En estos días de encierro y disfrute del silencio, observamos el rol que juega el ruido, estrechamente vinculado a diferentes eventos en la vida del dominicano. El ruido persistente nos arropa y aparece cual forma de comunicar en la cotidianidad – siendo frecuente escuchar lo alto que hablamos en lugares públicos y privados, como si tuviésemos la necesidad de que todos supieran que estamos ahí.
Uno podría preguntarse ¿Porqué ese ruido tiene también que llegar hasta el otro?; para que nadie pueda escucharse así mismo, en la soledad.
Desconocedores del susurro, para muchos, el ruido parece estar asociado a una búsqueda o evasión, siendo frecuente ver como en las fiestas, la gente parece ser más alegre, cuando la música va mas allá de las capacidades de asimilación y disfrute: hacer ruido es una forma de animarse, divertirse y/o evadirse.
De igual manera, el ruido, tan presente en la vida pública, desborda las campañas políticas – que no venden ideas, ni programas de gobierno. Se trata de candidaturas basadas en el ruido, algarabía y vulgaridad, en torno al candidato que, simultáneamente, no dice nada y es parte del ruido. Mientras la música sale desde enormes columnas de sound system, presidiendo el paso de caravanas de autos lujosos que tocan bocina sin cesar; y el público electoral, en frenesí, hace señas y vocifera frases incomprensibles en medio del caos del “mensaje” político que nadie escucha.
Es el silencio -que nos ha estado negado-que ahora se ha hecho presente, inesperadamente, en esta cuarentena, con una parte de la población que vive mal el encierro y la falta de ruido
Muchas de estas conductas presentes en todos los estratos sociales tienen sus antecedentes históricos a mediados del siglo pasado: van desde escuchar los domingos, a todo volumen, las óperas del vecino, o las velloneras de pulperías, que salpicaron las madrugadas de la dictadura y los desvelos. Estas están hoy suplantados por el colmadón, especie de caja de pandora de la diversión, que ofrece de todo, especialmente altos decibeles. Porque “ser feliz es un asunto de ruido”, al cual los ricos no escapan, cuando en sus festejos, los ponen a bailar los negociantes del ruido (empresas que alquilan equipos de sonido). Es así como en un evento de gente supuestamente educada, no se dialoga; la música –y el ruido- lo impide, algo que también se da en sitios públicos (bares, hoteles, restaurantes lujosos y salones de festejos en pleno corazón de zonas residenciales, en todo el país).
Pero donde el ruido tiene connotaciones preocupantes, es cuando viene asociada al entretenimiento popular, que consiste la mayoría de las veces en ingerir bebidas alcohólicas, y “tratar” de conversar con fondo musical a todo volumen, para que todos oigan lo que creemos estar escuchando: el disfrute asociado en llevar el ruido al otro. En la medida en que más alta es mi música, más complacido estoy. Condenados todos a escuchar la música del otro, que se pasea por las calles y barriadas de la geografía nacional, desde aparatos musicales de alta potencia.
Se desconoce el número de personas que tienen problemas de audición temprana en el país ,con leyes que intentan frenar la contaminación sónica y los daños físicos y psicológicos debidos al ruido. Es a partir de 60 decibeles, cuando se sanciona con prisión, multas e incautaciones de aparatos a los transgresores, que no comprenden que los altos decibeles distorsionan el sonido y llegan hasta nosotros como una agresión irreversible.
A partir de 80 decibeles, mueren las células ciliadas (encargadas de la detección del sonido en el oído interno) por exposición al ruido – lo que se considera como trauma acústico, según confirma la Dra. Licelott Bello, reconocida especialista .Durante los últimos 25 años, la Dra. Bello ha observado un incremento importante de trastornos auditivos en la población dominicana, especialmente entre jóvenes (de 22 a30 años): Hipoacusia (pérdida de la capacidad auditiva),acufenos o tinnitus, en inglés (zumbidos o silbidos que se escuchan en uno o en ambos oídos), … Estos trastornos degenerativos a nivel del oído interno son ocasionados por exposición al ruido ,presentes en discotecas, actividades políticas, fiestas privadas, colmadones ,melómanos ambulantes, etc. Esto ha llevado a cientos de dominicanos a la absoluta perdida de la audición.
Es el silencio -que nos ha estado negado-que ahora se ha hecho presente, inesperadamente, en esta cuarentena, con una parte de la población que vive mal el encierro y la falta de ruido; como si la gente tuviese miedo de escuchar lo que sale del silencio.