Toda causa es injusta si pisa los sembrados”

  Anibal Núñez

Una de las cosas más difíciles, en la actual coyuntura que vive nuestro país, es encontrar el punto justo de equilibrio. La pasión y el hambre de venganza se vuelven norte para aquellos que quedan varados en medio del fango, chapoteando la amargura y rumiando su dolor. En algunos casos, más que justicia, solicitan sangre y drásticos cortes de cabeza. En estas circunstancias suele montarse un espectáculo en el que cada cual asume su papel con entusiasmo. En un primer impulso, parece lícito pensar que debe primar el castigo hacia aquellos que hicieron un uso indebido de la confianza depositada en ellos, pero se debe advertir del peligro que conlleva confundir consignas con sanciones, arrogancia con sensatez. En caso contrario estamos condenados a repetir, una vez y otra, la misma historia ante nuestras propias narices y todo el esfuerzo queda reducido entonces a un fugaz y fulminante relámpago de luz. Debemos tener cuidado y mantenernos alerta frente a los nuevos jinetes del Apocalipsis. Las patas de sus caballos tienden a pisar y destruir todo cuanto tocan, sobretodo cuando quienes montan esos potros son aún guerreros inexpertos. En su bravura, en su afán por destacar y llamar la atención sobre sí mismos, exigen quemar el prado e incendiar todo el pasado, perdiendo en el intento cualquier perspectiva del momento. No entienden, ni son conscientes de estar inmersos en un proceso de transición y que las rupturas son graduales. Y no hacerlo, no llegar a comprender desde la serenidad la importancia de la coyuntura que hoy vivimos, lleva a menudo a cometer errores garrafales e imperdonables.

He visto en estos días jóvenes, recién estrenados en el mundo de la política, eufóricos por el triunfo alcanzado, borrachos antes de exprimirse las uvas. Y no les culpo en su inexperiencia, reconozco legítima y natural su embriaguez, sin embargo reflexionó acerca de este instante y me pregunto si no serán los corceles bayos de toda hecatombe. Observo en ellos un rencor que conduce de modo inexorable a reclamar la muerte del ya caído. Necesitan oler el humo de la tierra calcinada y este proceder es siempre peligroso. Ojala que las nuevas autoridades sepan colocar las bridas con acierto a esos potros rebeldes, Su incontrolable fuerza puede llegar a retrasar la puesta en marcha de medidas fundamentales, imprescindibles en estos procesos y necesarias para la reconstrucción de todo cuanto se considera mal hecho en el pasado reciente. Es importante combinar magistralmente, de manera dialéctica, ruptura y transición y dejar la guillotina para la revolución francesa.