De momento, “del lobo un pelo”.
Se debe aprovechar el tiempo para lograr acuerdos posibles entre los sectores de la oposición que señalen la necesidad de un desplazamiento del PLD del gobierno en el 2020 con un horizonte de cambios democráticos en el país. Cuando se quiere, se puede, y esa voluntad debe ser ayudada dándole al propósito unitario inmediato un punto de partida fácil, en el que hay claras y públicas coincidencias, cuál es, un discurso político y programa mínimo comunes.
Cuando se revisan las propuestas políticas de una gran parte de los partidos y movimientos de la oposición que dicen que la unidad para desplazar al PLD del gobierno es una necesidad perentoria, aparecen más coincidencias que diferencias.
En lo inmediato sería golpear juntos sobre el mismo blanco, y proponer las mismas demandas, por ahora cada quien a su manera. Unidad de discurso y de programa, aunque de pronto se marche separados. Ese derrotero a lo mejor pueda crear confianzas y mejor ambiente para ulteriores acuerdos. E incluso, garantizar que el grueso de los votos emitidos se quede en el terreno de la oposición. Es ganar- ganar.
Debe superarse la realidad en la que hay coincidencias en el discurso y en un amplio conjunto de ideas programáticas; pero la unidad no avanza con la determinación que requiere la circunstancia.
Y no avanza, porque aunque la Coalición Democrática hizo un esfuerzo loable para hacer una síntesis de las coincidencias de planteamientos políticos, el tema de las candidaturas, que siempre es complicado, ha sido el dominante en el ambiente.
El de las candidaturas es el tema de las sensibilidades al interior de los partidos y entre estos, porque toca a las aspiraciones y temperamentos de individuos, que suelen ser, más en estos tiempos, "un fin en si mismos", como expresa uno de los corolarios principales de la filosofía que sustenta la política neoliberal y de mercado.
Esas sensibilidades se elevan de manera exponencial cuando los mismos partidos que discuten con otros, tienen disputas entre corrientes a su interior. En esas circunstancias, las discusiones se hacen complejas, porque están afectadas por intereses diferentes dentro de un mismo partido.
Hay que avanzar sobreponiéndonos a esos pesos muertos. Superar una realidad que alarmaría a cualquier estudioso, o militante político de otro país: cuál es, que decimos en esencia el mismo discurso y proclamamos iguales propósitos inmediatos, pero no nos unimos.
He visto, o sufrido, en las elecciones del 2016 a un partido perder la Alcaldía de un municipio importante, por no concederle a otro una candidatura a Regidor para una alianza que era la garantía de triunfo. He visto, o sufrido, a un partido amenazar con la ruptura de un acuerdo nacional si no se le hacía la concesión de una candidatura a Regidor para un residente en Sabana Perdida.
Y con actitudes así, ha ocurrido que el contendor "gana", porque la oposición se autoderrota.
Todas estas realidades han debido contar al momento de definir el punto de partida para los esfuerzos en busca de una alianza.
El punto de partida debió ser la movilización del pueblo, el debate abierto de ideas, donde un interlocutor autorizado como el que integran las voces, y la reconocida capacidad de análisis, de buena parte de la Coalición Democrática, encontraría auditorio seguro en decenas de miles de ciudadanos y ciudadanas. Desde la fuerza así construida se aportaría más a la unidad.
Hay tiempo para enviar un mensaje conjunto, claro y de optimismo al pueblo, de lo que se quiere en el 2020, que además de cambiar al PLD del gobierno, es abrir paso a cambios democráticos en la vida social, económica y política del país.
Ahora debe poderse un acuerdo simple, de un discurso de todos a una contra el blanco común, que es el PLD; y un programa mínimo de los cambios democráticos que deben hacerse para mover el país hacia delante. No debe ser difícil. Porque ya la Coalición Democrática hizo un cotejo de todos los discursos y programas de la oposición y ha verificado que hay más coincidencias que diferencias.