Para no llover sobre el mojado y espeso manto de incertidumbre, sangre y muerte con que nos arropan la delincuencia y la inseguridad, aún en las maquilladas estadísticas de las autoridades, introduzco este artículo citando “El desmadre de los robos y asaltos”, editorial publicado ayer por El Caribe.
“Este desmadre parece incontrolable. Necesariamente habría que pensar en complicidades y omisiones de todo género y en las ineficaces políticas públicas en esta materia”, precisa el editorial en uno de sus párrafos.
La Real Academia de la Lengua define el desmadre como “conducirse sin respeto ni medida”, pero en el caso del nivel a que han llegado la delincuencia y la inseguridad es más contundente el significado “salida de un río de su cauce”.
Como ese editorial podemos encontrar en la prensa un vasto inventario de estudios, recomendaciones y sugerencias sobre el tema y sus transversales causas económicas, sociales, educativas y culturales, provocadas por gobiernos que, en lo que llevamos de vida “democrática”, han mantenido políticas públicas inequitativas y excluyentes.
Esas políticas gubernamentales han sido la principal fuente reproductora de la indigencia y la pobreza en que se desenvuelve gran parte de nuestra población, que al malvivir viendo la ostentación, las injusticias y el engaño propagandístico de bienestar y progreso social, que flagelan como latigazos su precaria situación, se constituyen en el mejor caldo de cautivo para la generación de violencia y delincuencia social.
En estos días me detuve a escuchar una entrevista que hacían a Roberto Santana en la radioemisora 107.7 FM, tocando el impacto de las deficiencias del sistema carcelario, y haciendo sonar otra seria alarma de todo el desmadre de la inseguridad.
A Roberto lo invitaron al espacio para felicitarlo y que explicara la honrosa designación que hicieran las autoridades de Guatemala a su “Academia del Modelo Penitenciario Profesor Roberto Santana”, por ser “Impulsor de la dignificación penitenciaria en países de todas las latitudes de la región”.
El reconocimiento define a Roberto como “mentor esmerado y guía incansable de la reforma penitenciaria en la República de Guatemala”, según dice una tarja la designación hecha el día 6 de este mes, en presencia de importantes autoridades de ese país y del director del Instituto de las Naciones Unidas para la Prevención del Delito y el Tratamiento del Delincuente.
El ex rector de la UASD dio cuenta de que la reforma penitenciaria logró importantes avances en 22 de los 37 centros carcelarios del país, pero ha sido menguada porque en los últimos 5 años el sistema no ha recibido el aliento que se le diera en el pasado desde la Procuraduría General de la República.
El dato es muy relevante porque, en las autorizadas palabras de Roberto, las cárceles devienen en centros de reclutamiento, reproducción y comando de la delincuencia, alimentados con los presos que almacena el sistema penal en nuestras cárceles.
Esa es otra alarma que enciende el desmadre delincuencial, que ojalá las políticas estatales puedan atenuar, si es que no pueden apagar.