Cuando era un niño la imagen de un octogenario era la de un individuo calvo o de avanzada canicie, requería de un bastón para caminar, lentes para corregir su visión, breteles para sostener sus pantalones, removibles dentarios y por lo general recluído en su casa sentado en una mecedora. No creía, como aseguraban canciones de la época, que 20 años no eran nada y que 100 eran muy poco al considerar que, por el contrario, era mucho tiempo.

Revisando el listado de mis ex compañeros de estudios universitarios me apercibo que 6 de ellos nacieron en 1940 y por lo tanto en este 2020 cumplen sus 80 primaveras. Ellos son los ingenieros agrónomos Samuel Concepción y Tió, Publio Camilo, Papito Abreu Vargas –fallecido-, Vinicio Reyes del Villar, Juan González y el inefable Juan José Odalís Peña Méndez nacido un día como hoy 16 de septiembre.

A diferencia de antaño, la estampa de estos octogenarios no tiene nada que ver con la descrita en el párrafo inicial, ya que aparte del deterioro dérmico esperado todos se conservan lúcidos, activos, con toda su cabellera, capaces de llevar sus piernas donde ellos quieren, algunos no portan gafas y ninguno acusa, sea al andar o al hablar, las debilidades y achaques propios de la chochez.

Conocí a Odalís a inicios de los años 50 del pasado siglo cuando estudiaba en el legendario Instituto Iberia de Santiago, y desde entonces sobresalía por el protagonismo que asumía frente a sus compañeros de clases -me llevaba unos cuantos cursos. En el Santiago humanitario de entonces por su sociabilidad tenía el perfil de un Relaciones Publicas y su carácter afable, a menudo burlón, hacía que un colega profesional me dijera con frecuencia sobre él: Yo no puedo evitar que me caiga bien”

Era tan popular como los folclóricos Maney Negrete, Chichí Mambo, José Salsa, Pancholo Pereyra, Eddy Gómez y Miguelito Revolución al ser parte integrante del inmobiliario urbano del Santiago hoy llamado histórico, testimonial, convirtiéndose en todo un referente cuando se necesitaba orientación y guía en lo concerniente al pasado y el presente de la ciudad y sus lugares más emblemáticos.

Odalís Peña

Desde joven Peña Méndez se caracterizó por la elegancia y maestría de su fildeo en la segunda base y en el siore, no explicándome nunca como su impecable defensa no despertó el interés de los escuchas de entonces. Sus alcances y brillantes atrapadas recordaban las que luego realizaron Amado Samuel y Cabeza Fernández, aunque es justo reconocer que su poder ofensivo no lograba jamás la espectacularidad de su deslumbrante fildeo.

Siempre recuerdo haberle avistado delgado y espigado como era entonces en el acto de inauguración -año 1953- del monumento que se construyó en el cementerio de la 30 de marzo en conmemoración de los peloteros fallecidos en el accidente de aviación de 1948. No debemos olvidar que en ese desastre también fallecieron Francisco Collado -Un hijo de Papatón con una de cuyas hermanas casó luego Odalís-; un hijo del expresidente de la República Eladio Victoria; otro del también expresidente Rafael Estrella Ureña, así como el abuelo del comentarista Kelvin Cabral.

A finales de los cincuenta nos veíamos a menudo en el antiguo bar Colón donde con las canciones del Indio Araucano y del colombiano José Luis Martínez él departía con peloteros veteranos y activos del béisbol como Güeba Rodríguez, Vicente Scarpatte, Capejón Díaz, Julito Martinez, Tiant Tineo, Pajarito Perdomo, Daniel Rodríguez, Octavio Acosta, Víctor Ramírez, Elías Frías, Roberto Peña y Ford Aracena entre otros.

Desde el año 1962 hasta el 1968 fuimos compañeros de pupitre en la Escuela de Ingenieros Agrónomos de la UASD conviviendo además en algunas pensiones u albergues ubicados en la denominada Zona Universitaria. Si en verdad no fue un estudiante excelente, nos ofreció a todos sus condiscípulos una prueba de su tenacidad y obstinación en la vida al cumplir su promesa -con reiteración expresada- de qué se graduaría en el primer grupo que egresara. Y así fue en el año 1969, siendo además el primero en conseguir trabajo en la antigua SEA.

Durante sus años universitarios siempre andaba a la cuarta pregunta y era muy hábil en la Gramática parda, y cuando alternábamos fuera de clases sus temas preferidos eran el psicoanálisis de Freud, las obras de José Ingenieros y Dostoiwesky, sus críticas al padre Patrick Peyton llamado sacerdote del Rosario, su indiferencia a la rebeldía estudiantil de la época y desde luego el Hipismo. Por ser algo inusual y jamás visto, no podemos omitir su acendrado y enfermizo Santiaguerismo.

Casi todos los fines de semana viajaba a Santiago siendo sus transportistas más frecuentes su tío el Ing. José Rafael Peña y su profesor Iván Guzmán Klang. Creo que por ello no estableció ningún vínculo amistoso permanente con nadie residente en la capital dominicana, debiendo figurar en el Archivo Histórico de Santiago como el único Santiaguero que prefería finisemanalmente ir a la ciudad corazón en lugar de asistir a un concierto, una exposición o un evento cultural en Santo Domingo.

En esos años 60 conformó en Santiago un grupo de cachanchanes socialmente pertenecientes a la clase media acomodada pero que tenía la versátil peculiaridad de relacionarse simultáneamente con la alta burguesía y el populacho de la ciudad. Formaban parte del mismo Eugenio Deschamps, Rafael Leónidas Velázquez (Cuquito), José González, Federico Villamil, José Joaquín Peralta (Cunito), Antonio Nicolás, Ceferino Díaz Bonilla y Maquín Estévez entre otros. Para ellos era todo un orgullo su pertenencia al mismo siendo envidiados por los clasemedieros bajos y el lumpen proletariado.

Residió siempre en la calle Máximo Gómez número 35 o sea en pleno corazón de la urbe vecino al billar de Mackey, un precario punto de reunión de la juventud. Su esquina inmediata ocupada por la antigua Farmacia Vega, El hotel Mercedes y la Curacao era un escenario por donde pasaban a pie o en su vehículo casi todos los habitantes de Santiago, y esto convertía a nuestro amigo en una especie de estafeta de correos o un internet viviente para quienes buscaban cualquier tipo de información.

Odalís era el hijo único del héroe nacional José Manuel Peña (Cuco) caído junto a otros expedicionarios que desde Cuba desembarcaron en junio de 1959 en el litoral norte de la isla pretendiendo derrocar al régimen de Trujillo. Nunca conocí a este patriota de la denominada raza inmortal, pero si a su padre y hermanos, y por este hecho es muy probable que esta familia fuera sometida a una discreta vigilancia policial como era usual en la época.

Señala Vinicio Lembert en su libro sobre la base militar estadounidense para proyectiles dirigibles localizada en Sabana de la Mar (1951-1961), que antes de su partida de Cuba Fidel Castro le sugirió a Cuco que al ser una figura presidenciable debía quedarse para una segunda etapa, pues la invasión era de mucho riesgo. Cuco le respondió que no abandonaría a sus antiguos camaradas de la “Juventud Democrática” de 1946, y al no aparecer nunca su cadáver se supone que murió en las saladas aguas del océano Atlántico.
En resarcimiento a su histórico gesto la principal calle de su pueblo natal Villa González, así como el Play de soft-ball de la misma -fue un excelente outfilder- llevan su nombre. No obstante, esta patriótica actitud asumida por los miembros de la sociedad civil de esta comunidad antes conocida con el nombre de “Las Lagunas”, el gobierno dominicano debería compensar de alguna manera a su único hijo y heredero, llenándo así un vacío, una laguna, pendiente de histórica retribución.

Para sumarnos a la santiaguera fiesta no debemos silenciar que por su vertical incidencia en el desarrollo de los deportes locales, Peña Méndez ha sido reconocido por el Centro Español como dirigente y propulsor del softball, aunque creo que su mayor influencia y colaboración – aún no reconocida- fueron las muchas vocaciones beisboleras que despertó en la juventud al observarle por muchos años fildeando y privoteando como todo un maestro en los infilders de muchos estadios cibaeños.

Finalmente le deseo unas sinceras felicitaciones a quien considero como uno de los grandes activos y promotores, no únicamente de los deportes sino también de la producción agropecuaria y la preservación de la mística de nuestra ciudad, de cuya principalía Odalís ha sido uno de sus líderes más entusiastas. Espero que lo celebre en grande junto a su esposa Raquel, sus dos hijos, cinco nietos y su legión de amistades.