Nuestra vida es un inmenso arbolito de navidad repleto de lucecitas de múltiples colores. Son luciérnagas que se apagan cada vez que se nos va un amigo.

En este año se nos han apagado muchas luciérnagas.

Son luces que nos alumbran el camino y, al paso que vamos, nos estamos quedando a oscuras. Una de las más recientes fue la de Guido Riggio, quien en unas de sus últimas fotos, detectamos en su iris izquierdo un “riptus vitalis” (sistema parasimpático) que se iba a apagar de repente. La iridología no miente y predice los contratiempos orgánicos mucho antes de éstos manifestarse como síntomas.

“Tu falta hace demasiado inmenso al bosque, haciendo que no se perciba el perfume de las flores”. Así  describió a Guido un amigo mutuo, quien, entre sus múltiples menesteres cotidianos, cultivaba también el género poético del haiku.

En una occasión, uno de los maestros clásicos (creo que Kobaya-shi) escribió:

“Este camino ya nadie lo recorre, salvo el crepúsculo”. Guido lo acaba de recorrer.

Este año se nos han apagado muchas luciérnagas.

El 2015, cuyos dígitos suman el número ocho (2+1+5=8), dos círculos uno encima del otro, dos mundos contiguos y contrapuestos, denotando un final y un nuevo principio en el largo camino del continuo devenir del tiempo. Un final que es a la vez un comienzo. El final de los tiempos, un final que no es en realidad un final sino un nuevo principio que se repite a sí mismo. Es casi como repetir el curso de nuevo.

En el fondo, sin embargo, todos somos Uno, aunque no caigamos en la cuenta.

Podemos observar al 2015 (8) desde diferentes perspectivas. Si lo enfocamos desde los dos ceros, fue otro año de disturbios sin sentido, un agujero negro inter-galáctico que creó más contratiempos que luces, sobre todo en el aspecto político, el eterno relajo de la sinrazón, como ha sido la historia de nuestros pueblos.

Si lo enfocamos desde dos ceros contiguos (el 8 recostado en sí mismo) el número cobra otro sentido totalmente distinto, pues dos círculos unidos en el medio es el símbolo de la eternidad. Es desde ahí desde donde proyectamos esta realidad holográfica que nos ha tocado vivir. Somos los actores en un gran drama cósmico.

De acuerdo con Glenis McCants, una experta en numerología cabalística, el 2015 (8) ha sido un año “macho”, 12 meses duros, definitivos y definidos. En el escenario mundial han pasado muchas cosas. Los que nos manipulan han tratado de confundirnos aún más, creando nuevas encrucijadas para seguir dominando al mundo.

El 2016 (9) será lo que queramos nosotros mismos, hasta que todos despertemos del largo letargo de la vida. Colectivamente, sin embargo, el 9 es el símbolo de la humanidad. Tenemos que aprender a crecer juntos y así percibiremos lo que ya tenemos dentro de nosotros sin apenas darnos cuenta ni estar conscientes de ello. Es como vivir en un sueño que cambiamos constantemente con nuestros pensamientos. Cambiando a éstos transformaremos al mundo.

-Estos tiempos navideños me ponen siempre muy triste- me dice una amiga- me hacen pensar en los que ya se han ido y que ahora viven dentro de nosotros para siempre. Los llevamos colgados de nuestra mente, como el rocío de las hojas secas.

-Entonces, más bien son una bendición”-le contesto-porque por lo menos me conociste a mí. Esta es una verdad más grande que un templo, sino pregúntaselo tu misma a un clavel. Así le contesté a mi amiga con un verso poético, como René Rodríguez Soriano en sus “Canciones azul rosa para una niña azul metal”.

No tengamos miedo de ser felices, sobre todo en los estos días navideños.

Que vuelva a reinar el Cristo cósmico en nuestros corazones.