El modelo de movilidad utilizado en las principales ciudades dominicanas esta matizado por el aumento exponencial de unidades vehiculares saturando el escenario donde se desarrollan las actividades cotidianas de la comunidad.

Los últimos datos suministrados por la Dirección General de Impuestos Internos certifican el incremento del parque vehicular en un 5%, alcanzando los dos millones setecientos treinta y cinco mil unidades (2,735,000), lo cual refleja un promedio de 3.4 habitantes por vehículo en la Republica Dominicana.

La respuesta del sistema a esta situación solo se limita a la creación de nuevos kilómetros de vía ya sea a través de viaductos, pasos a desnivel, túneles o ampliación de vía; acompañados por una serie de "semáforos inteligentes" que intentan controlar el caótico tránsito.

No importa si es sábado, domingo, día festivo o fin de semana largo; las calles y avenidas de los principales centros urbanos del país no dan abasto para albergar la gran cantidad de unidades que transitan a diario, provocando caos, entaponamiento y contaminación; aumentando los niveles de peligrosidad de aquellos que transitan por la ciudad ya sea a pie o de forma motorizada y degradando la calidad de vida de los ciudadanos que salen a las calles con la incertidumbre de llegar seguro a su destino final.

Ante esta realidad las ciudades dominicanas requieren de nuevos planteamientos para enfrentar las consecuencias producidas por tan caóticas situaciones. Fomentar el uso del transporte público es una de las respuestas que las autoridades pueden poner en práctica para el mejoramiento de esta situación; la nación necesita de un plan estratégico de transporte público que integre todos los actores que pertenecen al sector, con una visión integradora capaz de fortalecer la oferta y eficientizar el servicio provisto para la población en general. Dentro de este plan los servicios de transporte provisto por el estado deben convertirse en la columna vertebral del sistema, dando participación a todos los actores, siempre y cuando puedan acogerse a las normas establecidas por las autoridades correspondientes.

Por otro lado este agotamiento de las calles debe ser abordado con intervenciones urbanas puntuales, a fin de cambiar la ciudad de un espacio diseñado para los vehículos a un lugar para que el ser humano pueda compartir, disfrutar y habitar, junto a los demás.

Finalmente este intento seria infructuoso si el mismo no está acompañado de una campaña educativa en la que los clientes de la ciudad, aquellos que transitamos por ella, podamos comportarnos en un clima de respeto.