3.El militarismo alemán y la guerra de 1914
Rosa Luxemburgo se convirtió en la líder intelectual de la oposición socialista a la guerra. Acusó severamente a los socialistas de haber traicionado sus ideales:
“El 4 de agosto de 1914 la Social-Democracia Alemana, y con ella la Internacional, se derrumbaron miserablemente. Todo lo que hemos predicado al pueblo durante cincuenta años (…) se ha convertido de la noche a la mañana en palabras vacías. El partido de la lucha de clases del proletariado internacional se ha transformado, como por un maligno hechizo, en un partido liberal nacional, nuestras fuertes organizaciones, de las que estábamos tan orgullosos, han demostrado no tener ningún poder, y, en vez de ser los temidos y honrados enemigos mortales de la sociedad burguesa, somos ahora los instrumentos justamente despreciados, de nuestro mortal enemigo, la burguesía imperialista, sin que tengamos ya voluntad propia (…) Nunca en la historia del mundo se ha derrumbado tan miserablemente, nunca se ha traicionado tan vergonzosamente un orgulloso ideal”. (Folleto clandestino de la Liga Espartaco, abril de 1916)
La oposición a la guerra que llevaba a cabo Rosa Luxemburgo y su grupo, conocidos como el Grupo Internacional o los Espartaquistas, condujo a que los encarcelaran y Rosa pasó por varias prisiones desde febrero de 1915 hasta su liberación el 9 de noviembre de 1918. Desde la cárcel se dedicó a escribir incansablemente y fruto de ese trabajo fue el denominado folleto de Junius, que fue el pseudónimo que utilizó para firmar La crisis de la Social-Democracia (R. Luxemburgo, 1970), brillante trabajo de condena a la guerra y de la política de la socialdemocracia alemana.
Lo importante de este escrito es que no se trata de una condena moral de la guerra, en tanto que pacifista, sino de una explicación en tanto que marxista. La guerra estalla, aunque existan actos que sirvan como símbolos o pretextos para declararla, debido a la naturaleza del sistema capitalista, a la competencia entre los capitalistas, a la concentración de capitales, a la expansión colonialista e imperialista y a la redistribución de áreas de influencia y de control.
La guerra era para ella un retorno a la barbarie. Como lo predijo Engels no habría elección, el triunfo del imperialismo llevaría al declinar de toda civilización, como en la antigua Roma, o bien, se produciría la victoria del socialismo, que es la lucha consciente de los trabajadores contra el imperialismo y su método: la guerra.
Lo terrible de que los parlamentarios socialistas votaran los créditos de guerra estaba en que su voto no era imprescindible, los diputados burgueses constituían las dos terceras partes del Parlamento. La idea de los socialdemócratas de que no podían abandonar a la patria en ese momento era un error, ya que votando esos créditos estaban abandonando a su patria y dejándola en manos del militarismo y del capital. Lo que buscaban era aumentar la zona de influencia alemana en Europa, ganar mercados e inclusive disputar a Inglaterra su dominio marítimo.
Rosa Luxemburgo expone que lo que tenían que haber hecho, los socialdemócratas, es enarbolar una bandera verdaderamente nacional, liberadora, el programa de Marx, Engels y Lasalle de 1848, oponiéndose al estado de sitio y al recorte de las libertades democráticas, que el parlamento se mantuviera activo para que hubiera un control de las decisiones del gobierno y oponerse al programa imperialista de la guerra.
Los espartaquistas eran un grupo reducido, un grupúsculo si consideramos los millones de votos del SPD y nunca crecieron tanto como para convertirse en una amenaza política, pero es que tenían una doble presión, la pinza, contra ellos, del gobierno y su aparato represivo y, el político, de las alas centrista e integracionista de la socialdemocracia.
En los últimos años de la guerra Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, en prisión pero siempre actuantes contra la guerra, habían ganado popularidad entre los soldados en las trincheras. Pero quien tuvo un mayor crecimiento en la captación de adherentes fue la escisión del SPD que se denominó Partido Socialdemócrata Independiente de Alemania (USPD, en sus siglas alemanas), compuesto de dirigentes del ala izquierda y centrista que se decantaron por la paz.
Entre ellos estaban Kautsky y Bernstein. Parte de los militantes espartaquistas entraron a ese partido, aunque manteniéndose como un grupo definido conocido como Grupo Internacional, el USPD llegó a convertirse en el partido de masas de la izquierda hasta la posterior creación del Partido Comunista Alemán (KPD) el 1 de enero 1919, que reagrupó a los marxistas más de izquierdas.