Los ramos de flores del Jardín tenían olor a cementerio
de familia. Y una hermana muy pequeña había
muerto: yo había tenido, y el olor era grato, su
sarcófago de caoba entre los espejos de tres
aposentos. Y era preciso no matar de una
pedrada al pájaro-mosca… Pero la tierra
se doblegaba a nuestros juegos como lo hacía
la criada, -aquella que tiene derecho a una silla
si nos quedamos en casa”.
[Saint-John Perse: Para festejar una infancia,
citado por Max Henríquez Ureña, en Obra y Apuntes,Poesía 2 (V), P. 39].
La lectura que presenta MHU de Saint-John Perse desde sus claves memoriales y bio-gráficas invita a entrar en su universo íntimo, familiar, ontológico y sobre todo creacional. El poeta franco-caribeño se agota en una vida-intimidad no salida de su contexto de viajes y mundos que lo acercan a su tierra y tiempo existenciales. Sus ascensos y descensos pronuncian en texto y contexto la forma-sustancia de un poema que no es solo festejo o pura celebración de la memoria, sino también, ámbito, escena de los sentidos, fuerzas terrenales, caminos de sierpes y horizontes.
MHU lo cita leyendo y traduciendo su orden y tiempo expresivo. Nuestro ensayista lo sitúa en su perspectiva y vivencia epocal:
“Reflexiona después: “¡Había más orden! Y todo era reinos y confines de resplandores. Y la sombra y la luz estaban entonces más próximos a ser una misma cosa…”.
“Y una nube, violeta y amarilla, color de hicaco, si
se detenía de pronto para coronar el volcán de oro,
llamaba por su nombre, hasta el fondo de las
chozas, a las criadas…!” (Ibídem. Op. cit.)
La reflexión de Max citando al poeta, conduce a los caminos de vida de Saint-John Perse en un trópico de cauces, paisajes y elementos conformadores:
“Mi niñera era mestiza y olía a ricino; siempre
vi que había perlas de sudor brillante sobre su frente,
en el contorno de sus ojos, -y su boca, también, tenía
el sabor de las pomarrosas, en el río, antes del mediodía…”
El habla poética de Saint-John Perse, motiva, invita al descubrimiento de los elementos y temperaturas insulares. El poema Elogios trata del recuerdo, de los rumbos y biografemas que se encuentran en su propia poesía. MHU lo cita en sus ritmos e imágenes familiares:
“Yo no conocí todas sus voces; no conocí todas las mujeres, todos los hombres que servían en la alta mansión de madera; pero pasado largo tiempo hago todavía memoria de los rostros informes, color de papaya y de fastidio, que se mantenían detrás de nuestros asientos como astros muertos…” (Vid. Op. cit. p. 40)
La doxa crítica de Max en torno al poeta “nacido en la minúscula ínsula de Saint-Léger-des-Freuilles”, da cuenta del poema Anábasis, como obra creadora de horizontes y “Suelo” de poesía en prosa. Nuestro crítico analiza el campo extensivo del poema como forma-sentido:
“El poema que vino después a consolidar el prestigio literario de Saint-John Perse lleva por título Anábasis (1924). Desde luego, ese título nada tiene que ver con la obra más conocida de Jenofonte, sino que el vocablo quiere decir, en uno y otro caso, expedición y, por extensión, empresa, militar”. (Ibídem.)
Según nuestro ensayista:
“Thomas Stearns Eliot, que contando con el beneplácito y la supervisión del autor, hizo al inglés una transcripción del Anábasis, concreta en breve exégesis el motivo de cada uno de sus cantos. La materia del primero de esos cantos es la llegada del Conquistador al sitio señalado para la ciudad que va a constituir. A los hombres de aquel suelo, con los cuales debe convivir, les advierte: “No llamaré a la gente de otra ribera. No haré el trazado de grandes barrios urbanos sobre las cuestas, con el azúcar de los corales. Pero abrigo el designio de vivir entre vosotros”. (Ibídem.)
En efecto, el proceso que lleva a MHU a explicar desde a bio-exégesis los núcleos de creación del poema-logos-existencia motiva la voz del poeta y lo sitúa como viajero en nave cósmica. Nuestro ensayista advierte que: “El tema del segundo canto es el planteamiento de la ciudad; el del tercero, la consulta a los augures; el del cuarto, la fundación; el quinto nos hace saber que no habrá descansos, que hay que emprender nuevas exploraciones y conquistas; y el sexto el jefe expone nuevos proyectos e invita a los que quieran seguirle…” (İbídem.)
La voz misma del poema busca su sentido como parte de la iniciación y recorrido de la naturaleza-cultura caribeña. La Anábasis como entrada y salida del mundo es la visión que alcanza el poeta desde sus vertientes y recorridos. Ascender y descender al mundo insular marca una travesía íntima y mítica.
Max cita la voz del poeta en su tempo-ritmo:
“Conozco esa raza establecida sobre las colinas; jinetes desmontados en medio de cultivos alimenticios. Id y decid a aquéllos: ¡Un inmenso peligro a correr con nosotros! Acciones innumerables y sin medida, voluntades poderosas y disipadoras, y el poder del hombre, consumido como la uva en la viña. Id y hablad honradamente: nuestros hábitos de violencia, nuestros caballos sobrios y rápidos sobre la simiente de las rebeliones y nuestros cascos olfateados por el furor del día…” (Vid. pp. 40-41)
Los cantos que componen Anábasis forman, desde el punto de vista de los ideologemas del poema, cauces de ruptura del orden mismo del discurso poético occidental; y por lo mismo extienden la llamada frontera y diferencia entre el verso y la prosa; pues la prosa-poema o el llamado poema en prosa, implican en la obra de Saint-John Perse una condición de existencia poético-memorial, activadora del cuerpo verbal expresivo de su obra, tal y como hemos podido advertir en los ejemplos citados por MHU.
Según destaca nuestro ensayista:
“El tema del séptimo canto es la decisión de seguir siempre hacia adelante; el del octavo, la marcha a través del desierto (reminiscencia acaso del recorrido que hizo el poeta por el desierto de Gobi); el del noveno, la llegada a los umbrales de un nuevo país; y el del décimo, la aclamación, los festejos y el reposo. Pero al punto se manifiesta la urgencia de partir nuevamente, de acometer otros empeños, volviendo acaso la vista hacia el mar, y dejando atrás la tierra propicia al arado”. (Ibídem.)
La cita dentro y al final del párrafo anterior es la voz del jefe que pronuncia un motivo colonizador:
“¿Quién habla de construir? –dice el jefe- He visto la tierra aparcelada en vastos espacios, y mi pensamiento no se aparta del navegante…” (Ibídem. Loc. cit.)
Este predicado poético marcado por lexías y movilidades verbales confluyentes en un lenguaje de mundos visibles y sensibles orienta los significados internos y externos del poema, cuya inscripción textual y contextual apunta a los grados expresivos del mismo. Lo lejano y lo cercano en el poeta son su propia condición identitaria .
El Premio Nobel de Literatura otorgado al poeta es un premio otorgado a la antillanía de su obra. Pero dicho premio no se pronuncia en la Academia Sueca solo a favor del caribeñismo del poeta, sino más bien a favor de su fuerza poética universal que ha hecho de su obra un espacio de lenguajes y visiones en la modernidad.
El ensayo de MHU sobre la obra de SJP abría en su momento un campo de interés por la lectura-conocimiento de sus obras. Pero que nosotros sepamos, los mejores ensayos de nuestro ensayista (el ensayo sobre Pasternak, Rimbaud, Byron, Claudel y otros), no tuvieron una recepción mínimamente calurosa de la crítica literaria dominicana, ni de la crítica latinoamericana o caribeña.
El análisis del ensayismo crítico y poético de MHU aún espera “circunstancias”, momentos, o alguna que otra oportunidad para que nuestros críticos y “criticones” se acerquen a una de las fuentes de estudio de la literatura y la cultura más significativas y orientadoras a nivel continental y transcontinental.