Querido primo:
Estoy muy deseoso de que mi ciudad se parezca a la tuya. Que tenga agua, calles asfaltadas y sus vías iluminadas. Que se respeten los semáforos… las señales de tránsito y los espacios públicos. Las aceras transitables sin yerbas ni escombros ni estorbos ni nada con malos olores. Tu ciudad es creativa, amigable, sociable y muy divertida. Tu ciudad es inteligente y romántica.
En cambio, la mía ha perdido su esplendor… de repente todo ha cambiado en tan pocos años… se convirtió en un volcán en erupción: Los hoyos en las calles son cráteres insuperables; los badenes: magma en ascenso desde la corteza de Santo Domingo Este. ¿…y las aceras? ni contarlo… las áreas entre “verdes y negras””; la inseguridad en su “buena”, los atracos a la orden del “día”, los parques abandonados… más el dolor de muela, de cabeza y de menstruación. ¡Estamos desesperados!
En algunos ayuntamientos la recogida de “basura ha mejorado”, menos de este lado. La basura se nos mete por las orejas, la nariz, la boca y por todos lados. Quien iba a decir que estas alturas íbamos a sufrir de piojera. Las calles, contenes, callejones se hacen lo que se quiera. Como chivos sin ley…
Recoger los desperdicios en los colectores de basura, es uno de los logros de la alcaldía. A mi hija más pequeña se le ocurrió ayer depositar su frustración, a ver si ellos la recogen en un furgón de sugerencias: la dignidad de Mafalda o por lo menos pagar los réditos de las deudas sociales, públicas y de los parques. Las promesas sin cumplir que se dijo en la campaña en el año dieciséis. Nada de esto se evita, ni siquiera lo eructa, ni lo analiza… es un alcalde interurbano, de la diáspora del “planeta de la basura”: los ciudadanos de esta ciudad compartimos nuestro espacio con el plástico, el papel, el cartón, el vidrio, la botella, grapa, aluminio y otros deshechos también.