SACABOCAO (SACABOCADO)

En el título se ha escrito la voz de modo que represente la pronunciación propia del habla dominicana. Entre paréntesis aparece una grafía culta para satisfacer a los intelectuales. Esta voz no se ha encontrado en los diccionarios diferenciales del habla dominicana, esto equivale a decir o escribir que no hay (ningún) diccionario de dominicanismos que haya inventariado esta voz. El autor de estas reflexiones se propone rescatar la voz que quizás se originó en los predios rurales para traerla a la luz de la lexicografía de modo que sea registrada como corresponde.

El Diccionario de americanismos (2010), asienta la voz sacabocado como sustantivo masculino conocido en Cuba para la ‘marca que se le hace al ganado vacuno en la oreja para identificarlo’. [El “le” de la acepción sobra].  Como es de esperarse es una voz que circula en el ámbito rural. Ese diccionario también consigna el uso panameño para, ‘agujero o hueco que queda al hacer una excavación o al extraer un trozo de un todo’.

El corte “en sacabocado” era conocido en todo el ámbito nacional. Si en la actualidad ha dejado de utilizarse eso es otro asunto.

Hay mejores acepciones, más numerosas, que corresponden a la realidad cubana, como aquella que se hace en el borde de un objeto, con o sin el propósito de encajar otro objeto en él. Con lo que no se está de acuerdo es en que en el Diccionario del español de Cuba (2000), se lee que el corte es “semicircular”. Esa semicircularidad, probablemente,  viene influenciada por la forma de la mordedura del bocado.

Quizá así es en Cuba, pero en República Dominicana ese corte es en forma de uve (V). Esto así, porque es lo más fácil de hacer en los predios rurales. El corte se comienza desde puntos distante (del borde de la oreja hacia dentro), pero al terminar el corte es convergente. Eso de “semicircular” no es posible hacerlo en esos predios. Lo que sí sucede es que al crecer el animal (y aumentar el tamaño de la oreja), la oreja amplía el corte hasta aparecer quizás como si fuese semicircular.

Ese corte dominicano se da también en objetos para introducir otros en ellos. Es más, ese corte se hacía hasta en el medio de la uña de los dedos del pie con el propósito de levantar los bordes y evitar que estos se encarnaran (enterraran). Que el remedio fuese efectivo es otra historia. El corte “en sacabocado” era conocido en todo el ámbito nacional. Si en la actualidad ha dejado de utilizarse eso es otro asunto.

MARRAMUCIA

“. . .una nueva MARRAMUCIA judicial para despojarnos inmunidad parlamentaria. . .”

He aquí una voz interesante. Se elige la palabra interesante para destacar esta voz porque solo es de uso en Venezuela y en el norte de Colombia. Tiene largo período de historia en el habla de Venezuela. Además, aquí se tratará de demostrar que la raíz de este vocablo data de hace siglos.

Antes de entrar en el meollo del asunto de esta sección, vale la pena que se insista en algo sobre lo que ya se ha escrito antes. Se deben excluir los localismos innecesarios de los escritos que se destinan a un variado grupo de lectores; sobre todo, si van a llegar a los lectores internacionales. Se debe pensar en la lengua en tanto instrumento funcional de comunicación.

Lo antes expuesto no significa que se esté radicalmente opuesto a que se salpique el español con algunas voces que le impriman un matiz nacional a lo que se expresa; pero eso debe de hacerse con mesura para que no obscurezca la comunicación.

Todos los diccionarios del español venezolano diferencial recogen la voz del título. Desde los tiempos en que D. Ángel Rosenblat escribió Buenas y malas palabras (1956), se conoce la voz con dos representaciones gráficas, “marramuncia, marramucia”

Una de las características de la lengua es que puede servir de instrumento, de vehículo de cultura, cuando cumple con su función de modelo expresivo. Para cumplir con el propósito enunciado aquí, debe evitarse que la lengua degenere en “dialecto”, en su acepción peyorativa, en tanto variedad deformada de diferenciación social o territorial. Esto no significa que lo expresado no tenga el espíritu americano en su forma y contenido.

Todos los diccionarios del español venezolano diferencial recogen la voz del título. Desde los tiempos en que D. Ángel Rosenblat escribió Buenas y malas palabras (1956), se conoce la voz con dos representaciones gráficas, “marramuncia, marramucia”. En esa obra D. Ángel afirma que “. . .por lo menos desde mediados del siglo pasado. . .”, [se refiere al siglo XIX], se conocía y se empleaban estas voces en el habla venezolana en tanto “marrullería, engaño, treta”. Con un significado parecido la registra J. A. de Armas Chitty en su libro Vocabulario del hato (1991), marramucia, “acto de picardía, de habilidad”. Es pues, una “bellaquería, artimaña” que es como la define Segundo Barroeta en su Diccionario de términos iberoamericanos (1996). Los autores del Diccionario del habla actual de Venezuela (1994) añaden a estas caracterizaciones el vocablo “trampa” cuando se ocupan de la palabra aquí tratada.

Ha de tenerse en cuenta que esta marramucia no tiene totalmente connotación negativa si se tiene en cuenta lo que vacía el librito The criollo way (1981) cuando asienta que la astucia es una de algunas cualidades admiradas en Venezuela y, cuando se la reconoce en una persona se hace con nostalgia admirativa.

En esta parte se procede a trazar la posible etimología de la voz venezolana. En español la palabra “marra” denota la ‘ausencia de una cosa donde debiera estar’, es carencia, falta. Si se piensa en la marramucia, puede interpretarse que esta voz lleva en sí el elemento de la falta de seriedad, probidad, corrección, etc. Este marrar ya existía en el español medieval. D. Julio Cejador y Frauca trae las citas correspondientes en su Vocabulario medieval castellano (1968). Noticia parecida aparece en el Vocabulario de romance en latín de D. Antonio de Nebrija (1516, edición de 1981).

Ahora bien, lo que se expuso más arriba explica el origen de la primera parte de la voz venezolana, pero falta por encontrar una explicación para la segunda parte de esta. Puede aquí aventurarse una teoría acerca de esta. Puede ser el resultado de un alargamiento del vocablo para imprimirle seriedad, hacerlo más aceptable en la locución.

RASTRA

“. . .RASTRAS con placas de Pennsylvania y Florida estacionadas frente al recién pintado. . .”

Esta rastra del texto reproducido es hispanoamericana. Los peninsulares solo tienen noticias de esta cuando leen español americano. El inconveniente con esta rastra es que no se la conoce en toda la América hispana y, donde se la conoce tiene diferentes acepciones.

El origen en español de esta rastra americana viene de la costumbre que existía de llamar rastra a cualquier cosa que se empleaba para arrastrar cosas de peso puestas sobre ella.

La vida moderna trajo los vehículos automotores de gran tamaño que son capaces de arrastrar grandes pesos. En lugar de colocar la carga sobre la cama o caja de carga del vehículo, se coloca la carga sobre una plataforma habilitada para este fin. Lo que hace la  tracción del vehículo es tirar de la carga, arrastrarla. Esta rastra es muy útil porque permite dejar la plataforma con la carga sobre ella hasta que una maquinaria especial pueda retirarla o, pueda la fuerza humana descargarla. Los volúmenes de carga que puede arrastrar un vehículo de este tipo se mide en toneladas.

El origen en español de esta rastra americana viene de la costumbre que existía de llamar rastra a cualquier cosa que se empleaba para arrastrar cosas de peso puestas sobre ella

Por lo general rastra es el nombre que se asigna a la máquina de tracción junto con la plataforma de carga. Estas rastras se articulan a un dispositivo especial que forma parte del vehículo de tracción que está especialmente diseñado y construido para estos fines.

El Diccionario de americanismos (2010) trae acepciones para rastra que varían de acuerdo con el país, como corresponde hacerlo; ‘camión de gran capacidad de carga’, es la que se usa en Cuba. En Honduras y Nicaragua es, ‘remolque de carga de un camión’, así como, ‘camión de carga que comprende el cabezal y el remolque de carga’.

El cabezal de la definición es el nombre que se da en Nicaragua, Costa Rica y Ecuador al vehículo completo. El cabezote dominicano es el ‘camión sin cama pero con remolque para ser enganchado a las plataformas sobre las que se disponen los contenedores que se utilizan para el transporte marítimo’. La observación que puede hacérsele a esta definición es que al final se hizo muy estrecha, al limitar el uso de las plataformas para uso de ‘los contenedores que se utilizan para el transporte marítimo’. Otra observación es que el cabezote es solo la parte del camión con el motor, la cabina para el conductor y las ruedas de tracción.

Para este cabezote el Diccionario del español dominicano recoge una acepción muy acertada, ‘cabina delantera y motor de tracción de un camión articulado’.

Como dato curioso se consigna aquí que en el español de Miami, Estados Unidos de Norteamérica, el “rastrero” es el conductor de la rastra. Este nombre no ofende a la persona que desempeña esta labor.