Tras tres intento de llegar al poder,  Andrés Manuel López Obrador fue investido  presidente de México, un soleado sábado donde los más de 89 millones de votantes escucharon  un discurso para la historia, que duró 1 hora y algunos minutos,  dando inicio el sexenio con una nueva etapa de la historia mexicana, que pretende acabar con la corrupción, impunidad y  desigualdad. “La  4ta transformación”.

Resulta  conmovedor escuchar a este nuevo presidente, que se precia de ser honesto, “la honestidad es lo que  estimo  mas importante en mi vida.” Dejando claro que no se reelegirá y se someterá a la revocación del mandato (“el pueblo pone y el pueblo quita”)  que inicia hoy tras recibir la banda presidencial y el Bastón de mando de las comunidades indígenas, siendo el primer presidente en recibirlo.

El discurso  y la simbología de este acto no pueden dejarnos indiferente, en una América latina sumida en la corrupción y la violencia, escuchar a López Obrador en la distancia, decir que la  causa principal de la desigualdad en estos países “es la deshonestidad de los gobernantes,” es esperanzador aunque suene a populismo, pretender acabar con los privilegios enquistados.

Tras hacer las críticas de lugar a los gobiernos  neoliberales y al crecimiento desigual de la sociedad mexicana  destacó, que  si bien México mantuvo un crecimiento sostenido de 5% desde el 1930 -1970 y menor  del 1983- 2018, lamentó que nada de ese crecimiento se reflejara en la población, que tiene el 50%  de los mexicanos en la pobreza. Y hacen de México uno de los países más violentos y corruptos de la región.

No sabemos si el nuevo mandatario logrará sus objetivos, pero nos encantó escucharlo anunciar algunas medidas, aplicadas desde ya en la administración pública. Comenzando por bajar  los sueldos de los  funcionarios de alta jerarquía, dijo que no habrá seguro médico privado de salud  para altos funcionarios ,no habrán cajas de ahorros exclusivas para ciertos funcionarios, nadie podrá viajar en helicópteros aviones privados, pondrá en venta la flota presidencial, no habrá compra de vehículos para funcionarios, se reducirá en 50% la publicidad del gobierno y el presidente de la República ganara un salario 40 % menos que el presidente saliente Peña Nieto, quien escuchaba con pavor el primer discurso de López Obrador, que le penetraba hasta la médula ,mientras la audiencia aplaudía eufórica.

También  anunció  el nuevo presidente,  que no  vivirá en Los  Pinos, que pasa a ser un espacio cultural, siendo lo más  interesante  escucharle decir:  “no tenemos policías que cuiden a los ciudadanos”. Anunció que hará una reingeniería entre las fuerzas navales, la policía y las fuerzas del ejército que tendrá la mayor responsabilidad de acabar con la inseguridad que vive el país. Sin mencionar ni una vez el problema de la droga, ni las desapariciones en masa.

No podemos dejar de ilusionarnos cuando   se oye decir a un político de la región,  que propondrá a EE.UU y Canadá un plan de desarrollo económico para los países de América Central, que permita enfrentar las migraciones. Mientras comparte cual confidencia, “yo no tengo derecho a fallarle(al pueblo) nada material me interesa, ni me importa, no me interesa la parafernalia del poder” “Estoy optimista”.  Nosotros también estamos optimista, ante tanta perversidad política en la región, sería políticamente correcto, extrapolar esas medidas  a otras realidades latinoamericanas,  escuchar palabras que suenan un poco a discursos de campaña,- para algunos,- pero que  por lo menos invitan a creer que algo puede cambiar en la región. ¡Viva México!  Y mucha suerte a Andrés Manuel López Obrador.