A propósito de las conversaciones que en los últimos días han salido a relucir entre dos facciones importantes a lo interno del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) -probablemente las más comprometidas con el atraso de nuestra organización política en la última década y media- me surge la idea de escribir algunas reflexiones. Recuerden que, como siempre, mis escritos están matizados por una visión objetiva, académica e impersonal de los fenómenos políticos amén de que tenga mis posiciones personales. Aquí trato de llamar a la reflexión a las bases perredeístas, y no a los "altos dirigentes", a fin de abrir los ojos con miras al futuro de su partido y del país. Quien quiera, luego condenar mis ideas porque le toquen personalmente, le sugiero que presente las cartas positivas que sus actos del pasado y el presente han contribuido a enaltecer los símbolos del PRD y por supuesto, su hoja de vida, ellos defenderán por sí solos su ofensiva.

Los acuerdos, la institucionalidad.-

Una visión jurídico-política e institucional de la situación actual que atraviesa el PRD nos dice que los "acuerdos partidarios-internos" no deben estar dirigidos a influir o cambiar el fondo de la estructura y filosofía democrática histórica del PRD, sino que deben estar encaminados a regular, facilitar, viabilizar y fomentar "el entendimiento" con miras a regular un aspecto meramente formal: fijar la fecha de la convención y reglamentar las condiciones y mecanismos que lleven al fin democrático perseguido en cualquier partido político como emulador de acceso al poder por la ciudadanía en un sistema democrático de representación. Una convención transparente, incluyente y justa que garantice una sana competencia en condiciones de igualdad y garantice una real democracia interna es ese apreciado fin. Los pasos siguientes serían: a) Hacer una oposición seria de contrapeso a los poderes públicos; y b) Alcanzar el poder como premio ciudadano de ese esfuerzo.

En tanto, convenir otra cosa que la "formalidad" para abrir paso a una genuina democracia interna a través de una convención en el PRD, es permitir que los mismos beneficiarios del sistema sigan merodeando o dominando las cópulas dirigenciales usando el PRD a su antojo para sus fines económicos personales y de grupos, y digo "fines económicos" porque en política NO aportan ni han aportado NADA, ninguna innovación en beneficio de las mayorías, tampoco ningunos principios conceptuales ni estratégicos en el ejercicio político, ni ninguna lucha para lograr al menos la reivindicación política, social y económica de su propia militancia, mucho menos la de la mayoría del pueblo dominicano. Sus hechos están ahí.

Asentir estos propósitos bajo la excusa de "buscar la anhelada unidad", es también permitir que esta sangre vieja siga destruyendo la doble vocación que en estos momentos cruciales debe tener el PRD -como todo partido de oposición- ante la consolidación inminente de un sistema monopólico de partido que amenaza seriamente la alternabilidad del poder en la República Dominicana (RD) a través de la llamada 'Dictadura Constitucional' del Partido de la Liberación Dominicana (PLD). Esta dual vocación comprende, por un lado, la filosofía de libertad, democracia y justicia social conforme a los principios contenidos en nuestros estatutos, la memoria histórica y la teoría peñagomista del 'Gobierno Compartido', y por otro lado, el arribo necesario al poder para hacer las transformaciones sociales, políticas y económicas prometidas, que todavía 15 años después de la muerte de nuestro extinto líder Dr. José Francisco Peña Gómez, no han sido cumplidas.

Por tanto, ante estos eventos, NO quiero, particularmente en lo personal, ser parte de un pasado funesto como éste si permitiéramos que "Más de lo mismo" se volviera a imponer a lo interno de este tesoro instrumento de la democracia dominicana y triunfe sobre la noble voluntad de las y los perredeístas que estamos comprometidos con el futuro y la ética política en la RD pero que no tenemos compromisos con el pasado oscuro como aquel que las acciones e intenciones de estos 'promotores de acuerdos' representan y representarán para un futuro incierto del PRD que se avecina de aceptarse este contubernio de espaldas a la voluntad libérrima de quienes están llamados a decidir: las bases perredeístas. En lo absoluto, estoy en desacuerdo con tan maquiavélicas pretensiones.

El PRD es de todos, no de grupos ni de tendencias internas, ni de familias. No está hecho para repartirse entre ellos ni a sus descendientes ni 'amigos'. Me indigna saber que muchos pretendan arribar a posiciones sonoras, de marcada influencia política solo porque son pupilos, de 'confianza' o parientes de algún "alto dirigente" o "importante caudillo", y no por sus talentos propios, aportes, lealtad probada, conceptualización política y consistencia histórica marcada por sus actos públicos y privados. Eso es lo que hay que premiar, no el amiguismo, el nepotismo o peor aún, promover una pequeña aristocracia u oligarquía como en los tiempos de la Europa de la antigüedad. Las crónicas y análisis de "La República" del filósofo Platón debieran ser una lectura obligada para cada miembro de base del PRD a fin de hacer conciencia de lo que quiero significar aquí y de los riesgos actuales y futuros ante los cuales nos encontramos a lo interno de nuestra organización política. Mi respuesta a aceptar este sistema de cosas es "NO", una profunda negación a ello conforme a mis principios socialdemócratas y de ética política. Por consiguiente, me resisto totalmente a permanecer en un partido, en un PRD, donde la línea de mando y la evolución (o mejor dicho 'involución') de la dirección política esté marcada por esta forma de relación aristócrata u oligarca y de acceso al liderazgo partidario que se ha convertido ya en una tradición desde que quedamos huérfano del único liderazgo puro que hemos tenido en la era contemporánea del PRD. Eso hay que acabarlo de una vez y por todas en el PRD, arrancar de raíz esa savia mala que pretende inmanecer esta práctica lesiva a la democracia interna y la misma dialéctica histórica del desarrollo de nuestra organización política, la misma culpable de todas estas burdas derrotas electorales en los últimos quince años. Aun cuando, yo no sea beneficiario del clímax positivo de ese proceso, pondré inmoladamente todo mi empeño para que este sistema antidemocrático y retrógrado sea eliminado en medio de este proceso y las experiencias venideras, espero alguna vez contar con el apoyo, al menos moral, de la mayoría. Hay que comenzar a imponer paradigmas loables en el PRD. Si las bases prefieren la otra opción sistémica aun a pesar de ser concientizadas, entonces en el PRD, todo está perdido y en el país también, desafortunadamente.

Una necesaria "Sangre nueva".

Por todas las anteriores y otras sobradas razones es que he enarbolado en las redes sociales y en mi discurso político y lo oficializo ahora mediante este artículo de reflexión, la propuesta de que la "SANGRE NUEVA" en el PRD debe prevalecer ante todo. No es cierto el argumento que nosotros, los dirigentes jóvenes que oscilamos entre los 25 y 45 años de edad y con más de década de militancia política, lealtad pura y de corazón en este glorioso PRD, no estemos capacitados ni habilitados por la experiencia y la academia para dirigir, no solamente los destinos del PRD, sino para transformar el sistema de partidos, mejorar la democracia y por supuesto, dirigir el país en beneficio de las grandes mayorías y las futuras generaciones.

Y, para mejor entendimiento de lo que según nuestro criterio es "Sangre Nueva" en el PRD, debemos decir que refiere a un movimiento más allá de ser renovador, aniquilador de todo cuanto pueda dejar al PRD con el mismo lastre que los recuerdos del pasado han significado como debilidad institucional a la hora de someter al escrutinio a nuestros líderes y candidatos, tanto en el caso de procesos electorales como en las grandes decisiones nacionales donde nuestro partido debe asumir cuota de poder político y responsabilidad social. No tiene que ver con que los errores de uno necesariamente sean endosados injustamente en otro. Tiene que ver, más bien, con la vigencia de principios democráticos en donde la selección de nuestros líderes sea el resultado de una convicción mayoritaria, sin influencias ni manipulaciones de ningún tipo -ni mucho menos del dinero-, y su reconocimiento político sea fruto de los talentos y conveniencias colectivas para el futuro de nuestra organización y no el mero ejercicio caprichoso del poder -claro u oculto- de quienes siempre han pululado para ostentar el liderazgo vacío sin conceptualización y sin principios liberales que nos han llevado al retroceso como entidad política.

Dicho así, el concepto filosófico de esta tendencia –que debería ser el buque insignia de las bases perredeístas en estos momentos con miras al futuro venidero-, no es un asunto de "Caras Nuevas" o "Más de lo mismo" disfrazado de pseudo-juventud o “liderazgo renovado” sino de una savia nueva que dirija con fuerzas, inteligencia, sabiduría, sentido de pertenencia y sin compromisos del pasado, los procesos de cambio que deben iniciarse a lo interno del PRD y terminar en la sociedad impactando en la gente para lograr la transformación de la RD en un país más justo, más equitativo, más democrático y del cual los dominicanos y dominicanas estemos orgullosos de presentar en cualquier lugar del globo terráqueo.

En efecto, este argumento con el cual "Los viejos" quieren invalidar nuestras aspiraciones más allá de ser discriminante e inmerecido (ante tanto talento joven dentro del PRD sin compromisos con el pasado -digo 'sin compromisos del pasado porque los hay jóvenes pero con pasados oscuros o vinculados a pasados cuestionables), es totalmente contrario a la 'Historia de las Ideas Políticas' y a la tendencia que hoy recorre a lo largo de todo el mundo donde la Democracia es el sostén político de la convivencia humana. Solo basta estudiar los interesantes fenómenos de las ’Primaveras Árabes' donde sus precursores han sido jóvenes, en su mayoría de primera y segunda generación e interconectados a través de las tecnologías de la información. Es sencillo ver cómo los grandes y más influyentes líderes de hoy con propuestas de cambio y avanzada son y han sido, en su basta mayoría para no decir su totalidad, personas consideradas jóvenes. Echemos un vistazo en EE.UU., el presidente Barack Obama; en México, el presidente Enrique Peña Nieto –considerado uno de los hombres más influyentes de América y el mundo, según análisis recientes- [Revista Times, 2013; Forbes, 2012]; en El Salvador, el presidente Carlos Mauricio Funes Cartagena; en Venezuela, el extinto líder Hugo Chávez y el actual líder de oposición, Henrique Capriles; en Ecuador, el presidente Rafael Correa; en Rusia, el primer ministro y ex presidente Dmitry Medvedev;  entre otros no menos importantes. Pero no solamente esto es un fenómeno reciente, lo fue también en los orígenes de los procesos de emancipación y apertura democrática en América y todo el mundo. Ejemplos hay de sobra. En la RD, tenemos el caso de los héroes independentistas; los trinitarios y los restauradores son un fiel ejemplo de ello, de que la juventud, las clases medias y profesionales somos los llamados a dirigir los procesos no solo de cambio sino de dirección y gobernanza. La razón natural de ello es porque somos pues, los jóvenes, quienes debemos mirar hacia el futuro para impulsar las reformas sociales e institucionales que viabilicen la convivencia justa entre los ciudadanos y ciudadanas, el avance de la tecnología, la garantía de paz y la preservación del medio ambiente y los recursos naturales. La juventud, sobre todo la adulta, el liderazgo joven, es en esencia la compromisaria de todo esto, los jóvenes son quienes mañana diez o veinte años más tarde seremos los garantes del futuro del país a fin de asegurar el bienestar a las generaciones de mañana, a nuestros hijos e hijas. Hoy debemos ser los actores, protagonistas. Por tanto ¿quiénes más interesados por el bienestar colectivo de hoy y del mañana?

No digo que los consejos de la experiencia tengan un papel importante en los cambios y, sobre todo, en el soporte moral a quienes hoy tenemos las fuerzas, visión y determinación para enfrentar los problemas de hoy y prevenir los desafíos del mañana. Sí, los tienen, pero su papel es recomendatorio y consejero pero no ejecutorio pues a las más viejas generaciones solo les queda sacar provecho de lo que han cosechado durante toda su vida de juventud y esperar para asegurarse de que la nueva generación, la nueva sangre, lo hagamos bien. Jamás podrá considerarse esto como un desdén a quienes, siendo parte de las últimas generaciones, quieren ofrecer sus aportes o hasta competir. Sin embargo, ese no es el caso en el PRD de hoy cuando éstos que quieren imponer su permanencia o inmanencia a "hacha y machete" en la dirección política o de sus “nuevos” propuestos, segundones y serviles del caudillismo rancio, tienen pasados oscuros, por cuanto sus hechos han demostrado llevar al fracaso electoral de nuestra organización. En especial, se encuentran desfasados con una política tradicional que ya no está al nivel de la "Era de la Información y el Conocimiento", por tanto divorciados de la forma cómo la política moderna del Siglo XXI opera exitosamente en nuestros días no solo en el ámbito del éxito electoral-partidario sino también en términos de la concreción de los fines naturales de los partidos políticos y la democracia misma: el desarrollo humano de los individuos, la regulación pacífica de la convivencia, la justicia social y el avance integral de la sociedad entera.

Por eso, los jóvenes de HOY, no solo los del PRD que vemos la política como un instrumento útil para servir a la sociedad y no para servirse a sí mismos ni a intereses particulares, debemos empoderarnos, luchar incansablemente desde adentro, desde afuera, desde cualquier lugar donde estemos aún en la diáspora, porque todos hacemos patria y todos no solo tenemos la necesidad y aspiración, sino el deber ciudadano de trabajar por el cambio, por la decencia política, por imponer un paradigma que guíe nuestro país por senderos de desarrollo no solo en los aspectos económico y social sino también en términos de la cultura del bien obrar, de la ética, la solidaridad y la unidad como familia que somos todos y todas las y los dominicanos.

Estoy firmemente convencido, aunque otros nos tilden de "románticos" (como ya me han dicho par de rancios dirigentes perredeístas, reformistas y peledeístas), de que un mejor PRD es posible y una mejor sociedad dominicana también. No es tanto una quimera como a veces pudiera sentirlo o verlo uno -yo me incluyo- en aquellos momentos de decepción e indignación ante la injusticia social que gravita en la sociedad, la delincuencia y violencia desmedida y fuera de control, la corrupción rampante, incontrolable e impune del partido del gobierno, la desigualdad social que esta última genera, y la carencia de un verdadero Estado de derecho como espina dorsal del sistema democrático. Con "SANGRE NUEVA" estoy seguro que es posible el CAMBIO, primero hacia dentro, luego hacia afuera.

En conclusión, si reflexionamos sobre el pasado, las experiencias infructuosas de quienes proponen estos acuerdos de "aposentos o corbatas" para reglar la paz, la unidad y la viabilidad política del PRD; analizamos el presente en el cual nos encontramos, tanto frente al poder omnímodo del PLD –de matrícula relativamente joven adulta también aunque entrando en decadencia y con un prontuario ético tan oscuro como los viejos nuestros-, como ante las grandes tendencias de la política en el mundo; y vemos el futuro promisorio del país a través de un ejercicio ético de la política y las aspiraciones de cambio que la gran mayoría de dominicanos y dominicanas, desidiosos de la política, aspiran y quieren -a pesar de muchos no hacer nada para ello-, tendremos que afirmar indefectiblemente que en el PRD necesitamos, con urgencia, "SANGRE NUEVA" más que "acuerdos nuevos" que nos lleven al punto común del fracaso como ha pasado ya en otros tiempos.