La muerte de don Rubén nos consterna. Pero nos alegra porque la alegría supera nuestro desconsuelo. Cuando se juzgue al Dr. Rubén Lulo Gitte calificará para ser merecedor de la Gloría del Padre Celestial. Tierno, apacible, alegre, humilde, sencillo, no conoció la avaricia, la lisonja, la prepotencia, ni la soberbia.
Era cabal, por su honestidad y rectitud. Hijo, padre, esposo, hermano, amigo, intelectual, abogado, magister en administración pública, ex rector y fundador de universidades, escritor, catedrático, deportista (salón de la fama del deporte), historiador, político, artista, enamorado de los pobres y la preservación del medio ambiente, fundador de diversas instituciones, amante de la paz y la concordia y funcionario público. Ejemplar en todo. De integridad acrisolada en el servicio, el desprendimiento, el desapego de las cosas materiales, entregó todo a su pueblo mocano, al que le sirvió como alcalde histórico por cuatro períodos y como ciudadano siempre.
Si el cielo se gana por eso, Rubén es el primero que debe justipreciarse. Si de santo hablamos Rubén lo es. Si a Rubén lo valoran por la cantidad del trabajo hecho a favor de Moca, más lo debe ser por el peso de amor que le puso. Sacrificó su bienestar para darse a los demás. Rubén sintió el sacrificio personal hasta que pudo hacerse daño (Madre Teresa). Murió sin riqueza material. No la necesitaba. Su riqueza era divina.
De sonrisa apacible, Rubén me recuerda tanto a la hoy santa madre Teresa que tomo un trozo de su poema “Una sonrisa” para describir la vida de Rubén: “Una sonrisa en los labios alegra nuestro corazón, conserva nuestro buen humor, guarda nuestra alma en paz, vigoriza la salud, embellece nuestro rostro e inspira buenas obras (…) Sonriámosle a Dios con la aceptación de todo lo que El nos envíe y tendremos el mérito de poseer la mirada radiante de su rostro con su amor por toda la eternidad”.
Definirlo es fácil: uno de los humanistas más destacados de este y del siglo pasado: valoró al ser humano y la condición humana, generoso, compasivo y preocupado por estimar los atributos y las relaciones humanas. No siento la pena de su partida. Su ejemplo de vida me alegra. Si existe el cielo esta es su segura morada.