6. Creación del Partido Comunista Alemán

Las ideas de Rosa Luxemburgo daban mucha importancia a no estar separados de las masas, para ella el sentirse o ser químicamente puros en el aislamiento no era práctico, ni era una buena política.

Sin embargo, el 29 de diciembre de 1918 cuando se reunió la Conferencia Nacional de la Liga Espartaquista y se decide crear un nuevo partido el Partido Comunista Alemán (KPD), adoptando el programa del espartaquismo, Rosa, pese a sus reticencias a la creación de este partido, por considerar que no existía una base sólida para su creación, vota a favor y el único dirigente que se opone es precisamente el gran organizador,  Leo Jogiches,  seguido por la delegación de Braunschweig. 

El delegado ruso ante la conferencia era Karl Radek, que había entrado ilegalmente en Alemania. Este narró que en una reunión Rosa le había dicho que habían tratado de persuadir a Jogiches de la necesidad de crear un partido autónomo, para que así los trabajadores de vanguardia dispusieran de su propia bandera. Jogiches había explicado que consideraba que no se debía crear un partido con unas bases organizativas tan débiles e incluso difundió sus ideas entre algunos dirigentes, pero al final éste también se echó a un lado y se sumó a los que apoyaron crear el  KPD/Liga Espartaco.

Radek les preguntó  a los espartaquistas si no habían adoptado un tono demasiado violento ante la más que evidente debilidad de sus fuerzas, y Rosa Luxemburgo le replicó:”cuando un niño bien nacido viene al mundo grita, no murmura”. Ese empleo de un lenguaje brutal, extremo, formaba parte de un hábito nefasto enraizado en la cultura política de los revolucionarios polacos y rusos. El extremismo verbal. (J.P.Nettl, 1972,II,p.737)

No obstante, la impresión de Radek, experto conocedor de ese ambiente de pasión extrema, es que no estaba  delante de un verdadero partido. Sin embargo, presionó y hasta amenazó a uno de los dirigentes del grupo pro bolchevique de Bremen, con enfrentarse a él públicamente y escribir contra sus posiciones si no se unía con los espartaquistas para fundar el Partido Comunista Alemán. Eso hizo posible el que  esos grupos se fusionaran con los espartaquistas y votaran creando el KPD, pese a sus resistencias políticas a hacerlo. (G. Badia, II, 1971, p. 123 y ss.)

Es curioso como personas de una formación política muy por encima del promedio, con un aval de lucha política socialista de décadas y con gran lucidez, en momentos dados aceptan la realidad de las cosas como algo a lo que no pueden resistirse, a sabiendas en su fuero interior del error que cometen sus pares o sus correligionarios.

Eso lo hemos visto en la resignación de Leo Jogiches a aceptar, sin estar convencido, a retirar su propuesta contra la creación del KPD. Pero es también  lo que la misma Rosa Luxemburgo hace cuando la dirección espartaquista pierde su propuesta,  ante la mayoría de la conferencia nacional, de participar en las elecciones, siendo ella consciente del craso error que se cometía con ello.

Sobre esto escribió Luxemburgo una explicación que es sobre todo una muestra de resignación ante lo que Lenin llamaría certeramente, en su momento, el fenómeno de la  enfermedad infantil del izquierdismo:

”Nuestra derrota ha sido la victoria de un extremismo un poco pueril, en plena fermentación, sin matices (…) los espartaquistas son, en una buena parte, una generación nueva sobre la que no pesan las tradiciones (…) hay que aceptar el hecho con sus luces y sombras”. (G. Badia,I,p.238 ).

Estas palabras se pueden interpretar como que  Rosa  percibía ya una especie de corazonada de su próximo destino, quizás expresaba una actitud de adiós, de quien tenía la conciencia interior de que le quedaba poco tiempo de vida y se resignaba a dejar que los otros hicieran lo que les parecía mejor, aunque ella en su fuero interno discrepara de esas posiciones.

Rosa era políticamente dura como el diamante en la defensa de sus ideas sobre el socialismo pero era la vez un espíritu dulce, amable, cariñoso, tierno. Conectado con la naturaleza y todos los seres vivos.  En una carta dirigida a Sonia Liebknecht desde la cárcel de Wronke en mayo de 1917 se puede percibir una percepción de lo que muy pronto se haría realidad. No me resisto a transcribir algunos bellos párrafos de esa carta:

“A veces, ¿sabe usted?, tengo también la sensación de no ser un verdadero ser humano, sino un pájaro, un animalillo cualquiera que hubiese tomado forma humana: Interiormente, me siento mucho más en mi medio en un pedacito de jardín, como ahora, o en un campo, tendida sobre la hierba, rodeada de zumbidos, que en un Congreso del partido. A usted puedo decírselo, pues sé que detrás de esto no verá una traición a la causa. Bien sabe usted que yo, a pesar de todo, moriré, como lo espero, en mi puesto: en una lucha callejera o en el presidio. Pero, en mi fuero interno, la verdad es que me siento más cerca de los petirrojos que de los compañeros”. (R. Luxemburgo, 1976, p.205)