El concho ha evolucionado de un método práctico de transporte  fragmentado privado  en una ciudad señorial,   hasta llegar a convertirse  en  el cáncer de Santo Domingo, continuamente metastizándose, continuamente destruyendo los tejidos sanos de la sociedad, aquellos llamados a nutrir el crecimiento muscular, no canceroso, de la bella capital.   Si, hay empatía con la pobreza crónica de los concheros.  En otros países repugna  la corrupción exacerbada de  dirigentes manejando las jerarquías del tráfico público urbano.  Ante tanta pobreza, tanto poder concentrado, ¿habrá solución? ¿O lo único posible es ver cómo los motoconchos y la prostitución aumentan por falta de trabajo productivo? Mas  grandes retos definen, siempre dolorosas, nunca fáciles,   soluciones.  Sí las hay.  Sino aún  seríamos cavernícolas.

En Haiti, discutí con colegas  del USAID cuyos programas de seguridad social protegían a los pobres de solemnidad viviendo precariamente en las laderas y malamente ganándose la vida haciendo carbón vegetal.  Yo–responsable por programas de eradicación de la pobreza– no quería mas fondos para la reforestación convencional…el problema no era plantar arboles sino que cinco años mas tarde estuvieran creciendo.-

Proyectos interminable con sueldos exquisitos para consultores y paupérrimo resultado no resolvían, la opción en este caso específico se conformaba  a traves de microempresas rurales, promocionar la venta subsidiada de   cocinillas de gas –tal como se hiciera exitosamente en las montañas colombianas, programa protegido hasta por por los mismos guerrilleros.  Dominicana también aportaba valiosos éxitos en el tema. Si, hay soluciones a la pobreza en las laderas haitianas, la leña y el carbón tienen substitutos.  Pero mas de lo mismo solo da mas de lo mismo—los arbolitos sirven para leña.

El problema en las laderas haitianas, se aducía, era  cómo sobrevivían los hambrientos  campesinos si su único ingreso, el carbón, desaparecía?.  Ante la cruda realidad,  presenté una disyuntiva: o se detenía la deforestación-carbón  antes de llegar a un punto sin regreso, o la detendrá la naturaleza cuando lo sea.   Cuando se acabase  la débil cubierta árborea, que?  O se paraba antes de agotar los árboles  o cuando se acabasen.  ¿Y después? ¿Correr hacia el Este?

¿Será esta la  disyuntiva–la gran,  bella ciudad  crece o se desploma…conchos?   O se detiene este cáncer o Santo Domingo sufrirá una devastadora implosión.  ¿Aguantará  por cuantos años? Y cuando explote,  el desempleo cundirá aun mas en la población, incluyendo los concheros.  Especialmente cuando el equipo Trump no quiere  mas inmigrantes dominicanos en  su país.

Cuestionamiento sobre el futuro del concho y por ende el de Santo Domingo, como el publicado por el respetado Mario Rivadulla, educan.  El pilar básico necesario para sostener  a la costosa mas inevitable eliminación del concho:  la voluntad del pueblo.  ¿Existe? 

O  la gran masa pensante no tiene idea de cómo el caos del concho erosiona la economía capitaleña o si la tiene, ¿cómo articular ideas en acciones?   Avanzando, la inescapable evolución positiva de las arterias pulsando con vitalidad en la capital  no puede verse como un enfrentamiento entre un  puñado de pudientes  obsesivamente aplastando a  los humildes.  Soluciones inclusivas abundan, no hay que reinventar el agua tibia.

Redes cada vez mas eficientes y densas mobilizando en "güagüas" a la población hacia los metros y teleféricos, han salvado  ciudades, como Medellín.  Mini-buses para el trafico ínter-barrial son usados en casi todas las grandes metrópolis–incluyendo Santo Domingo.

Mayor control del crecimiento desordenado a través de una zonificación rigurosa (no torres sin parqueos suficientes, por ejemplo, o no desarrollos urbanos sin drenajes apropiados) beneficia un tráfico mas ordenado y  menos angustioso, y reduce el perfil de riesgo de simplemente salir a la calle  para niños y mayores.
Hay grandes talentos en la República Dominicana capaces de esgrimir soluciones viables en el contexto nacional.  Pero… ¿se les permitirá?

El concho, como la corrupción,  cuesta empleos, productividad, prosperidad, y calidad de vida, a todos, mas se ensaña en  los mas pobres.  Y  como con la corrupción, el desempleado o los desesperanzados estancados en un bajo sueldo, no comprenden como este  cáncer agrava  su miseria.

 El impacto negativo de la ineficiencia del concho, o sea  sus altos costos financieros y transaccionales, en el desarrollo de oportunidades para todos  hay que predicarlo continuamente, y proclamarlo a los cuatro vientos, como hicieran los pregoneros de antaño.  El conchero tiene un trabajo de bajísima productividad y elimina  oportunidades con  opciones de alto rendimiento.
Ante la trampa de su pobreza inmediata, no pueden darse cuenta que las principales víctimas de esta tóxica industria son sus hijos. Irónicamente, en el único tema donde el concho tiene alto rendimiento es en la destrucción de oportunidades en esta bella capital.

Mas aún con pésima rentabilidad y horribles condiciones de trabajo, estas víctimas de cambios tecnológicos raudos y una urbanizacioón descontrolada,    alimentan su familia.  Ignorar sus problemas es desalmado y peligroso.

Hay soluciones para su desasosiego–¿tarjetas de solidaridad, programas de entrenamiento dirigidos a los mas jóvenes?  ¿bancos de empleos especializados?  Los desempleados de hoy y los trabajadores del mañana lo exigen.  Siempre, siempre recordemos, los concheros son dominicanos.

Todo lo malo se acaba, y lo bueno…también.  Me despido de amigos, autores  y lectores.   ACENTO, y periodistas como Mario Rivadulla, entre otros,  mucho me han enseñado; continuaré leyendo y aprendiendo gracias a ellos. Son orgullo del país.  A ACENTO la he visto crecer y madurar.  Seguirá triunfando.
A mis correligionarios en el Partido Demócrata, la lucha crea odios y los riesgos aumentan–sobre todo si los intereses comerciales del clan Trump se profundizan en el Este.  Los Dominico-Americanos que voten en la Florida en las elecciones de Noviembre 2018, podrían definir el futuro de los Estados Unidos.  Por favor, les ruego voten. Votemos.