La lógica implacable de Ovando cuando trazó la nueva Isabela estaba inspirada de los modelos teóricos del Renacimiento, de las antiguas tradiciones romanas (Vitruvio) y de los principios de la ciudad ideal cristiana de Santo Tomás (eximeric) (Gutiérrez, 2002). A priori, nada era dejado al azar. La nueva Isabela sería construida bajo los dictámenes modernos e inspirada por primera vez en las utopías más reveladoras del siglo XV. A diferencia del desarrollo urbano en la Península Ibérica; donde los núcleos "generadores" (iglesia, mercado, castillo) determinaron el crecimiento de la ciudad y la espontaneidad de su construcción, Santo Domingo fue más bien, una ciudad síntesis, una ciudad test, una ciudad ex-nihilo….

Ovando nos enseñó  que la ciudad es una escenografía, la escena de un teatro que podemos modelar infinitamente y autoritariamente. Pero no fue el único. Trujillo, combinando el estilo moderno y el neoclásico con la monumentalidad y la iconografía, construye una ciudad fachada con parques, hoteles e infraestructuras modernas  que ocultaban al mundo la verdadera ciudad oprimida política y socialmente. Joaquín Balaguer, continúa el “asalto urbano” con la polarización o la semi-polarización de la ciudad [1]. La renovación urbana se vuelve un proyecto de estado donde la población es literalmente “no tomada en cuenta” y donde desaparece el “imaginario político nacional” [2].

De esta manera “los Barrios” autoconstruidos, informales o marginales se propagan como si se tratara de una estrategia urbana paralela donde la autoritarismo urbano no tiene ningún poder. Así y a pesar de programas urbanos explícitos y de zonificaciones  funcionales, la ciudad colonial permite el surgimiento de los Barrios San Lorenzo de los minas, San Carlos, Sabana Perdida, Villa Mella y Tamarindo. La ciudad moderna genera los espacios intersticiales necesarios para recibir los Barrios Los Praditos, La Yuca, La Puya, Enriquillo, El Manguito, etc.  Las ciudades modelos, en cuanto a ellas, proliferan los Barrios marginales, esos definidos por encontrarse en los márgenes de la ciudad, esos entre las zonas urbanas y las zonas rurales: Barrio La Esperanza, Barrio Pedro Brand, Barrio Nuevo, El Majagual, Borojol, etc.

Hoy, a la imagen de la metrópolis de Nueva York  (el Nueva York chiquito de Leonel Fernández, 1996), a la imagen de la metrópolis de Singapur (la isla artificial Mondo Novo XXI de Pedro Borrell, 2005) o a la imagen de la metrópolis de Dubái (el Dubái del caribe de Karin Abu, 2014), el imaginario de metrópolis dominicana durante el siglo XXI ha tratado de encontrar las soluciones urbanas inspirándose de otras ciudades en el mundo. Parece que el legado colonial para construir una ciudad ex-nihilo persiste contra todas las demás formas de inspiración y auto-inspiración. Una imitación indiscriminada que ha creado una lógica perversa de exclusión social evidente en las actuales intervenciones urbanas. [3]

La ciudad como ideal de no-ciudad

Entre 1990 y 2015, Santo Domingo, ciudad capital, “megalópolis macrocefalia” [4] goza de intervenciones urbanas exclusivas: la construcción de elevados, túneles, dos líneas de metro!, el desarrollo inmobiliario del sector privado, las multinacionales, los “all inclusive”… El objetivo es fuerte capitalista: atraer más empresas internacionales para asegurar el desarrollo económico de la capital. Mientras que las operaciones urbanas se caracterizan por la monumentalidad arquitectónica y por las ambiciones urbanas desproporcionadas, fuera de contexto y donde el elitismo económico-social, dicta las normas.

Los residentes pierden sus puntos de referencias; las centralidades han cambiado. Es una ciudad impersonal con nuevos iconos urbanos: intercesiones, avenidas y esquinas de las calles [5] y donde a veces ni siquiera hay aceras. [6] El desarrollo económico pasa por encima del desarrollo social y ambiental.  El estado prefiere centrarse en las grandes obras de infraestructura y encomienda la construcción de la cité al sector privado.

La socióloga urbanista Amparo Chantada en su tesis “Analyse des mécanismes de la croissance urbaine en República Dominicana” realizada durante el periodo de Balaguer, afirma que "el estado tiene una fe ciega y equivocada en la capacidad del mercado para equilibrar los territorios,  el estado consume los recursos públicos sin compensar realmente la pobreza” [7] y esto, aún no ha cambiado. [8]

Sabemos que no es oportuno comparar diferentes épocas en términos económicos, sociales y políticos. Sin embargo y a pesar de que Carl Schmit afirma que “no existe una idea política que no haga el espacio, como no existe ningún espacio o principio espacial sin idea política correspondiente”, (Schmit, 1941) en términos urbanos y de planificación urbana, Santo Domingo fue y es todavía una ciudad colonizada, una ciudad bajo la dictadura, una ciudad clientelista, una no-ciudad.

Pero, la mea culpa no corresponde solo al estado o a las ideas políticas que implican el espacio urbano. Los profesionales urbanistas y arquitectos instruyen todavía ideas autocráticas tradicionales considerando que todo lo que no se inscribe en una lógica de orden conocido es una negación a la ciudad. "La ciudad marginal" [9]: ciudad paralela caracterizada por la auto-construcción, la arquitectura popular, espontánea y ecológica, según lo descrito por Eugenio Pérez Montás, impide e impidió siempre el desarrollo de una ciudad moderna, elitista y hasta fascista.

Así bajo el pretexto de la modernidad – y ahora de la tecnología, hemos desapercibido los efectos fatídicos en términos sociales y medioambientales de nuestras operaciones urbanas. Los profesionales de la ciudad han optado por los diferentes tratamientos sociales que Le Bossé describe: estigmatización, victimización e infantilización [10], refiriéndose a los enfoques educativos como si se tratara de mostrar a la gente cómo debe vivir, no a la inversa, aprender de cómo vive la gente e inspirarse para construir la ciudad.

"Ulrich Beck cuenta la historia de una generación de jóvenes y adolescentes a los que se les prometió la integración y la redención pero, que se descubrieron presos de un mundo con  límites y fronteras excesivamente altas" [11].

¿Cómo definimos y en qué consiste la no-ciudad? ¿Es este fenómeno irreversible? ¿Es posible construir la no-ciudad como una ciudad absoluta?

La no-ciudad como impulso de innovación

Manuel Delgado entiende que la no-ciudad ha quedado en el pasado en tanto que adjetivo negativo. El concepto de no-ciudad, él lo trata de “universo”, un universo donde los elementos: habitación, cité, industria se conforman de manera aisladas y privada. Es también un “universo” dedicado al automóvil y donde los centros comerciales se convierten en espacios públicos. Se trata de una ciudad cuya configuración socio espacial desactiva o modifica los lazos entre morfología urbana y estilo de vida. Esta no-ciudad contribuye a la sustitución de la ciudad en zona urbanizada,  ella  fomenta igualmente la multiplicidad de zonas a mono-actividad,  de zonas segregadas, repetitivas y periféricas sin identidad. [12]

Pero esta designación de no-ciudad,  no debe ser una conclusión apocalíptica, sino la invocación urgente a contemplar y considerar los fenómenos urbanos de hoy día de otra manera”. [13] 

Porque la no-ciudad no es un “estado” ni se entiende como una estructura fija, invariable o consolidada. La no-ciudad no es tampoco la contradicción de la ciudad ni el lado oscuro y oculto de la ciudad. La no-ciudad es bien aquella que nos hace sentir perdidos en el espacio, si puntos de referencia o anclaje, es la ausencia de espacio de sociabilización, de discusión, de protestación. La no-ciudad constituye  la dificultad de moverse en el espacio urbano – de movilidad múltiple: a pie, en bicicleta, en guagua, en patines, en triciclo, en motor, etc. Ella reclama también la ausencia de familiaridad, de conocimiento del espacio. Ella rechaza las diferentes soluciones tanto en términos urbanos que en términos arquitectónicos, políticos y jurídicos. Ella objeta contra todo análisis holístico, cualitativo, pragmático, donde intervienen todos los actores, creadores y usuarios de la ciudad. En definitiva, la no-ciudad, es una ciudad que no nos invita a nada. [14]  

Sin embargo, la no-ciudad solo puede ser construida y sostenida por una no-sociedad “una sociedad sin solidaridad, sin mañana, sin compromisos, sin interés comunes…” (Levinas). Construir la ciudad es construir la sociedad. La ciudad es construida por la sociedad, por los individuos que la utilizan, que la hacen parte de su cotidianidad. En Santo Domingo es el efecto copi-pega de modelos urbanos importados que parecen haber amplificado esta sensación de no-ciudad, de espacio ex-nihilo y de no-sociedad.

Actualmente, Las preocupaciones en términos urbanos son mucho más amplias. Todo proceso de planificación, renovación, rehabilitación, reparación, construcción… debe tomar en cuenta "las necesidades del presente sin comprometer las generaciones futuras a satisfacer las suyas." [15] La planificación de la ciudad consiste en un proceso a largo plazo que integre los principios de desarrollo sostenible. No obstante, las necesidades urbanas actuales son diversas, pensar en los intereses de las generaciones futuras – y en el “largo plazo” al que no estamos acostumbrados, cuando no somos todavía capaces de superar las desigualdades sociales en nuestra ciudad, es un ejercicio que implica un análisis detallado de nuestro sistema de acción a todas las escalas de intervención urbana.

Los Barrios como ejemplo urbano y de urbanismo sostenible – de cité

De esta manera y admitiendo que la ciudad de Santo Domingo tiene un potencial de inspiración urbana autóctona, que ha querido ocultarse y estigmatizarse durante más de 500 años, el nuevo paradigma consiste en volcarse hacia las formas de urbanismo espontáneas o “informales” como fuente de inspiración para la construcción de la ciudad, – de la cité.

Los barrios son, sin dudas, micro ciudades, espacios urbanos de inspiración arquitectónica y de planificación urbana. Ellos se han consolidado en la ciudad para quedarse. Ellos constituyen una fuerza y una prueba de iniciativa que lejos de entenderse como un problema, deberían considerarse como una oportunidad al desarrollo sostenible urbano y social permitiendo así, no solamente una ciudad más justa, pero también una ciudad más sostenible.

No son anodinas las reflexiones que se desarrollan en las mega-ciudades sur-americanas  como Brasil, Colombia, Argentina o Chile en cuanto a las intervenciones urbanas en barrios aglomerados, pobres, ‘informales”, etc. y en las potencialidades que estas comunidades pueden aportar al saber-construir de la ciudad: La participación, la educación ambiental, la educación cívica etc. Justamente, Gustavo Restrepo por ejemplo, entiende desde su experiencia en los barrios de Colombia  que “el urbanismo  puede acarrear el narcotráfico”. [16]

La asociación “ciudades emergentes” implementa actividades asociativas de reciclaje en los barrios de Valparaíso en Chile como una iniciación a la educación ambiental. En Brasil Jacques Lolive y Cintia Okamura ponen en marcha un programa de pragmatismo inspirado de la escuela de sociología de Chicago, donde el modo de vida en las favelas incluyendo los riesgos, son una fuente de estudio científico. Justin McGuirk en su libro ciudades radicales nos habla de las potencialidades de la ciudades latinoamericanas y de paradigmas urbanos de  los que países desarrollados se inspiran.

El estudio de zonas aglomeradas puede resultar un revelador des experiencias sociales, de solidaridad y de sostenibilidad.  Entonces, ¿por qué seguir buscando la ciudad que no se nos perdió del otro lado del mundo, cuando la  tenemos justo al lado? ¿Por qué no intentamos comprender los modos de vida y de construcción social que son los nuestros para construir nuestra ciudad y rehabilitar nuestros barrios?

Resulta imprescindible generar una base de datos con informaciones (cualitativas y cuantitativas) de nuestros barrios autoconstruidos. Nuestros barrios “informales” -que ya son formales [17], necesitan ser cartografiados, necesitan diagnósticos, de mapas sensibles y de participación activa y continua de su población.

En santo Domingo el estudio etnográfico [18] de un barrio realizado por Tahira Vargas nos muestra esta relación directa entre los pobladores y sus calles, sus aceras, los colmados, las mesas de domino, los cumpleaños, los chismes, etc. Ella nos transporta a un universo que pocos conocemos y que muchos no desean conocer, un universo que muestra nuestra realidad y hasta nuestra identidad urbana.  

Notas

[1] Wilfredo Lozano, Isis Duarte, y Otto Fernández Reyes, La Urbanización de la Pobreza: Urbanización, Trabajo y Desigualdad Social en Santo Domingo (FLACSO, Programa República Dominicana, 1997).

[2] Laura Faxas, République dominicaine: système politique et mouvement populaire, 1961-1990 (Presses Univ. du Mirail, 2005).

[3] Miguel Ceara Hatton, “Desigualdad, pobreza y bajos salarios”, Acento, el 11 de abril de 2013, http://acento.com.do/2013/opinion/208733-desigualdad-pobreza-y-bajos-salarios/.

[4] Amparo Chantada-Matos, “Analyse des mécanismes de la croissance urbaine: Santo Domingo (République Dominicaine) 1966-1978” (Thèse de doctorat, 1982).

[5] Amparo Chantada, “GLOBLALIZACIÓN, ISLA ARTIFICIAL y nuevos Ghettos”, 2005, http://www.cielonaranja.com/chantadaisla.htm.

[6] Ver videos de la comunidad facebook « una acera para el pueblo » https://www.facebook.com/Una-Acera-para-el-Pueblo-1576309009296089/?fref=ts

[7] Chantada-Matos, “Analyse des mécanismes de la croissance urbaine”.

[8] El índice de pobreza extrema  medido con los indicadores actuales del PIB es de 7.9% de acuerdo al último reporte de MEPyD, 2014. Si la medida PIB cambia y que consideramos otros aspectos menos económicos: la sostenibilidad y el bienestar el porcentaje podría variar enormemente.

[9] Eugenio Pérez Montás, La Ciudad Del Ozama: 500 Años de Historia Urbana (BPR Publishers, 1998).

[10] Yann Le Bossé, “De l’« habilitation » au « pouvoir d’agir » : vers une appréhension plus circonscrite de la notion d’empowerment”, Nouvelles pratiques sociales 16, núm. 2 (2003): 30, doi:10.7202/009841ar.

[11] Bernardo Secchi, La ville des riches et la ville des pauvres: urbanisme et inégalités, trad. Marc Logoz (Genève, Suisse: MétisPresses, impr. 2014, 2014).

[12] Manuel Delgado, “La No-Ciudad como ciudad absoluta”, Sileno: Variaciones sobre arte y pensamiento, núm. 14 (2003): 123–31.

[13] Salvador Moreno Peralta, “La ciudad que late en la no-ciudad” (La ciudad como centro de innovación,s/f),http://www.laciudadviva.org/opencms/export/sites/laciudadviva/recursos/documentos/Familias_de_documentos/Revistas_La_Ciudad_Viva/Revista-La_Ciudad_Viva-numero_1-Enero_2009/Articulos/La_ciudad_como_centro_de_innovacion/Salvador_Moreno_Peralta-La_ciudad_que_late_en_la_no_ciudad-2009.pdf.

[14] Ver video “la escala humana” donde Davio Sim arquitecto de la agencia Gehl architectos habla del espacio urbano y de la tarea del arquitecto-urbanista a invitar a la gente a usar el espacio en lugar de conformarse con planificar el espacio sobre un plan masa

[15] Comisión Brundtland, 1987

[16] Plataforma Arquitectura, “Gustavo Restrepo: El urbanismo puede acorralar al narcotráfico”, 2015, http://www.plataformaarquitectura.cl/cl/768182/gustavo-restrepo-el-urbanismo-puede-acorralar-al-narcotrafico.

[17] Definición de forma urbana: La forma urbana es la articulación de llenos y vacíos, es la articulación entre la mancha negra (vacío) y la blanca, y es lo que nos permite observar la forma urbana

[18] Tahira Vargas, De la casa a la calle: estudio de la familia y la vecindad en un barrio de Santo Domingo (Centro de Estudios Sociales P. Juan Montalvo, S.J., 1998).