Es triste, es una realidad insoslayable: El sueño bolivariano de Hugo Chávez de hacer de Latinoamérica una “Patria Grande” se espuma. Comenzando por la propia Venezuela, todos los gobiernos progresistas-unionistas se derrumban (o los están tumbando). Los que aún se mantienen, como el ecuatoriano Rafael Correa o el boliviano Evo Morales, han sufrido hasta cinco intentos de golpes de Estado o se han librado por la providencia divina de varias conspiraciones contra sus vidas.
La contrarrevolución se da por las siguientes razones: En una primera etapa los movimientos populares eran aupados por el líder cubano Fidel Castro; luego por el incansable comandante Hugo Chávez. Por cuestión de edad, Fidel está fuera del escenario político; Cuba está inmersa en una crisis económica, luchando por sobrevivir. Chávez, que era soporte moral-económico de algunos gobiernos revolucionarios, murió.
La economía de Argentina, Paraguay, Honduras, Brasil o Venezuela anda de mal en peor. La desestabilización económica (sea provocada por conspiración o no) se traduce en desestabilización social. Esta última tumba los gobiernos. Los gobernantes con una mala situación económica se hacen automáticamente impopulares, la gente los repudia porque se siente amenazada.
No es un secreto de que la mandataria brasileña Dilma Rousseff fue víctima de una conspiración; y que más del 50 % de los legisladores que le hicieron el juicio político son corruptos, pero ella es impopular. Unos 54 millones de personas votaron por ella, sin embargo, las manifestaciones de apoyo no han sido en la misma proporción a los votos: Pareciera que la querían fuera del poder.
Maldicen al mandatario venezolano Nicolás Maduro, desconocen que si Chávez viviera tuviera igual o más problemas que él. Chávez tuvo la fortuna de que sus gobiernos vivieron la bonanza de los altos precios del petróleo. Hoy, además de una perenne-violenta conspiración interna y externa, sobre todo de Estados Unidos, Venezuela pasa por su peor crisis económica por los bajos precios del petróleo. Un error es que este país nunca se industrializó, depende únicamente del petróleo, cuyos precios son muy volátiles.
No hay duda de que en la caída de estos gobiernos está la mano negra de EE.UU., se siente amenazado por la entrada al comercio regional de China y Rusia. Las élites económicas, con tal de obtener beneficios, venden hasta su madre al Diablo, se arrodillan ante Estados Unidos. Los gobiernos progresistas lo desafían y negocian con quien más convenga a sus pueblos.
Donde han tumbado un presidente revolucionario, manipulan para que llegue al poder la ultraderecha, un empresario. A Dilma la sustituye el empresario Michel Temer. A Fernando Lugo de Paraguay en el 2012 lo cambiaron por uno de los hombres más ricos del país, Horacio Cartes, del Partido Colorado, el mismo del dictador Alfredo Stroessner. Con el golpe de estado a Manuel Zelaya de Honduras en 2009, llega al poder el derechista Porfirio (Pepe) Lobo. A la presidenta argentina Cristina Fernández la sustituye el empresario Mauricio Macri.
Que se escuche en los cuatro vientos: Sacan del poder la izquierda; y en toda la región pasará lo de Argentina, que los mismos estúpidos-ignorantes que maldecían a la presidenta Cristina ahora lloran lagrimas de sangre, protestan en las calles a gritos que regrese al gobierno. Les salió el Diablo.