El acucioso bibliógrafo santiaguero doctor Franklin Gutiérrez ha apuntado de Martínez:
“Rufino Martínez nació en Puerto Plata el 30 de julio de 1893. Ensayista, investigador histórico y educador. Hijo del bahamanense Richard Mckinney, quien arribó a Puerto Plata en 1866, y de la dominicana Juana Ramona Castaños Martínez.. Conoció la orfandad materna a los ocho años de edad, por lo que creció bajo la tutela de su tío Manuel Jorán. Cursó sus primeros estudios en su pueblo natal, primero en la Escuela Primaria Mixta y luego en la Escuela Normal, donde se graduó de institutriz en 1910. En 1912 obtuvo el título de Maestro Normal y bachiller en ciencias y letras, en el Colegio Central de Santiago de los Caballeros. Ejerció el magisterio entre 1911 y 1934. Durante esos 23 años fue docente en la Escuela Primaria Mixta y en la Escuela Normal de Puerto Plata, llegando a dirigir esta última hasta el momento de su retiro de servicio educativo en 1934. En 1928 fundó la Sociedad Cultural Renovación. Dos años después fue elegido Regidor del ayuntamiento de Puerto Plata. En 1934 se trasladó a Santo Domingo en busca de un espacio favorable para sus investigaciones históricas y, en consecuencia, para su oficio de escritor. Sin embargo su rechazo a la oferta de la tiranía Trujillista para que se incorporase al Partido Dominicano y a la Academia Dominicana de la Historia lo habían puesto prácticamente de espalda a dicho régimen. Pese a ello, en 1936 inició la publicación de su serie de ensayos historiográficos titulados Hombres Dominicanos, orientados a hurgar el pasado histórico del pueblo Dominicano a través de sus grandes protagonistas: Gregorio Luperón, Ulises Heureaux, Buenaventura Báez, Pedro Santana y Rafael Leonidas Trujillo. Para esa misma época comenzó reunir datos para su Diccionario biográfico—histórico dominicano 1821—1930) la obra más importante en su género escrita en República Dominicana), cuya primera edición apareció en 1971, tras cinco lustros de investigación. En el presente dicha obra es una fuente de consulta obligatoria para la comprensión del rol desempeñado por los forjadores de casi un siglo de la historia nacional. En 1971 la Universidad Autónoma de Santo Domingo le confirió el título de Profesor Honorario. En 1976, año posterior de su muerte, las autoridades municipales de Puerto Plata designaron una calle con su nombre. Murió en Santo Domingo el 27 de noviembre de 1975” (33 historiadores dominicanos. Santo Domingo. Editora Búho, 2002, página 101—103).
Mariano Mella ha acotado sobre Rufino Martínez, lo siguiente:
“Rufino Martínez nació en Puerto Plata el 30 de julio de 1893, y falleció en Santo Domingo el 27 de noviembre de 1975. A la corta edad de 8 años muere su madre y ante la ausencia materna, pasa bajo el cuidado de su tío Manuel Jorán. Realiza sus primeros estudios en su pueblo natal y en 1912 obtiene el título de Maestro Normal y Bachiller en Ciencias y Letras, en el Colegio Central de Santiago de los Caballeros.
“En 1934 se traslada a la ciudad de Santo Domingo, donde se le ofrece el ingreso al Partido Dominicano y a ocupar un asiento en la Academia Dominicana de la Historia, rechazando en ambos casos el ofrecimiento que se le hizo, causando molestia al régimen trujillista.
“Entre sus obras publicadas se destacan: A través de mi cristal (Puerto Plata, 1922), Hombres dominicanos: Deschamps, Heureaux y Luperón (Ciudad Trujillo, 1936), Hombres dominicanos: Santana y Baez (Santiago de los Caballeros, 1943), Estas dos últimas obras fueron reeditadas en un solo tomo por la Sociedad Dominicana de Bibliófilos en 1985. Del Puerto Plata de ayer (Santo Domingo, 1963), Diccionario biográfico—histórico dominicano, 1821—1930 (Santo Domingo, 1971), Paginas de mi vida (Santo Domingo, 1975) “. (Presentación al libro Hombres dominicanos: Trujillo y Heureaux, tomo II, segunda edición. Santo Domingo, Editora Búho, 2009, pág. 13. (Colección Bibliófilos 2000, Sociedad Dominicana de Bibliófilos).
El destacado sociólogo, escritor e historiador Franklin J. Franklin Pichardo dijo de Rufino Martínez:
“Aunque poco conocido y escasamente apreciado, sin embargo, Rufino Martínez fue uno de los más extraordinarios intelectuales de su época. La baja extracción social de su origen, posiblemente explique las anteriores afirmaciones que expreso con tono de lamento. Era natural de Puerto \Pata, donde nació a finales del siglo XIX, en el seno de una familia humilde, cuya cabeza paterna, Richard Mackinney, fue un emigrante de color de las pequeñas Antillas, que abandonó nuestro suelo al poco tiempo de Rufino nacer. Para mayor infortunio, a los ocho anos de edad perdió también a su madre. Un tio suyo, tan pobre como sus progenitores, lo acogió en su hogar.
“Vadeando contra todas las corrientes adversas de su medio social, en su niñez, durante las horas de la mañana asistió a la escuela de su pueblo natal, mientras por las tardes se desempeñaba como aprendiz de varios oficios en talleres de artesanos, alcanzando finalmente su graduación de Maestro Normal y Bachiller en Ciencias y Letras en 1910, a los dieciséis años de edad. A partir de ahí abrazó con fervor el magisterio, empleándose como docente en la Escuela Normal, donde llegó a alcanzar la dirección de ese plantel entre 1924 y 1934.
“Por esos años, fundó la Sociedad Cultural Renovacion y fue elegido regidor en aquella población, cuando las regidurías eran honorables y gratuitas.
“A consecuencia de la gran crisis mundial que estalló en 1929, que agravó la miseria generalizada en que vivía la mayoría del pueblo dominicano, y cuya repercusión se extendió en nuestra nación por varios anos, en 1934 abandonó a Puerto Plata y buscó nuevos horizontes en la ciudad de capital, con el propósito, además, de continuar estudiando para asumirlo que ya era un definido proyecto en su vida: su dedicación a la investigación histórica; ocupación que ya había abrazado con pasión con una vocación descomunal por la lectura, acompañada de anotaciones y reflexiones, así como el análisis de periódicos, revistas y documentos antiguos, tarea que continuó durante toda existencia.
“De estos años es su primer trabajo importante, un estudio sobre Deschamps, Heureaux y Luperón, publicado en 1936.
“Por esa época, también inició la investigación para reunir las informaciones necesarias, para elaborar un Diccionario Histórico Biográfico Dominicano. Con ese propósito, viajó por todo el país para efectuar centenares de entrevistas a familiares y relacionados de importantes personalidades de la vida política de nuestra Nación, que le aportaron informaciones valiosas sobre las mismas. A nuestro juicio, este diccionario constituye su obra cumbre y a ella dedicó Rufino Martínez cerca de treinta años de su preciosa y difícil existencia.
“Como toda obra humana, este Diccionario Histórico Biográfico Dominicano es una obra imperfecta, donde el lector puede notar apreciaciones sobre algunos personajes que muchas veces pueden ser calificadas de apasionadas; pero sin embargo, en ella se evidencia la meticulosidad y el rigor de un gran esfuerzo. En total, esta obra reúne cerca de 1,400 artículos o entradas, sobrecargadas de informaciones valiosas para la labor del estudiante y el trabajador de la historia, aunque solo recoge el periodo comprendido entre 1821 y 1930.
“Bien llegado a este punto, es importante tener en cuenta a la hora de analizar la obra de Rufino Martínez, que asumió su trabajo como investigador de la historia sin haber tenido la oportunidad de alcanzar estudios académicos profesionales; y lo que fue más importantes realizó toda su labor, que no fue pequeña, sin contar con apoyo alguno, pues trabajó en solitario en medio de la indigencia, como un proscrito, viviendo en la mas absoluta precariedad, pero con la frente en alto, desechando firmemente todo tipo de colaboración con el régimen de Trujillo. Actitud digna y valiente que lo enaltece y lo diferencia de la conducta asumida por la mayor parte de los intelectuales de su época. Convertidos casi todos en colaboradores y alabarderos de aquella oprobiosa dictadura.
“Y bien llegado a este punto, oportuno es referir aquí que no pocas recopilaciones documentales y estudios históricos publicados a nombres de ciertos altos funcionarios de Trujillo, figuras destacadas hasta miembros de la dirección de la Academia Dominicana de la Historia, fueron en verdad fruto de su trabajo. Esos personajes, todos de gran renombre como intelectuales durante la Era, y aun después, aprovechándose de la lacerante pobreza de Rufino Martínez, situación que se profundizó aun más después de contraer matrimonio, compraban como una mercancía cualquiera sus conocimientos y su extraordinaria capacidad de investigador. A favor de tales personajes para ganarse el pan de cada día tuvo que laborar Rufino Martínez, a veces incluso, como mecanógrafo.
“Rufino Martínez fue un hombre ejemplar“. (Introducción a la segunda edición al libro Hombres dominicanos: Trujillo y Heureaux, tomo II, segunda edición. Santo Domingo, Editora Búho, 2009, págs. 15—17. (Colección Bibliófilos 2000, Sociedad Dominicana de Bibliófilos).