En las ciencias, la autoridad de miles de opiniones no vale más que una chispa de razonamiento de un hombre. Porque las observaciones presentes quitan la autoridad a lo decretado por escritores pasados. – Galileo Galilei

Cuestionar el dogma y desafiar responsablemente a la autoridad son fuentes de creatividad e innovación cuando el cuestionamiento y el desafío son razonados actos de madurez consciente; provocan caos y anarquía cuando son reflejos de malcriadez e insubordinación espontánea, acompañados de profanidades y gestos irreverentes.

El valor del cuestionamiento sistemático y disciplinado es reconocido desde la Antigüedad, nunca mejor expresado que por el teólogo y filósofo escolástico del siglo XII, Abelardo, al dictaminar: “La clave de la sabiduría es esta: constante y frecuente cuestionamiento, dudar nos conduce a la pregunta y el cuestionamiento nos lleva a la verdad.” No ha perdido ni un ápice de vigencia como herramienta lógica y creativa el cuestionamiento del dogma y desafío de la autoridad, como lo evidencia la valoración que hace en Silicon Valley el emprendedor y académico de la tecnología de la información, Vivek Wadhwa: “Un ingrediente clave en la innovación es la capacidad de desafiar la autoridad y romper las reglas.” Es lo que en economía se llama “destrucción creativa”.

Ser sumiso- nunca cuestionar las normas y nunca enfrentar la autoridad con la razón-  es una forma de esclavitud encubierta que encadena el potencial del sujeto, obstaculizando el progreso. En cambio, negar las normas y desafiar el poder sin razón de peso puede ser contraproducente y riesgoso, sobre todo si es diagnosticado como trastorno oposicionista desafiante, una condición que requiere de tratamiento médico profesional para someter el paciente a la obediencia. Hay que respetar el dogma y a la autoridad legítima cuando se justifica por la razón, no así cuando se impone por tradición o fuerza, pues entonces es nuestro deber cuestionar el axioma y rechazar la imposición, siempre con gallardía y sin ofensas innecesarias.

Galileo Galilei tuvo que hilar fino al cuestionar con ciencia el geocentrismo,  desafiando el dogma científico y a la autoridad eclesiástica de su tiempo en relación con ese axioma, so pena de ser declarado hereje. Maniobró para conservar la vida a cambio de limitaciones a su libertad de movimiento y expresión, y sus revolucionarios descubrimientos eventualmente se impusieron como nuevo dogma, desplazando la visión aristotélica. Siglos después, su heredero intelectual, el ocurrente Albert Einstein, bromeaba diciendo: Para castigarme por mi desprecio de la autoridad, el destino me condenó a ser una autoridad. En ese tenor postulamos que toda autoridad tiene eventualmente su relevo, y su corolario, el dogma siempre es pasajero, pues más temprano que tarde vendrá un Galileo, un Darwin o un Einstein a cuestionar y desafiar lo establecido con sólidos razonamientos, transformando nuestra visión del mundo para siempre.

No solo en la economía y las ciencias es importante romper las reglas impuestas por la tradición y retar a la autoridad para producir los grandes saltos de progreso. En 1848, Henry D. Thoreau formuló el concepto de desobediencia civil en su conferencia-ensayo Civil Disobedience (La desobediencia civil), y personalmente puso en práctica el método, pasando una noche en la cárcel por su negativa pública a cumplir la ley sobre el pago de impuestos mientras se mantuviera la esclavitud en EEUU y se librara una guerra injusta contra México.  El filósofo estadounidense argumentaba que la reforma social debe partir de la conciencia moral del individuo que se rebela contra un orden que considera injusto, protestando públicamente al negarse a contribuir a mantener la injusticia. Si una regla es injusta, no solo es ético no acatarla, sino que es nuestro deber ciudadano desafiar públicamente el orden establecido para cambiar la norma, cumpliendo la condena legal correspondiente para hacer evidente la injusticia. Thoreau y su principio de desobediencia civil sirvieron de inspiración a Mahatma Gandhi, Martin Luther King y Nelson Mandela para pacíficamente transformar sus respectivas sociedades, y el mundo entero, ilustrando el postulado de que donde se ejerza la autoridad arbitrariahabrá  siempre un ciudadano que se resista.

Desafiar la autoridad y el orden establecido de manera sistemática para provocar el cambio no es para blandengues: requiere de temple, voluntad hercúlea y tenacidad. Pero cada ciudadano tiene la responsabilidad de al menos no dejarse utilizar por la autoridad usurpada para lastimar a sus conciudadanos y rechazar toda orden contraria a sus principios. Recientes investigaciones revelan que en realidad, la mayoría de nosotros somos notablemente malos al enfrentarnos a la autoridad.” Erik Asp, profesor de la Universidad de Hamline, explica que si tienes un respeto ciego y eres incapaz de dudar de la autoridad, eso significa que cuando una figura de autoridad te dice que lastimes a otra persona, es más probable que lo hagas. Es más fácil acatar la orden en subordinación y eximirse de toda responsabilidad por las consecuencias, que arriesgarse a desafiar a la autoridad. Explotando esta debilidad de muchos ciudadanos, se han mantenido regímenes totalitarios cometiendo barbaridades contra grupos de personas indefensas durante años, sin una masa crítica de resistencia de parte de la ciudadanía. Los crímenes más atroces de la historia se han cometido en nombre de la obediencia ciega a la autoridad.

Es obvio que no todos podemos seguir los pasos heroicos de Thoreau, Gandhi, King y Mandela. Pero no estamos condenados a ser sumisos y serviles, al servicio de la autoridad usurpada para hacer el mal. La autoridad mayor es la conciencia, y respetando siempre nuestros principios nos fortalecemos para resistir la imposición del poder autoritario. Asp nos asegura que: “Ser capaz de enfrentarse a la autoridad no depende de la valentía o el valor, la confianza o la terquedad. Los procesos cerebrales para rechazar ideas de figuras de autoridad están comenzando a revelarse.” Es reconfortante saber también que según el profesor Asp, “La educación es una de las mejores maneras de mejorar la capacidad para dudar, y por lo tanto la capacidad para pensar críticamente sobre las cosas que nos ordenan hacer.”

Es tiempo de fortalecer nuestra capacidad individual y colectiva de resistir la orden o norma injusta, de cuestionar sistemáticamente el dogma basado en pura tradición, y desafiar responsablemente la autoridad no amparada en la razón, en el entendimiento de que definitivamente  la autoridad no vale más que una chispa de razonamiento de un hombre.