A finales de la década de los setenta, hubo una conversación entre dos señoras, una llegando a setenta años, la otra de cincuenta y tantos. La primera le comentaba muy oronda de sus logros, títulos, bienes, su vida social y de lo brillante que, según ella, fue y seguía siendo. La otra, aunque de una edad mediana, escuchaba con atención y respeto a la amiga. Ésta última no había tenido la oportunidad de estudiar y mucho menos pisar la universidad. Mientras la casi septuagenaria señora terminaba su semblanza, la amiga lo único que atinó a decir fue: “ ¡ Se murió Onassis ! A lo que la otra respondió con una sonrisa: “ Ay, amiga, tú sí eres jodona.”

He escuchado esta anécdota en mi casa, casi toda mi vida. Conozco quienes fueron las protagonistas y es motivo de mucha risa al recordarse el episodio. Pero más allá de risas, recuerdos o lo que sea, esto dice más. Muchas veces, personas que logran riquezas, cargos, títulos y demás, piensan que tienen y lo pueden todo, sin saber que todo es pasajero y nada es para siempre.