¡Observar la vestimenta de los/as dominicanos/as de principio de siglo XX! ¿Que ha pasado? ¿el clima era diferente,  en esos tiempos,  hacía más frio que hoy? la vestimenta de los capitalinos era muy diferente a la de hoy:  los hombres  soportaban  chaquetas y pantalones, encima de la camisa usaban chalecos y calzaban zapatos cerrados de cordón además de sombreros.   Las mujeres tenían la cintura apretada en esos corpiños ajustados de algodón, mangas largas y vestidos debajo las rodillas,  quizás usaban  medias,  y casi todas,  además portaban sombreros, además de guantes:  es oportuno, hacernos preguntas : ¿Por qué esa vestimenta? Por moda, por mimetismo con los Trujillo y su familia? ¿Era el clima  más fresco en los años 30/40?  En esa inauguración del Parque Ramfis/Eugenio Maria de Hostos,  vemos que en pleno sol  los participantes están vestidos con esos atuendos, que les hacían parecer a parisinos o a norteamericanos  en el Trópico! ¿Qué explicación dar? Es probable que la capital fuera  más fresca,  por tener menos habitantes, menos edificios contiguos, casas bajitas y esparzas,   pocos carros y por todo eso,  las brisas costeras circulaban sin obstáculos.

Esa reflexión que es recurrente, lo admitimos, re- surge, después sentir sofocación en la av. Máximo Gomez, donde el aire caliente parece estacionario, a pesar del mar al Sur y  de la Plaza de la Cultura, al norte. Allí entre “mufflers”, tapones interminables,  se  formó una de esas islas de calor urbano, más insoportable de la ciudad. Esa  misma sensación se experimenta en todos los cruces viales de la capital, donde percibimos: sensación de asfixie y/o  de calor sofocante,  sin encontrar un posible refugio de frescor, ni bancos públicos, ni fuentes para hidratarse. 

Los planificadores urbanos  y los inquietos podrían comparar con  Nueva York, donde en verano, se abren los hidrantes, las fuentes en los parques y la gente viste de ‘verano”.

  Esa variación del clima de  algunos grados  -no es producto solamente del cambio climático, al que, culpamos de todo-, sin advertir que el urbanismo de Santo Domingo  ha perdido su identidad “tropical”. Se uniformizaron  los diseños arquitectónicos, los espacios interiores y los materiales de construcción (vidrio, colores), se impusieron consumos nuevos (secadora de ropa, perchas de planchar eléctricas, calentadores, aspiradores) y  se ha introducido el uso del aire acondicionado. 

Por lo cual, la huella ecológica de Santo Domingo es irracionalmente elevada, ambientalmente y socialmente insostenible por los costos energéticos desiguales en la población y por ser,  además  concentrados espacialmente en la capital:

  la concentración de torres  forman barreras arquitectónicas, que no dejan circular las brisas marinas y los vientos dominantes, al contrario los deforman porque los  constructores  han olvidado el clima y la geografía: orientación adecuada de  los edificios,  diseño anti barrera,  linderos y aceras proporcionales  a la altura de los edificios y arborización de las aceras. El  diseño  adecuado y la orientación de los hoteles del Malecón  como el ex Sheraton y nuevo  Jaragua nos indica que, un buen diseño no es contradictorio con la rentabilidad de los negocios.

  Como nuestra ciudad carece de un urbanismo jurídico o  de política en torno a la tierra  no define, por lo tanto,  la constructibilidad de la misma,   no legisla sobre terrenos baldíos y como no tiene catastro  urbano para identificar los propietarios y castigar  los especuladores,  permite, en toda impunidad,  las iniciativas que vulneran el sentido común, el bienestar general, la seguridad colectiva, el buen vivir o el arte de habitar  con inteligencia ambiental como es la reducción de los linderos entre torres.   

3º Las consecuencias  de un urbanismo desenfrenado, mal pensado, no adaptado al clima,  son la formación de esas “islas de calor urbano” que muchas ciudades sufren en su cotidianidad y cada vez más.  La barrera o el muro que forman las recientes torres construidas, en fila, en la avenida Anacaona, se transformaron en barreras térmicas-arquitectónicas  que afectan  la circulación de  las brisas (marinas  y  las brisas de tierra) en torno, a los barrios que rodean al farallón de la capital. 

4º Por otra parte, las grandes áreas verdes de la ciudad ven su impacto cada vez más, encerrado, prisionero de las alturas circundantes y  surten por eso, efectos en un rayo cada vez más reducido mientras los grandes  corredores viales fueron transformados en “tubos de calefacción” por encauzar el aire caliente entre  túneles y elevados etc. Asi se crearon micro -climas urbanos incluyendo el de  la UASD que perdió su frescor por la concentración de mega-obras y la abundancia de espacios  abiertos que  obligaron a  un uso  exagerado del cemento

Investigaciones recientes revelan  que, los espacios verdes de pequeño tamaño, pocos distanciados y diseminados en la ciudad reducen las temperaturas  más que los grandes parques  porque los árboles y las áreas de hierba, ambos,  tienen un efecto de  refrigeración repartido y repetido. En  Santo Domingo, la falta de normativas urbanas impidió esas adaptaciones al clima, a pesar de una precursora disposición urbanística que contuvo, el plan Solow-Vargas-Mera en 1955.

Es bueno recordar, a los incrédulos que nos llaman  a bañarnos con un cubito de agua, para ahorrar el recurso agua,  que recientes investigaciones  acusan a las islas de calor urbano de un altísimo costo presupuestal por su consumo exagerado en energía, ya  que en los meses calurosos  llegan a duplicar la demanda estimada de refrigeración, agua y energía consumidas.   

Ejemplo: no se diseñan en las torres, las  áreas de secar la ropa (ni en techos, ni en apartamento) ahora, si se diseña para el uso de una  lavadora-secadora.

Se debe recordar que el problema del enfriamiento de los edificios en los climas cálidos es muy importante, ya que puede suponer un consumo energético y unas emisiones superiores a los producidos por la calefacción. En las últimas décadas el consumo para la refrigeración se ha disparado, sobre todo en las ciudades (americanas y europeas). Hay que tener en cuenta que los sistemas de aire acondicionado usan energía eléctrica, lo que crea importantes problemas en el suministro energético, además  de traducirse en un aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero, de los contaminantes como dióxidos de sulfuros, monóxido de carbono y otras partículas volátiles producidas por las plantas de generación.

Es necesario, por lo tanto,  replantearse tanto las estrategias de diseño de los edificios residenciales  asi como los elementos pasivos y activos que intervienen en el acondicionamiento interior de los apartamentos para propiciar un importante ahorro energético (petróleo, gas, agua) y contrarrestar los efectos de la isla de calor urbano.

Es necesario incluir la vegetación en el diseño de los edificios, imaginar jardín en los techos,  bosque vertical y más fuentes de agua en la ciudad  para re-humanizar las zonas construidas y  recrear en particular,  el uso que tenían los  balcones y los techos en la socialización de la vecindad cuando ….. la ropa secaba al sol.