Hoy me desperté con el corazón inundado de tristeza, pusilánime, con los ojos en remojo y unas lágrimas que no deciden si salir o no.
Y es que se nos muere la patria, se nos cae a pedazos, languidece entre su desmemoria, yace tendida y se retuerce de dolor. Con el alma desgarrada y el amor oxidado pende una madre de lo único que le queda: la vergüenza. Hoy imploro por favor salvémosla, es lo único que nos queda para luchar. Y es que, muerta la Patria, se nos va el alma, se escapa el aliento, se nos corta la respiración, nos ahoga la pena y nos invade la depresión.
Asi noooo, así no es. Le estamos aplicando los medicamentos equivocados; la reforma fiscal es cortisona a la inversa que solo transfiere el dolor, no lo quita. Aumentar la pena a los menores es un placebo que aliviará la creencia de malestar, pero no elimina el malestar que es real porque el problema no está ahí.
Busquemos, así haya que mover cielo y tierra, la manera de salvarla, pero salvémosla. Me dicen que en Brasil venden antibióticos muy buenos que alivian el problema de los dedos de las manos ayudándolos a cerrarse ante la presencia de lo ajeno
Y es que se nos muere, comadre se nos muere la patria. Ella, como toda madre, ha sufrido en carne propia el descarrilo de sus hijos. Ninguna una madre cría ni educa para esto, ninguna madre soporta esa fea sensación de creer que ha fallado.
Duele mirar atrás. Con el miedo de volverse una estatua de sal no quiere mirar atrás, pero creo que su temor es otro y radica en el espanto de volver al pasado, cuando ella, en la lozanía de sus años de iniciada en esto de ser madre, regañaba a sus hijos, les hablaba de lo bien que se siente cuando hacemos lo correcto y sin embargo ¿qué tenemos?
La risa burlesca de quienes han cargado con el santo y la limosna y ahora procuran que otros lo paguen y es en esto que consiste la reforma: antes se decía “quien la hace la paga”. Ahora quien la hace se ríe mientras la paga el otro y la patria se muere de dolor y se pregunta ¿En qué fallé? Y si de algo te sirve te digo que no has fallado tú madre santa, han fallado algunos de tus hijos solo que esos son más algunos que otros y por eso son más notorios.
Esos algunos son capaces de hacer lo que no hacen todos. Sé que mis palabras solo te alientan, no calman tu dolor, ni endulza ese sabor a fiebre en la boca, ni esas ganas irreverentes de morir.
Mientras la patria agoniza recostada en su lecho de puntillas y nos preparamos para vestir de negro mañana, Sabina nos recuerda que: “Lo peor del amor es cuando pasa, cuando al punto final de los finales no le quedan puntos suspensivos”. Que no pase el amor por la Patria.