Aquello de que el asueto de Semana Santa es momento oportuno para la reflexión personal se ha dicho tanto que ya es un lugar común al que acudimos todos los políticos en cada uno de los repetidos y repetitivos mensajes con los que que ahora inundan las redes sociales y, en menor medida, los canales tradicionales de comunicación.
En días como estos en los que más allá de la reflexión o la diversión, todos aprovechamos para descansar es necesario que quienes dedicamos nuestro tiempo productivo a la labor política pongamos el foco en algunas cuestiones que en el porvenir inmediato seguramente van a impactar el modo de vida de la gente e incluso las formas y maneras de ejercer los derechos civiles y políticos que todos tenemos.
Uno de esos temas es la democracia. Últimamente se acrecientan las voces que expresan su preocupación por el destino de la democracia en República Dominicana. Más allá del bullicio propio del choque de intereses particulares, los temores porque vayamos camino a una dictadura, lo que evidencia es el poco o ningún respeto que tenemos, en sentido general, los dominicanos por las instituciones.
Ciertamente, el concepto de democracia como una expresión simple de la mayoría a la cual debe subordinarse la minoría es una expresión caduca, sin embargo debemos evitar caer en la tentación de que la democracia se convierta en lo contrario
Habituados como estamos a discrepar desde la crispación cada vez que se activa algún mecanismo institucional que afecta a nuestros héroes preferidos o reconoce algún derecho al villano favorito en lugar de argumentar desde la racionalidad y el respeto por la opinión ajena, nos dedicamos a censurar el derecho que tiene el prójimo a ejercer su libertad.
Ciertamente, el concepto de democracia como una expresión simple de la mayoría a la cual debe subordinarse la minoría es una expresión caduca, sin embargo debemos evitar caer en la tentación de que la democracia se convierta en lo contrario: instituciones inmovilizadas por una minoría que solo es visible por su capacidad para hacer ruido.
Quizá en estos días de Semana Santa sea necesario que los políticos dediquemos parte de el tiempo de descanso a pensar sobre nuestra real vocación democrática y a enfocarnos en ejercer nuestro fascinante oficio desde las ideas innovadoras, las propuestas audaces y el respeto por las instituciones y sus mecanismos para hacer valer el derecho de todos.
Hay quien buscando sonido, casi siempre termina haciendo ruido y, tengamos presente que el ruido, además de contaminante e indecente, es delito, lo cual hace de quien lo provoca o lo promueve un delincuente.