Hay palabras de imposible traducción, la saudade, un estado de ánimo cien por ciento portugués, es una de ellas. Es como sentir una melancolía alegre, como sufrir una nostalgia sonriente. Esto viene a cuento por la victoria de Portugal de 1-0 contra Francia; el pasado domingo 10 de julio.

Eder y no Cristiano fue el héroe que en la prórroga, mandó a callar a los aficionados del coloso de Saint-Denis con un tiro raso y pegado al poste. La belle France, el país más visitado del planeta, organizaba este verano la Eurocopa de naciones, el torneo futbolero quizás de mayor nivel.

Después de una primera ronda más cerca de la eliminación que del éxito (empates con todos sus rivales de grupo) donde su estrella Cristiano alias el humilde Ronaldo se dio el lujo de fallar penales. Los hijos de ‘Lusita’ se hicieron por primera vez en de una copa importante; habían estado cerca en 2004, cuando ellos fueron los anfitriones, pero en aquella ocasión Grecia les aguó la fiesta, también por la mínima 0-1.

Por su parte, la fanaticada francesa fiel a Descartes, dudaba de que su equipo llegara más allá de los cuartos de final. Superaron esa expectativa pero en el partido decisivo estuvieron erráticos. En tiempo de compensación Pierre-André Gignac, el ídolo de los Tigres de Monterrey, con un quiebre magistral deja tendido al ‘suavecito’ de Pepe, su disparo pasa por debajo de las piernas del arquero Rui Patricio pero no acaricia las redes sino que rebota en el poste…iba a ser la jugada de la Euro, pero se quedó en una tristísima aproximación.

Después de haber vencido a los alemanes en la semifinal, el eterno rival, que suele ganarle a Francia sin siquiera despeinarse, todos o casi, confiaban en que este domingo la historia volvería a repetirse, viviéndose otra versión de la final de 1998, cuando guiados por la zurda de Zidane, habían goleado a un maltrecho Brasil para ser campeones del mundo. Además había otro antecedente, la final de la Eurocopa del 84, en la que Platini y sus amigos se impusieron a España en el Parc des Princes. Quizás ese fue el error, el exceso de confianza ante un contrincante más pintoresco que temido.

Tuve la oportunidad de pasearme por París en estos días de futbol. La Ville lumière se mostraba llena de aficionados eufóricos (y de policías). Recuerdo a los irlandeses desayunando cerveza en las terrazas junto al Sena. Los había de todas las edades: niños, jóvenes, ancianos, eso sí, enfundados en su camiseta verde y en su felicidad innata. Cuando los franceses tuvieron que eliminar a Irlanda (2-1), sintieron una bofetada de saudade, no querían echar a los paisanos de Joyce, pues además del impulso económico que dieron a los bares, eran amigables y cordiales; características escasas en los anfitriones, por cierto.

También saludé a una familia de islandeses en el metro, cuya escuadra se volvió la más sorprendente y consentida de la competencia. Ellos fueron parte del 8% de la población total (calculada en unos trescientos mil) que viajó para aplaudirle a sus vikingos. Si Francia les ganó con un derroche de goles, que a la postre ansió en el último juego, los islandeses, acostumbrados a la volcánica y gélida geografía de su país y, entrenados por un dentista, marcaron 2 tantos, casi 3, de no haber sido por la oportuna intervención del portero Lloris.

El día de la final caminé por los alrededores del estadio, la gente confiaba en ganar sin problemas. Mataba el tiempo con cervezas, con banderitas tricolores. Muchos mostraban sus “dos patrias” en las mejillas o poniéndose una casaca francesa encima de la de Portugal. En Francia conviven múltiples culturas y los lusitanos además de ruidosos, son muchos. Así que tan pronto como el árbitro inglés silbó la conclusión del encuentro, hubo bastante algarabía: tronar de cohetes, zumbar de motos, ecos de bailes callejeros, huellas de alcohol ilimitado…

Creo que si ganaron fue gracias a la lesión de su astro metrosexual. El haberse ido prematuramente por una lesión de la rodilla, ayudó a que Portugal jugara finalmente como un conjunto solidario. El aporte de CR7 se limitó a sus dotes escénicas (lágrimas, gritos, gesticulaciones excesivas); sin olvidar la imagen con la polilla que le revoloteaba en el rostro.

“Quel déception!”. Corearon los diarios deportivos. La gente de la federación francesa de futbol tuvo que cancelar el paseo en bus panorámico (lo habían rentado con soberbia antelación) que les bleus darían por los Champs-Elysées y la comida prevista con el presidente Hollande tuvo un aroma de velorio. Las otras decepciones del campeonato fueron Zlatan y compañía, eliminados en la primera ronda; España, el actual bicampeón que no supo abrir el cerrojo italiano; Inglaterra, de nuevo eliminada, ahora por los islandeses; la violencia entre rusos e ingleses en Marsella y en general los demasiados juegos soporíferos, incluida la final, donde lo mejor sucedió después de los 90 minutos.

Hoy con la resaca de la derrota, las excusas son demasiadas, que si extrañaron a Benzema; que si el juego contra Alemania los dejó sin combustible; que si tuvieron un día menos de descanso que Portugal, que si a Chuchita la bolsearon. Algo es cierto, al entrenador Dechamps se le atraganta el futbol de ese país, ya son dos finales que pierde ante ellos. Antes del domingo, dirigió al As Mónaco y no pudo con el Porto de Mourinho en la Champions league…más saudade por favor.