Tras la elección de los nuevos jueces de la Suprema Corte de Justicia (SCJ) cabe recordar algunas de las cualidades que deben adornar a quienes desempeñarán ahora la labor de liderazgo judicial, tan necesario para el fortalecimiento de la justicia dominicana.
Un buen juez debe demostrar las virtudes propias del cargo. El mejor no es una máquina, ni un juez autoridad, ni salomónico. Es un buen ser humano, de convicciones firmes, pero capaz de actualizarse siempre y predecible en sus razonamientos jurídicos. El juez que esperamos en su ejercicio en la SCJ es el supremo de virtudes, no por su jerarquía.
Supremo en respeto, incorruptible, íntegro, con el más alto sentido de responsabilidad, imparcial, disciplinado, riguroso científicamente, con habilidades e inteligencia jurídica supremas, sabiduría práctica e inteligencia emocional, máximo conocedor del oficio y altamente laborioso.
No un juez que decida lanzando una moneda al aire, que no le importen sinceramente las partes de los procesos. No se puede considerar un juez supremo a quien ignora la mejor doctrina, la que hace que el derecho no sea inerte, que deja los casos al tiempo y toma sus decisiones por intereses extraños al derecho.
El juez supremo al que aspiramos ver en su ejercicio es un pensador y decisor independiente, sólido intelectualmente y capaz de escuchar con sumo interés, sin aceptar ideas inmediatamente.
Definir la grandeza de un juez generara debates, por la naturaleza del cargo y porque la mayoría quisiera al juez que lo beneficie. Sin embargo, tratar de establecer las virtudes de un juez supremo es muy importante y debe verse como un intento de proyectar nuestras grandes aspiraciones en busca de una sociedad que consolida sus instituciones, como paso determinante para lograr su desarrollo.
El éxito de la renovada SCJ residirá en el liderazgo contagioso y permanente de su nuevo presidente, en el desempeño eficiente de sus demás integrantes, en su visión y misión renovadas de una pendiente mejoría sustancial de la justicia; pero, sobre todo, en la visible muestra de compromiso virtuoso con la solidificación de nuestras instituciones democráticas.
Esperamos, queremos y necesitamos jueces supremos de justicia que renueven positivamente las perdidas esperanzas de muchos. ¡Éxitos en sus nuevas y continuadas labores!