La herencia dominica, implantada en Quisqueya de ayer,

aparece de nuevo en la isla, a través de este faro de luz…

En la cultura dominicana yacen como tesoros bajo el mar inexplorados, joyas de contenidos para la producción cinematográfica. Nuestra historia antigua y reciente, así como sus ficciones (novelas, cuentos y obras dramáticas) esperan por quienes se lancen, con el equipo de buceo adecuado, a la sofisticada empresa de adaptación y rescate en formato audiovisual. Para fortuna nuestra, dos emprendedores con experiencia fílmica y profundidad narrativa, José Enrique Pintor (Pinky), director y Huchi Lora, co-escritor junto al primero, se unieron en una aventura difícil, costosa y delicada. Acaso motivados por la propia historia contada en su largometraje documental, la dupla alcanzó un trabajo de alta calidad. El documental Santo Domingo primera de América (2019) es un buen material para las plataformas digitales mundiales de streaming y los festivales de cine.

Estuve atenta desde México al estreno el pasado miércoles, a través los avisos de la empresa financiadora del proyecto, el Banco BHD-León. Hace tiempo sabía de la producción, pues ocurre que Su Majestad, Leonor Asilis, la actriz que interpreta a Isabel La Católica en la producción es mi querida amiga. Desde hace meses, Noni, como conocemos a Leonor en Santo Domingo, compartió en sus redes algunas fotos de lo que ocurría detrás de las cámaras, alimentando nuestra curiosidad. Isabel La Católica fue una figura clave en las decisorias en torno a la villa de Santo Domingo, sede del primer virreinato de América. Como salida de un cuadro colgado en el Museo del Prado, Noni es su vivo retrato y agota su breve intervención con gracia.

Una voz de mujer (Marina Frías) cuenta en primera persona la historia del origen de la primera ciudad del continente americano fundada el 4 de agosto de 1496. Santo Domingo es una Leo. De nosotras las Leo se dice que somos hijas del Sol. Santo Domingo, a criterio de los creativos guionistas, es femenina. La voz omnisciente que narra el documental es la voz de la ciudad. Una licencia artística de Pintor y Lora, consistente con la personalidad de la ciudad al sur de la isla Hispaniola bañada por el mar Caribe. Una urbe de luces multicolores y temperatura apasionada. Recibe visitas diarias del Astro Rey queriendo besarla. Cuando, por el contrario, le llegan tempestades inesperadas, muestra coraje y vuelve a ponerse de pie para parirle follajes verdes a su eterno enamorado.

El documental centra su atención en los eventos del Descubrimiento, específicamente del primer y segundo viaje de Cristóbal Colón relacionados con el dominio de la isla que los aborígenes llamaban Quisqueya, actualmente ocupada por los territorios de la República Dominicana y la República de Haití. La trama continua hasta el proceso de creación del primer asentamiento urbano en el continente que recién Europa descubría y no había todavía decidido cómo llamarle. Antes que América hubo Santo Domingo.

Para los dominicanos, el documental es un paseo soñado por nuestras lecciones escolares, guiados por el sentimiento de la ciudad narradora y los oportunos apuntes de un colectivo de historiadores de primer nivel: Raymundo González, Roberto Cassá, José Felipe Chez Checo, Esteban Mira Caballos e Izaskun Álvarez Cuartero. Sin embargo, no somos los dominicanos su único público-meta.

Es la primera vez que vemos un largometraje de estándar mundial, producido in situ, para repasar una historia tantas veces contada por los libros y otra sola vez que pueda yo recordar en el cine. No obstante, en esa otra ocasión, el largometraje de ficción de También la Lluvia (2010) de la directora española Icíar Bollaín, protagonizado por Luis Tosar y Gael García Bernal, fue filmado en Bolivia y no en lugar de los hechos. La inversión y cuidado artístico en diseño de producción, los efectos especiales, el vestuario, la dramatización y la cinematografía, de la versión documental dominicana es elegante y profesional.

Ver a Santo Domingo por primera vez como solo Samuel Hazard, James E. Taylor y otros antiguos pintores la habían dibujado en sus grabados, despertó a la niña curiosa que ojeaba los libros del Historia en mi antiguo colegio, queriendo adivinar como olía, sonaba y brillaba el Santo Domingo sin automóviles, tendido eléctrico o vertedero de Duquesa; una Nueva Babel, donde se hablaba taíno, mandinga, español antiguo y las naos salían o llegaban desde los distintos puntos de América. El documental responde a la inquietud que nos producía la cara brava de Caonabo y la sofisticada silueta de la cacique y sacerdotisa Anacaona, dibujados en nuestros pequeños libros de texto de cuarto de primaria. Se adentra en los conflictos personales, políticos y sociales ocurridos en la particular ciudad colonial, un experimento antropológico donde las tres culturas que conforman nuestra identidad, produjeron cruces y choques. Sus realizadores prefirieron un tempo tranquilo y un tono educativo. No se trata de un motion picture, como dicen Hollywood a las películas. No obstante, se destaca una buena escena de acción, la matanza de Jaragua.

Su relato no es solo de interés local. La estrategia del trazado físico y económico de la ciudad costera diseñada por los españoles, refiere una experiencia que los llevó a ser protagonistas de la historia durante el Renacimiento. Provenientes de un territorio que en la Antigüedad había sido una de las colonias de máxima explotación por el Imperio Romano; y que, además, experimentó un feudalismo más orientado al mercantilismo que el resto de Europa, gracias a la presencia árabe en la península Ibérica; sus avanzados conocimientos y destrezas para consolidar su propio estamento colonial, se hicieron evidentes a raíz del Descubrimiento de América y en específico, desde la fundación de Santo Domingo.

El mismo modelo urbano se reprodujo en Cartagena, San Juan, La Habana, Veracruz y demás ciudades caribeñas, por su táctica ubicación, como lo hicieron los romanos en las ciudades mediterráneas. El documental es claro al explicar que ese era el esquema de dominación hasta ese momento desarrollado por las civilizaciones dominantes; y no hay por qué esperar, como lo habría explicado Marx, que la monarquía española lo habría hecho diferente. Las demás potencias colonizadoras no fueron menos crueles que la Conquista de la corona española, para el estándar ético del hombre y la mujer del siglo XXI. En las palabras de Ernesto Sábato citando a Pedro Henríquez Ureña, la Conquista y la colonización de América son hechos dialécticos (Ver).

El documental alcanza grado sublime cuando revela la motivación ulterior de Pintor y Lora como realizadores cinematográficos. Su esfuerzo no ha sido solo para recrear la historia de las primicias arquitectónicas de la Conquista que se conservan en la ciudad de Santo Domingo, y dieron albergue a las instituciones, monárquicas, judiciales, académicas o clínicas del reino unido de Castilla y León. Se interesa por el desarrollo humano alcanzado en nuestra ciudad colonial. Me fascinaron, como ha de comprender el lector asiduo de esta columna, los señalamientos de los historiadores entrevistados, acerca del monopolio comercial pautado desde la Casa de Contratación y las olas migratorias que trajeron a la isla a los primeros artesanos y forjadores de oficios al Nuevo Mundo. Detrás de la producción, que muestra una acción rica del desarrollo urbano de esas poblaciones en las primeras calles de la hoy Zona Colonial de Santo Domingo, hay una delicada tarea de investigación. Comparada, por ejemplo, con la teleserie Bolívar (2019), se invirtieron tantos recursos en diseño de producción y se agregaron efectos especiales para llevar al espectador hasta los días del siglo XV, a pesar de no tratarse de una película de acción y drama de ficción como la primera.

El largometraje reserva sus mejores momentos para el tercer acto que cuenta la herencia Dominica, protagonizada por los frailes Bartolomé de las Casas, Antón de Montesinos y el vicario Pedro de Córdova en 1511. Como un personaje escrito para cine, la ciudad narradora hace catarsis ante los eventos ocurridos en el mes de diciembre de ese año. De todas las primicias que conforman el patrimonio cultural de la ciudad de Santo Domingo, ser cuna de los Derechos Humanos, es nuestra más preciada joya patrimonial. Las piezas oratorias conocidas como los Sermones de Adviento y el legado historiográfico que explica la impronta de los frailes dominicos, en su misión contra la dinámica opresora de la ocupación, nos debe llevar a todos los que nacimos, crecimos, vivimos o visitamos esa ciudad antillana y el resto de los poblados interiores de la isla a profundas reflexiones.

El documental cuenta ese evento con hermosura cinematográfica. Los claros oscuros de esas escenas parecen pintados por Zurbarán o Murillo; mientras que los actores que las interpretan, en especial, aquellos que tienen los roles de Montesinos (Luis del Valle) y Pedro de Córdova (Ernesto Báez), hacen del testimonio tantas veces leído en las aulas académicas, una escena dramática viva. En estos momentos de unirnos en sentimientos de empatía y solidaridad social, el largometraje de Pintor y Lora no puede resultar más oportuno. La segregación no solo es un fenómeno racial de la antigua historia colonial. Cada día del 2020 parece convocarnos a reencontrar esa mística para enfrentar los estándares desiguales, dejados en evidencia por lo que acontece.

El estribillo que encabeza este artículo es bien conocido por un grupo de miles de mujeres y más recientemente, hombres también. Son las primeras líneas del himno del Colegio Santo Domingo, la escuela donde estudié diez inolvidables años de mi vida. Nuestro colegio fue fundado por monjas dominicas oriundas de Michigan, Estados Unidos, y bautizado para honrar a la Orden de tales sacerdotes como la ciudad donde se encuentra hace setenta y tres años. Ellas tienen su propia historia meritoria durante la tiranía de Rafael L. Trujillo, tema para otra entrega. Allí escuchamos a formidables maestras de historia, religión, lengua española, literatura y filosofía, Rosalía Sturla, Mercedes Mencía, Gilda Nolasco, Dulce de Sanchís, Jocelyn Medina y Carmen Rosa de Alberti entre otras, educarnos en el legado humanístico que la mezcla de culturas nos proveyó. Cuando estaba el último año, la Sociedad de Bibliófilos publicó los cuadernos de Fray Ramón Pané que mi papá trajo a casa. Los llevé a la clase de mi exquisita maestra Isabel Marión Landais y con profundo respeto leíamos sobre las creencias de los aborígenes. El documental traslada a un guion expresivo esos sentimientos que antes Juan Luis Guerra y 440 hizo canción en voz taina, Naboria Daca.

El nombre de nuestro país es un tributo a la herencia dominica. En 1844, Juan Pablo Duarte lo propuso inspirado en la misión de frailes que tenían esa relación basada en la dignidad humana con estos otros hombres y mujeres, distintos a ellos. Somos una república dominicana, esto es, una nación de hombres y mujeres capaces de adjetivar la igualdad ante la ley en todos los actos de la vida republicana. El Patricio quiso imprimirle un sello nobleza a nuestra idiosincrasia. No hay otro modo de comprender el patriotismo duartiano, excepto siendo justos, lo primero sin excepciones.

Felicito a Pintor y a Lora, a la institución que los apoya, así como a todo el elenco y equipo técnico de Santo Domingo, Primera de América el documental, por su excelente realización cinematográfica. La escena en que se muestra el Alcázar de Colón en fase de construcción al fondo, está claramente inspirada en el antiguo grabado de Hazard del siglo XIX, cuando el monumento se encontraba en ruinas y Salomé Ureña escribía versos en su honor. Un efecto especial de cine sobrecogedor.

Otra estampa más delicada todavía, fue llevar las reflexiones del diario Bartolomé De las Casas a una serie de tomas que hacen palpables el drama de los aborígenes y esclavos de origen africano sometidos a la Encomienda. Con la historia de ese fraile me reencontré hace poco, cuando visité San Cristóbal de las Casas, pequeño pueblo mágico del Estado de Chiapas de México, que lleva ese nombre en su honor. Allí pasó los últimos días de su vida y hasta el final estuvo al servicio de la población sometida.

Esperamos otras producciones similares del mismo equipo. Este documental se recomienda a los millones de visitantes alrededor del globo, que sueñan con ir o volver a nuestra hermosa isla. Santo Domingo es una ciudad de gracia femenina, llena de luz y fuerza exterior e interior. Pronto estará abierta de nuevo al visitante, lista para ser recorrida en paseos por su galería de primicias del Nuevo Mundo, bajo el calor tropical. Si hemos vencido, huracanes, piratas y pasadas injusticias, también venceremos nuestros actuales problemas de contaminación viral y ambiental.