El asesinato de Emely fue horrendo, tan horroroso como tantos otros feminicidios o asesinatos de mujeres, en su mayoría niñas, adolescentes y jóvenes que mueren a diario en manos de los varones de la familia: novios, maridos, amantes, padres, padrastros, hermanos. Otras mujeres, son víctimas de conocidos y hombres de confianza que las matan o las mutilan en venganza por la no correspondencia de sus pretensiones sexuales. Además de los feminicidios, las violaciones y otras formas de violencia contra las mujeres las ejercen integrantes varones de las familias y hombres cercanos o conocidos de las víctimas.
La violencia y los asesinatos de mujeres suceden a diario en la República Dominicana y muchos quedan impunes o sin sanción ante la indiferencia, la ineficacia o la complicidad de autoridades judiciales corruptas. Estos tres elementos salieron a relucir como posibles causantes de la eventual impunidad del asesinato de Emely.
Llamó la atención que, en este caso, la complicidad de la madre del criminal y su poder político y económico pudieran haber sido los causantes de la posible indiferencia o complicidad de las autoridades para que el crimen quedara impune. La movilización social a través de las multitudinarias muestras de interés y solidaridad por personas de la comunidad, las redes y los medios impidieron que el criminal y sus cómplices quedaran sin sanción.
La madre del homicida insistió en que ella "se comportó como una madre". Quiero reflexionar sobre esta oprobiosa alegación.
En la República Dominicana existe la perversa tradición familiar, según la cual, las madres apoyan o consienten a los varones de la familia. Hay muchas madres que apoyan a sus hijos varones en todo lo negativo que hacen, sea que las víctimas sean mujeres integrantes de la familia, personas conocidas o extrañas.  Hay madres que actúan de esta manera por acción, apoyando, instigando e implicándose directamente como cómplices (caso de la madre del asesino de Emely) o por omisión, ignorando o encubriendo las faltas y delitos de sus hijos varones (lo más común). Y esa conducta de las madres se replica en esposas, amantes, madrastras, hijas, tías, sobrinas y hermanas que entienden que a los varones de la familia hay que consentirlos, mimarlos, complacerlos, apoyarlos y encubrirles todo lo negativo que hacen.
Estas conductas permisivas de muchas mujeres dominicanas con los varones de la familia se replican en un alto nivel de condescendencia y permisividad de la sociedad con los hombres y altos grados de misoginia u odio hacia las mujeres que incitan a la violencia y los asesinatos de las mujeres.
Estas conductas, heredadas del colonialismo, las dictaduras, el machismo, el sexismo y el patriarcado hay que erradicarlas.
Creo necesario reflexionar sobre la necesidad de un cambio cultural dirigido a combatir y eliminar la permisividad y condescendencia de la sociedad con los hombres y la misoginia hacia las mujeres, ya que son posibles causantes de la rampante criminalidad de que son víctimas las mujeres en la República Dominicana y la impunidad de los victimarios.
Esta reflexión es necesaria y propicia en estos tiempos en que la sociedad dominicana está despertando y adquiriendo consciencia y responsabilidad sobre la necesidad de generar un cambio de mentalidad y acciones concretas para combatir y eliminar la corrupción e impunidad reinantes en el país y sus dramáticos efectos en los abusos y la desprotección institucional, la marginalidad, la pobreza, la miseria de la mayoría de la población, la criminalidad y la depredación del medio ambiente.