Solo la mano que borra puede escribir lo verdadero.- Meister Eckhart

En un día nublado, harto de –persistentemente– insertar una tarjeta en la ranura del cajero automático de un banco comercial (y hastiado de que la pantalla reprodujera siempre la misma advertencia infausta: “Fondos insuficientes”), alcancé la iluminación, me encontré con mi Satori, comprendí: ¡Los fondos resultan ser insuficientes porque también lo son las formas!

 

He aquí como, en una cabina sin dinero, en un habitáculo pedestre, me alcanzó la absoluta metafísica de un rayo: quamanek, aquella experiencia mística llamada «relámpago» o «iluminación» entre los esquimales: “el brusco resplandor del rayo que desgarra las tinieblas ha sido interpretado como un mysterium tremendum que transfigura el mundo”, escribe al respecto Mircea Eliade en Mefistófeles y el andrógino.

Quamanek que era el mismo camino del poema.

Aquella fue una aguda experiencia fotofánica, por desolcultamiento: el fondo es sólo sombra a la lumbre de la forma. Un quiasmo, sin quizás, como lo emplea Merleau-Ponty en su Fenomenología de la percepción: lo propio de lo percibido es la admisión de la ambigüedad, lo «movido», el dejarse modelar por su contexto. “El quiasmo no es solo intercambio yo-otro (los mensajes que recibe me llegan a mí, los mensajes que recibo le llegan a él), es también intercambio entre yo y el cuerpo «objetivo», entre el percipiente y lo percibido: lo que empieza como cosa acaba como estado de conciencia de la cosa, lo que empieza como «estado de conciencia» acaba como cosa” (Merleau-Ponty en Lo visible y lo invisible).

El camino del poema produjo Formas insuficientes (LP5 Editora, Colección de Poesía Plateado sobre plateado, Chile, octubre de 2021, con prólogo del español Julio César Galán y contratapa de la venezolana Gladys Mendía). Está compuesto por la des-escritura de “Caducidad” (Amargord ediciones, Madrid, 2011), que vuelve a ser “Pseudolibro” (Premio Nacional de Poesía Universidad Central del Este UCE 2006, Santo Domingo, 2008), con sus notas originales y notas anteriormente desechadas, salvo el prólogo de la primera edición y una nota, por venir ambos firmados; “Música ósea” (Editorial Cascahuesos, Arequipa, Perú, 2014, finalista del Certamen Hispanoamericano de Poesía Festival de la Lira, Cuenca, Ecuador, 2015) –cuya edición original en realidad fue un fragmento de un proyecto inédito mayor en 3 tomos–, con las notas que no salieron en la edición original; y, finalmente, una ex-critura fragmentada de “Vicio” (accésit del Premio Nacional de Poesía Casa de Teatro 1998, Santo Domingo, 1999), bajo el nuevo título de “Coito circuito”.

Me he empeñado, en otros libros, por una expresión poética pretendidamente formulada desde el anaformismo (ver, por ejemplo, mi trilogía Prosa del que está en la esfera, en que el sujeto lírico se ve a sí mismo ante un espejo combo, esferoidal, curvado). Pero lo manifestado aquí es la propia insuficiencia de las formas para expresar el mundo, que diría Wittgenstein. El intento (fallido, por supuesto) es que el que la relación recíproca entre contenidos mentales e imágenes acústicas se realice en la catástrofe, como teoriza Thom: que el flujo de una forma estable altere su morfología al colidir consigo misma y que –como escribe Agamben–, cuando “la mente busque una analogía de sentido allí donde, desilusionada, no puede sino constatar tan sólo una correspondencia de signos” se marque la ruptura, el salto.  Pase por prosa, pues. “¿Pero no es precisamente esto lo que sucede con todo auténtico enunciado poético, en el que el discurrir de la lengua en dirección del sentido es recorrido como en contrapunto por otro discurso, que va de la inteligencia, a la palabra, sin que ninguno de los dos cumpla del todo su trayecto hasta descansar uno en la prosa y el otro en el puro sonido?” (Giorgio Agamben, El final del poema, Adriana Hidalgo Editora, Buenos Aires, 2016, traducción de Edgardo Dobry).

Por eso, en este libro aparece la poesía siempre en bloques, procurando la apariencia de estabilidad, en tanto dentro ocurran estallidos de aparentes “impercepciones” –volviendo a Merleau-Ponty.  Se trata de emular (completamente en vano, por supuesto, ¿quién es dios aparte de Huidobro?) el Cosmos conocido: una ranura de acceso al liquid-crystal display, como espacio-tiempo plano en donde reina lo “movido”, el caos genitor. Y el asimismo desconocido Cosmos: vislumbre de la luz como “cristal solidificado” (Ver: Arquetipos y símbolos celestes de Eduardo A. Azcuy citando a José Severino Croatto, V: La experiencia de la luz mística y los seres celestes), a sabiendas de que “el universo es un múltiplo fragmentario”, como sugiere Omar Calabrese en La era neobarroca. Poesía cuántica en tanto en cuanto muta: “En la Universidad de Princeton un grupo de investigadores descubrió un nuevo comportamiento en los fotones que los solidifica y los convierte en cristal” (Iluminet, revista de iluminación, https://www.iluminet.com/cristales-de-luz-iluminacion/).

Lo cierto es que esta prosa cuadrangular (o cúbica, pero que yo querría prismática, tetradimensional) me orienta en el viaje, como la señalética camino del poema.

Es simple convención, lo sé, pero resulta divertido salir a caminar para llegar a ninguna parte. ¿No?

 NOTA: Formas insuficientes (tapa blanda, formato 6×9, 194 páginas) estuvo de venta y exhibición esta semana en La Furia del Libro –la feria del libro independiente de Chile–, y ya se encuentra disponible en las librerías Los perros románticos (Santiago de Chile) y Los pequeños seres (Madrid), además de Amazon para cualquier lugar del mundo.