2. Polémica sobre el revisionismo y reformismo
Rosa Luxemburgo pronto se destacó polemizando con otro de los teóricos del partido, Eduard Bernstein, quien publicó una serie de artículos sobre “Los problemas del socialismo”, dónde teniendo en consideración la evolución del capitalismo consideraba que de manera gradual se iría instaurando el socialismo, si bien esto no implicaba, según él, que se renunciara a la conquista del poder político por la clase trabajadora política y económicamente organizada.
Eso sí, se oponía a la idea de que el derrumbe de la sociedad burguesa estaba cercano y que en función de ello el Partido Social Demócrata debía regular su táctica en vista de esa catástrofe social inminente. Los hechos demostraban, desde su óptica, que en vez de prepararse para una caída inminente del capitalismo, los trabajadores debían luchar por la democracia, por las reformas y por transformar el Estado en un sentido cada vez más democrático.
Rosa Luxemburgo le replicó con virulencia, pasión, ardor e inteligencia, ya que era una de los porta estandartes de las posiciones más radicales de la social democracia alemana. Su pensamiento era de una lógica implacable y por tanto iba en la argumentación hasta las últimas consecuencias. A veces le faltaban los matices y un apego a la realidad concreta, como se vería en sus posiciones en temas tales como la cuestión organizativa del partido y los poderes del comité central, el papel de la huelga general política, la Revolución rusa, la cuestión de las nacionalidades, el imperialismo, el espontaneísmo e incluso con el llamado revisionismo o reformismo, así como, en sus discrepancias con los bolcheviques sobre la dictadura del proletariado.
Su marxismo estaba más cerca de las pasiones rusas y el mesianismo judío (siendo ella bastante indiferente a la cuestión judía), que del apego a los hechos de algunos marxistas alemanes, grandes conocedores de Marx y que tuvieron a la muerte del gigante de Tréveris, la asesoría cercana del gentleman comunista, Federico Engels, hasta su muerte en 1895. El peso del cientifismo evolucionista darwiniano e incluso de la filosofía de Kant influía en el modo de enfocar la realidad alemana y del capitalismo de algunos teóricos del PSD.
Se les puede reprochar a los dirigentes de este partido su falta de empuje, de arrojo, de audacia o de aventurerismo. Pero en su descargo hay que tener en consideración que no es igual dirigir una patrulla dispuesto a llegar hasta el suicidio colectivo, que dirigir un ejército compuesto de cientos de regimientos. No es lo mismo, sacar un puñado de votos que tener, como era el caso del Partido Socialdemócrata Alemán el 20 % de los votos en 1898. No, no es lo mismo, ni es igual. Y eso influye en las tomas de decisiones políticas.
El Partido Socialdemócrata Alemán era el mayor partido de los trabajadores de Occidente, con decenas de miles de militantes y afiliados, sus sindicatos estaban por todo el país y agrupaban a millones de trabajadores, esa maquinaria no se podía arriesgar a jugárselo a un todo o nada, a un cara o cruz. Esa máquina política sindical no podía ser afecta a las aventuras ni a los actos heroicos y, esa diferencia, nos permite comprender- entre otras-, la opción de Lenin y la orientación discrepante del partido alemán. Y también explica las diferencias que llevaron a la ruptura y salida del partido de Rosa Luxemburgo para crear la Liga Espartaquista.
Por sus posiciones teóricas Luxemburgo se convirtió en la líder intelectual del ala izquierda del partido. Lo que marcó su destino fue el estallido de la guerra de 1914 y su radical oposición a la guerra y al militarismo. El Partido Socialdemócrata Alemán, como la mayoría de los partidos socialistas, apoyó la participación de sus Estados en dicha guerra y la concesión de créditos extraordinarios para la misma. En Alemania a esa decisión sólo se opuso Karl Liebknecht. Ningún otro diputado en el parlamento votó en contra. Y en la dirección del partido únicamente una minoría muy reducida de los dirigentes socialistas estuvo en contra.