitiano y profesor de la Universidad de Manchester, Pierre-Richard Agenor, ha investigado a profundidad el tema. Y, quien, por cierto, estuvo varias veces en el país invitado por el Ministerio de Economía.
El Dr. Agenor ha estudiado como las crisis afectan desproporcionadamente a las personas más vulnerables, haciendo que éstas sean altamente regresivas y lo que es peor, son asimétricas: una crisis es devastadora para una parte de la población en un muy corto tiempo; pero, aunque la recuperación sea rápida, los indicadores sociales y de calidad de vida toman un tiempo mucho más largo en hacerlo.
En el caso dominicano, la recuperación ha sido rápida y vigorosa, pero hay sectores rezagados. Y debemos prestarle atención para que las personas afectadas puedan integrarse a lo que probablemente será una nueva realidad post covid.
Todo esto en un momento en que el país se prepara para salir del toque de queda, lo cual es un reclamo de muchos, pero es lo que nos ha permitido evitar una crisis de salud mayor. Un delicado balance entre economía y salud que ha sido manejado por dos presidentes: uno que no pudo terminar su mandato en condiciones normales y otro que ha tenido que gobernar bajo restricciones que solo se ven en tiempos de guerra.