Durante veinte años la cúpula del comité político y del comité central del PLD ofreció a la sociedad dominicana una cátedra magistral de discreción en torno a lo que en política se denomina escándalo sexual, porque no hubo en ese tiempo ninguna denuncia seria de acoso sexual en contra de los altos dirigentes políticos de esa organización por parte de mujeres que se sintieran abusadas por los poderosos que el pueblo bautizó como “comesolos”, mote tan viejo que lo encontré documentado en un artículo de 1939 publicado en la revista Cosmopolita por su director Bienvenido Gimbernard y ratificado por segunda vez en otro artículo que el mismo autor publicó el 10 de agosto de 1948 en el diario El Caribe con el título de “Política en el conuco dominicano”. Vocablo que fue rehabilitado por Balaguer cuando los peledeístas sacaron las uñas en contra de los reformistas que les habían llevado al poder con el Pacto Patriótico de 1996.

Por supuesto, que el término “comesolo” o “come solo” se usó antes de 1939, pero Gimbernard lo llevó al registro escrito cuando era de uso común aplicado a los políticos bolos y coludos, es decir, horacistas y jimenistas, que adoptaron este tipo de conducta cuando llegaban al poder luego de librar las célebres guerras de la montonera o “revoluciones” noveladas por La Mañosa, de Juan Bosch.

Es casi al final del régimen peledeísta de los veinte años cuando un pintoresco dirigente del PLD en Puerto Plata, el exdiputado Alfonso Crisóstomo, apodado el Querido, se destapó con una declaración en los medios en la que denunciaba en términos jocosos que en ese partido la mayoría de los dirigentes, incluido por su nombre Leonel Fernández, tenía una o más segundas bases, es decir, amantes o queridas fuera del matrimonio oficial.

Como en nuestro país predomina desde finales de los años 80 del siglo pasado una frenética cultura “light” o frívola, la denuncia de el Querido no pasó de ahí, pero una noticia sepulta a otra en una sociedad clientelista y patrimonialista que tolera desde la Colonia hasta hoy la práctica filistea de la mancebía y en nuestra cultura campesina es donde más bien se ve esta conducta del macho dominicano y su ideología patriarcal.

Y en la cúpula de los partidos políticos grandes y pequeños, así como en la sociedad en general, el rumor, los chismes y el bembeteo están como la vellonera de Sonia Silvestre, a mil, informando, a veces por las redes sociales, de la última amante del presidente de la República o de algún otro jerarca del mundo político, empresarial o eclesiástico. Incluso esos maldicientes.com llevan una contabilidad de los hijos que tales jerarcas han procreado con la o las amantes, los apartamentos y yipetas de lujo con que las han favorecido y los cargos públicos donde han sido nombrados los familiares o amigos de la cortesana, llamada despectivamente por la sociología barata de Carlos Castro y Wilsis Bautista Lantigua y José Luis Taveras como “chapiadoras”, cuando en puridad gramatical debería denominárselas como “chapeadoras”, del verbo “chapear”, que significa “cortar con machete la yerba o la maleza de un terreno”. Pero hay que conceder un grado de libertad al uso, que siempre termina imponiéndose para destruir la combinación ea y cambiarla por el diptongo ia. Pero el sociólogo y teatrista Castro no se deja amedrentar por el uso, porque su artículo del 15 de enero de 2015 se titula “Yo tengo mi chapeadora”, lo mismo que Taveras que adoptó luego “chapeo, chapear y chapeadora”. Solamente Bautista Lantigua, que viene de los sectores populares” escribe su libro con el diptongo: Manual de la chapiadora.

Y a propósito de Bautista Lantigua, ella no está de acuerdo en su obra (introducción y capítulo primero) con la siguiente definición de chapeadora proporcionada por internet: “El internet la define como una palabra dominicana que se usa para designar a aquellas mujeres que les interesa el dinero; que son oportunistas y/o aprovechadoras, es decir, cuando las mujeres salen con una persona por dinero para satisfacerlas económicamente.”

La autora propone, en cambio, esta definición sin condena moral y objetivamente acorde con los intereses de las mujeres que ejercen esta profesión y no se auto-incriminan por su práctica sexual y social: “No estamos de acuerdo con esta definición, pero la encontramos bastante limitada. En toda la web, las publicaciones coinciden con esta definición y normalmente están redactadas con un tono negativo y de resentimiento contra estas especies (…) Chapiadora es una mujer que, habiendo identificado que posiblemente por otros medios no va a salir de la situación económica en la que se encuentran ella y su familia (al menos, no en lo inmediato), se decide a cultivar encantos físicos y psicológicos para atraer al sexo opuesto de manera que este provea los medios necesarios para la libertad financiera que cierta compañía multinivel ofrece en sus seminarios, pero no todas logran.”

Las clases y “las especies” no se suicidan. Al contrario, caen en la idealización y a veces en la sacralización de la misma clase y los sujetos que ejercen el oficio. En lo que no cae el libro de Olga Consuegra, La noche parió una jinetera (Santo Domingo: Manatí, 2019 [2006]), dedicado a describir cómo, desde Cuba y producto de la incapacidad de la revolución para resolver los problemas económicos de su población, un segmento de mujeres universitarias y profesionales sobre todo, se volcó al negocio de la prostitución femenina y logró algo más que las “chapiadoras” dominicanas no han conseguido: un estatus y un estándar cultural y económico que las convierte en independientes de cara al cliente rico y proveedor que no encuentra en el matrimonio oficial la variedad de saber sexual que exhiben estas jineteras. Estos buscadores de placeres sexuales fuera del matrimonio obedecen a una ideología patriarcal que les inculcó desde la adolescencia que la mujer con las que debían casarse, de su misma clase social, era una persona decente, de su hogar, casta sexualmente y paridora y criadoras de hijos para la perpetuación de la clase social dominante y del género humano.

La característica tanto de chapeadoras, jineteras y trabajadoras sexuales en la época del neoliberalismo y la cultura “light” planetaria es la que ha señalado el siquiatra Enrique Rojas (siguiendo el libro inaugural de Guy Debord, La sociedad del espectáculo) con la definición de “sexo sin amor” en Una vida sin valores/ el hombre light (Buenos Aires: Booket, 2005, p. 62): “… en la relación sexual sin amor auténtico el otro es un objeto de placer. No se busca el bien del otro, sino el goce con él. Bajo ningún concepto se puede denominar a esto amor verdadero, porque hemos utilizado e instrumentalizado para satisfacer nuestro placer a una persona ‘querida’. En este tipo de relación, la persona que utiliza al otro es egoísta, ególatra y solo persigue su propia satisfacción, pero nunca hay un encuentro verdadero entre un yo y un , sino una unión sin vínculos.”

Esta sexualidad vacía y sin rumbo, como la llama Rojas, propia de la cultura “light”, caracterizada esta última por el materialismo (figura del tope de una mesa y sus cuatro patas que son el consumismo (tanto tienes, tanto vales), el hedonismo (la búsqueda del placer egoísta hasta reventar), la permisividad, es decir, que en la sociedad frívola todo se vale con tal de disfrutar y sacar el mayor provecho para sí mismo) y la relatividad (nada es verdad, nada es mentira, y todo depende del punto de vista del sujeto frívolo, quien determina qué es verdad y qué es mentira).

Para el siquiatra Lino Romero, la prostitución dominicana se clasifica en dos grandes rasgos: “el 99% de las prostitutas dominicanas está caracterizado por la pobreza extrema que sufren las mujeres que se dedican a esta ocupación (…) El segundo que abarca al 1%, la denomino ‘prostitución por una necesidad creada’. Esto se debe a que las mujeres que la ejercen no son pobres, pero su estilo de vida las lleva al negocio porque desean tener más de lo que necesitan. Por ejemplo, si necesitan un reloj, quieren uno de marca. Las prendas de vestir deben ser lujosas. Si toman bebidas, deben ser las más exquisitas y a veces las mezclan con un ‘toquecito’ de drogas ilícitas. Si van al gimnasio, necesitan un(a) masajista especializado(a) y un instructor privado (…) Entre los clientes de este grupo se encuentran comerciantes, médicos, abogados, políticos, peloteros, etc., quienes muchas veces viajan con su “flor” al exterior o desde el exterior la solicitan por medio de sus agentes para que los visiten en determinado hotel y ciudad.” (La prostitución dominicana. Santo Domingo: Búho, 2017, p. 221). A estas prostitutas “por necesidad creada” se les llama “flores” en la jerga de ese tipo de negocio y al local donde se arreglan las citas les llama “La Floristería o Pent-House Prostitution”.

El S.O.S. para el PRM radica en que la cúpula de ese partido no sabe calcular para prever lo que sucederá. Los especialistas en este tipo de cálculo son los comesolos, porque al dominar y controlar a los jueces del país, nombrados por ellos durante veinte años, saben perfectamente lo que sucederá. Los dirigentes del PRM creen que, al nombrar a fiscales, controlan el poder judicial. Los fiscales acusan, pero los jueces absuelven y condenan, impersonalmente en nombre de la justicia, ergo no son responsables de sus decisiones. La responsable de las decisiones que ellos adoptan son la justicia y, en última instancia, Dios.

El caso Faña es un ejemplo paradigmático de un error de cálculo político. El PRM finge actuar con un ente objetivo, imparcial y que condena o no se solidariza con cualquier inconducta de uno de sus miembros de la nomenklatura partidaria. Pero es un grave error. Creerse apolítico y que la justicia actúe con independencia absoluta. Pero sucede que ninguno de los jueces que obedecen a las directrices de Danilo Medina y Leonel Fernández son independientes. Se lo han probado en el caso de Odebrecht hasta la saciedad al rechazarle al Ministerio Público la acusación de los funcionarios de la empresa corrupta brasileña en contra de los acusados de repartir los sobornos entre los legisladores y burócratas dominicanos.

El caso Faña es un ejemplo paradigmático de la falta de cálculo político del PRM. Han dejado solo y a su suerte al agrónomo Leonardo Faña quien, en plena campaña electoral, tuvo el valor de acusar de corrupción y tráfico de influencia al ministro administrativo de la Presidencia, José Ramón Peralta, y ha resultado que el acusador ha devenido en acusado y le ha ocurrido lo que al separatista del 27 de febrero de 1844, Francisco del Rosario Sánchez, de libertador de la república pasó a ser traidor a la patria, porque entró por Haití a combatir la anexión de la república a España, hecho consumado por Pedro Sanana y los afrancesados que nunca creyeron en la viabilidad de la república como patria libre y soberana.

Y ahora, en pleno siglo XXI, ha surgido a escala planetaria la organización feminista ME TOO, que ha levantado extremismos de derechas y de izquierdas, pero que ha sido un detonante para revelar los abusos sexuales que desde siglos se cometen en contra de las mujeres.

Algunas, para resolver sus problemas económicos y los de su familia, recurren a estos ardides. Muchas buscan sanción para aquellos violadores y acosadores sexuales. Otras, para cobrar un dinero producto de un perjurio, cobran y retiran luego la acusación, pero ya la justicia está en marcha y nada la detiene, porque los jueces están aceitados. Y como le dijo Antonio Abad Alfau a Sánchez al patear su cadáver en San Juan: Ríe, ahora, negrito parejero, o como se burló Santana de Duvergé, al patear su cadáver, porque este fue el centinela que ganó todas las batallas en contra de los haitianos y el Marqués de las Carreras se sintió celoso de la gloria ajena al abandonar el campamento de Azua y retirarse a Sabana Buey.