El imperialismo, fase superior del capitalismo, necesita de la guerra para vivir y saciar su sed de sangre. No puede coexistir en paz. Sus impulsos internos de conquistas, saqueos, influencias, perturbar y dominio; de extralimitar sus ganancias, llenar sus expectativas desmedidas de «controlarlo todo» ponen en peligro, en forma constante, la paz del mundo.

La guerra es su fuerte; sea económica, política y militar. No puede vivir en paz. El mundo debe prepararse, en forma defensiva, ante una potencia que solo entiende el lenguaje de hostilidades, la agresión, el chantaje y la provocación. Indudablemente, el peligro es inminente «ante un agente provocador» con tanto poder.

La historia del imperialismo se fundamenta en la guerra; cuando no hay, se la inventa. No puede vivir sin ella. La industria armamentística, en el mundo, deja extraordinarios beneficios en la investigación y construcción de armas de fuego para destruir bienes; e inhabilitar y matar seres humanos. Las principales empresas son de origen norteamericanas: Boeing, Eurofigther, General Dynamics, Lockhedd Martin y Raytheon.

El poder de las armas es importante para dominar el mundo. Así enseña la historia de la humanidad: la fuerza se impone para avasallar y destruir. Por el momento, en el sistema capitalista, es un excelente mercado donde sus principales productores son los Estados Unidos de América, Rusia, China, Francia, Alemania, España, etc. Un negocio mundial con ganancias garantizada.

Los Estados Unidos han demostrado su poder con la muerte del general Qasem Soleimani, comandante de la Fuerza Al Quds de los Guardianes de la Revolución de Irán y del vicepresidente de las milicias chiíes iraquíes, Multitud Popular, Abud Mahdi al Mohandis. Fue un acto terrorista, muy frecuente, del mayor germen de perturbación en el ámbito internacional. Una «operación quirúrgica» planificada y firmada como en las mejores películas de Hollywood, con claro mensaje de intimidación a las autoridades de Irán y desviar la atención a lo interno de la política norteamericana.

Los Estados Unidos han acostumbrado al mundo a justificar sus agresiones militares y perturbaciones políticas con mentiras, ataques y chantajes, muy bien presentadas, que con el tiempo quedan desnudadas ante la humanidad. Igual ocurre con los presidentes norteamericanos en «aprieto» por su baja popularidad que echan manos a la guerra y a la mentira para intentar recuperar prestigio o bloquear una amenaza directa Su última diablura, del presidente Trump, bañada de sangre, ocurrió el 3 de enero del 2020, en las inmediaciones del Aeropuerto Internacional de Bagdad, en Irak, con la muerte del general iraní Soleimani, el subcomandante de las milicias iraquíes, Mahdi al Mahandis, muertes y heridos de sus acompañantes.

Una grave provocación que exacerba el conflicto en el Medio Oriente con graves repercusiones que afectan la paz y seguridad internacional. La repuesta de Irán no se hace esperar…, es cuestión de tiempo. Se hiere en forma sensible su orgullo nacional y musulmán «chiita», para resquebrar su moral y espíritu de combate.

Ante un escenario tan sensible y peligroso, el pueblo norteamericano debe rechazar, con marchas y presiones en el Congreso, los planes guerreristas y provocadores del presidente Donald J. Trump y su equipo de asesores, de muerte y sangre. A la guerra van los jóvenes de la clase media y sectores más empobrecido de la sociedad estadounidense. La burguesía se queda en su confort, observando la misma en su pantalla del televisor, de su computadora.

El avispero de la guerra es peligroso. Ya el mundo no es unipolar, tampoco bipolar; es multipolar. En cualquier esquina, te puede salir un tigre, no será un muñequito de papel. Luchar por la paz es el gran esfuerzo de la humanidad, enfrentando los afanes belicistas del imperialismo norteamericano por someter y destruir el universo terrenal.