He aquí el equívoco. La invención. El espacio que se disuelve. La conquista. El eco de la sinrazón cioranesca. La succión existencial, irónica del lenguaje. La terrible desinversión de los signos. La perversidad de la escritura. Y sobre todo la indefinición. Lo interminable. La escritura que se burla del sujeto. Lo reta. Lo transgrede. He aquí el desafío. El acto ilusorio que narra y construye Rita Indiana Hernández.
Se trata de la visión de un espacio, de gestos que aparecen acusando, renegando, desarticulando toda expresión armónica. El movimiento no es abstracto. La enunciación subjetiva se revela en el acto de relatar. Y así aparece Rumiantes. El texto abierto a la posibilidad de vivir. Rumiantes no pretende ser la propuesta de una escritora vanguardista, feminista o postfeminista que aspira a quebrarlo todo. Más bien, este libro de autor es una respuesta al castigo de los dioses, a la imposibilidad del existente de concluir sus atisbos y deslizamientos. El texto es, en su encuadre, un in-texto que se reconoce en la endolectura y la exolectura.
¿Crítica de lo imaginario? ¿Virtualidad del narrar? ¿Recualificación de lo real? Rita Indiana Hernández nació como tenía que nacer en literatura, rebelde a los cánones establecidos. modelosos y cómplices de su rebelión existencial son: Cioran, Nietzsche y Bataille, pero también Kafka, Joyce y Kundera, los escritores ciberpunk, los textos musicales de la cultura y el arte callejeros y otros apocalípticos e irónicos tardomodernos.
La lectura abierta y declaradamente rizomática practicada por Rita Indiana Hernández fuera de lo literario, se genera allí donde el vivir es un temblor, metáfora de lo que se mueve misteriosamente, sigilosamente. La lectura es una crítica contra todo, contra el mirar, contra la realidad. El enunciado narrativo ejecuta la forma de la expresión anticanónica pretendiendo el juego de lo absurdo y la contranarración.
Pero, ¿Cuál es el dictum narrativo de RIH? La unidad entre voz y expresión. Los niveles de un decir lo imaginario en sus posibilidades críticas. Para la autora de La estrategia de Chochueca (2000), Papi (2005), Nombres y Animales (2013) y Hecho en Saturno (2018), el texto narrativo revela y escarcea, descompone y dematerializa los conocidos tramados del relato. La gama de imágenes seleccionadas para la constitución enunciativa de Rumiantes presentifica los contenidos óseos y las miradas furtivas y estremecedoras del lenguaje.
La narradora testimonia, mediante un relato, la particularidad de la escena imaginaria en sus diversos movimientos, pero también, en su juntura. Los desacuerdos entre lo real y lo imaginario des-fundamentan el ideologema clásico, lo que implica también la movilización estratégica de las estructuras narrativas.
En efecto, la maniobra textual conduce, en este libro, a la construcción de escenarios verbales y actos imaginarios, a partir de los cuales se justifica la búsqueda espiritual y la politextualidad que permite interpretar el conjunto de lecturas de la autora. La condición del fragmento humano y narrativo implica la autolectura y la translectura, esto es, la interpretación que desde su mundo inicia la autora y la quebradura de los universos implicados en el tejido narrativo.
La voz narrativa es en Rumiantes un activador accional, esto es, el instrumento enunciativo que hace posible el desarrollo de los focos del relato. Mediante la pauta utilizada, los focos textuales “hablan” y funcionan:
- “La cosa es que todo tiembla. Todo baila insufrible en este mundo de Dios: las migajas de pan con mantequilla, los niños que ofrecen perritos y antenas en las esquinas y los adoquines del conde, particularmente son un solo parto de convulsiones centrípetas y centrífugas.” (p. 5, op. cit.)
La carta-relato es también una carta-clave desde la cual la peripecia narrativa impulsa el diálogo situacional y antiépico, tal como se puede destacar en “De carneros y metamorfosis.”
- “Vuelvo flaca, vuelvo a lo sólido, porque da miedo vivir entre dioses que no se levantan de la muerte aún, vivir entre ellos con mi noción de silla, uña, automóvil, levantarme bajo el mismo signo todos los días mientras ellos no delegan funciones en los espíritus y se sacian con sus mil transfiguraciones. Alcanzaré un guaraguao azul que me acerque a mi apartamento, donde tengo tantos libros y cubiertos para comer, tantos argumentos invictos de nuestra solidez…” (p. 10)
La articulación de la narratividad particularizada en la función coherente del mensaje, pero más que todo, en una perspectiva del narrador involucrado, capacita las instancias de cierre como destino propio de la narración y como temporalidad que materializa el orden secreto, advertido de la enunciación.
Las situaciones y actancias elegidas para construir un orden fragmentado y contradictoriamente coherente, hacen posible el valor de un imaginario que se unifica en los datos de la sorpresa, el sinsentido, el ruido de las palabras, el viaje y el movimiento de los focos narrativos. La particularidad temporal enunciativa funciona en Ángeles a partir de junturas conformadoras del atributo de situación:
- “A las seis de la tarde, el sol muerde al peatón bajo el brazo; imperceptible alcanzar de ámbar pulverizado, el oxígeno nos recuerda que todos somos criaturas medias capaces de las más vulnerables fantasías. Sufro el convertirme en murciélago, disecarme en las hilachas que le sobran a la razón, puedo morir de esta angustia, hundir la espada blanda y fosforescente en la realidad, para verla desmoronarse por los bordes…” (p. 16)
La determinación óntico-situacional de la narración produce, desde el comienzo mismo del relato, un posicionamiento del narrador (narradora) que maniobra en el narratario, para así desencadenar el proceso de desvelamiento propio del texto instituido en varias relaciones de voz, persona, gesto y foco de significación.
El punto de vista refiere a la vivencia y escenario unificando el elemento extraliterario con la trama o encrucijada de hechos y estados narrativos. La determinación posicional amarra, estructura y consolida la noción de verosímil, aun dentro de la perspectiva de lo absurdo y la temporalidad. Las atribuciones y sensaciones producen en su espesor textual las posibilidades del acontecimiento, aunque la narradora se presente como distante de los hechos:
- “Allí abajo aguardan los tiburones, la basura y crustáceos diminutos cada uno en su hueco. Octaviano me espera y su mujer con él, me hace un gesto con la mano recogida, quizás excusándose por la presencia de Ivonne…” (p. 15)
La aparente relevancia expresada a partir del tramado, el personaje y la trabazón enunciativa, se reconoce en la movilidad de los usos verbales practicados por la narradora. La crueldad de la situación condiciona la lectura y permite que se opere la subversión, el acto reconocido por la transgresión y la presencia virtual o abstracta. El sentido de la actancia sobreimpone el mensaje cardinal del texto.
- “…hemos sacado tanto filo a la navaja que la punta ha desaparecido, dice mi Octaviano, cosido por delante y por detrás para no desmigajarse, no sabe que nos sabemos desde siempre, a pesar de Ivonne, del vicio, del suicidio.
- Termino sabiendo resina este putear del tiempo sobre su cabeza, podría decirse de mí lo que de una estaca en un montículo de arena, de él lo que de un último verso, valiente.” (p. 17)
Lo que realmente sorprende y salta a la vista en este libro de Rita Indiana Hernández es su de-nivelamiento de los elementos del mundo real. La autora no trabaja inocentemente, pues su maniobra forma parte de una tragedia narrativa abierta y vocalizada mediante ritmos y suturas narrativas. Así lo narrado se convierte en asalto a lo real y en prueba del laberinto.