Observando, por una brecha, el mundo kiskeyano de la instrucción pública, Roberto Fulcar, Ministro de Educación, entrevistado en el programa televisivo “Mckinney”, declaró que el “viejo modelo educativo” del país “no funciona”, debido a que se estancó en el pasado, producto de que fue implementado anterior a la revolución tecnológica. Sin embargo, para “superar ese círculo vicioso”, el incumbente propone las mismas pasadas engañifas que, en su tiempo de gremialista, catalogaría como “remiendos”, sobretodo en el contexto de un legado de “…años de autoritarismo, exclusión, caudillismo, centralización y alta concentración del poder”. (Ver Roberto Fulcar, “Educación, Gremialismo y Democracia. Roberto Fulcar. 1997)
Ahora bien, ¿de qué manera intentará el señor Ministro implementar, para un cambio de timón, su breviario pedagógico, expuesto a la tele-audiencia, correspondiente a (1) la formación de ciudadanos, (2) la enseñanza de valores, (3) el relanzamiento de la sociedad de Padres y Amigos de la Escuela, y (4) el fomento de la lectura, si bien todavía persiste el susodicho componente de apaños, consustancial con la lógica del sistema político-institucional del país?
Obviamente, adjurando de su pasado crítico, Roberto Fulcar ya no concibe el proceso educativo como un sistema abierto, vinculado al componente socio-económico y político imperante. En cambio, hoy lo reniega, imaginándose el proceso actual de la enseñanza pública como un sistema cerrado, al margen de la exclusión, marginalidad, pobreza, pobreza extrema, y la desigualdad en todas sus dimensiones que, vigentes todavía, continúan aquejando a la inmensa mayoría de los ciudadanos del país.
En efecto, resulta más que elocuente lo que el señor Ministro reveló en la página 32 del libro citado: “…pues dejar solos a los gobiernos nacionales, los grandes centros de poder y los organismos internacionales en el terreno de la definición, orientación y dirección de las políticas educativas, no haría más que allanarle el camino para que, a base de remiendos, laven un poco de epidermis de la crisis e instrumentalicen aún más la educación, poniéndola plenamente al servicio del modelo neoliberal en marcha”. De hecho, instrumentalización que ha proporcionado la reducción del papel del Estado en su carrera de privatizarlo todo, tomando como estandarte la metáfora del crecimiento o desarrollo económico, mercantilizando, igualmente, el proceso educativo en términos de pérdidas y ganancias.
Precisamente, la formación de ciudadanos y la enseñanza de valores, no rondan, necesaria y exclusivamente, alrededor del ámbito escolar, las aulas, sino que también los mismos se remontan a la totalidad del entramado socio-económico, político e ideológico reinantes, contrapuestos a los propósitos que Roberto Fulcar pretende alcanzar e inculcar a los alumnos.
En ese orden de ideas, ¿Cómo podríamos fomentar el sentido de responsabilidad social y respeto en los alumnos, con relación a preservar el medio ambiente, cuando las granceras siguen extrayendo arena del río Yuna, en Bonao? ¿O permitiendo que la Barrick Gold construya una presa de cola en Yamasá? ¿O propagar, desde las altas esferas del Estado, el falso positivo del desarrollo sostenido, jerga que utilizan también las transnacionales depredadoras del planeta? ¿Cómo podríamos fomentar el sentido de lealtad, verdad y justicia en los alumnos, cuando el sistema educativo y Efemérides Patrias le rinden homenaje al asesino y traidor de Nicolás de Ovando? ¿O cuando todavía celebramos, el 12 de Octubre, la exterminación de los pueblos originarios por forrajidos españoles, y posteriormente otros europeos, quienes invadieron el continente de Abya Yala? ¿No deberíamos mejor llamar a esa fecha “Día del Exterminio? ¡Aaah!, en este caso particular, el problema de la lectura comprensiva también reside en cómo interpretar la mitificación de la prosa narrativa de la conquista, comparándola con la subversión y violencia a que fueron sometidos los “herejes” conquistados. ¿Cómo podríamos fomentar el sentido de responsabilidad social y respeto en los alumnos, con relación al relanzamiento de la Sociedad de Padres y Amigos de la Escuela y la unidad familiar, en general, cuando el sistema laboral ha roto la familia, obligada a desplazarse y a realizar extensas jornadas de trabajo, incluso hasta sus hijos menores, para ganar un yanikeke intolerable? ¿Asistirían a las reuniones escolares hambrientos, desarrapados y cansados? ¿Cómo podríamos fomentar la responsabilidad social y respeto en los alumnos, cuando personeros del Estado tumbaron, llevándose zinc, puertas y ventanas, la única escuela del paraje de La Cumbre y ahora, debido a la centralización del Estado, ningún funcionario aparece para dar la cara? ¿Se quedarán sin escuela los niños, en el exacto momento que se inicia el año escolar? ¿O cuando en el mismo paraje no existe un puente peatonal para que los niños, en su trayecto a la escuela, puedan cruzar la peligrosa autopista Duarte sin el temor de que los automóviles los maten?
Por otra parte, apuntalar que el actual modelo educativo se quedó rezagado, fruto de que fue implementado antes de la revolución tecnológica, hablando en un país donde tenemos que pagar los apagones, equivaldría a sostener no solo que la revolución científica, en el ámbito de la tecnología, mejoraría el actual obsoleto e injusto sistema educativo, sino que también obliga a pensar, erróneamente, que la tecnología, si bien afecta el comportamiento humano, está por encima, o asume el control del sistema político, cuando en realidad es todo lo contrario: las relaciones de poder manejan la tecnología de acuerdo, fundamentalmente, a sus propios intereses, pecuniarios o ideológicos, y, en consecuencia, al margen de los intereses ciudadanos. Más bien, como manifestó recientemente en la ONU el presidente de Bolivia, Luis Arce, “Las tecnologías digitales y el comercio electrónico se convierten en instrumentos para consolidar este injusto orden mundial”. Un martillo es una pieza que sirve, dice Noam Chomsky, uno de los más renombrados intelectuales vivientes, para clavar un clavo, pero también para romperle la cabeza a una persona. Esta última acción representa el sistema político mundial vigente, al que está sujeta, inexorablemente, la tecnología y su uso. ¿Acaso los beneficios de las nuevas tecnologías, su rápido crecimiento y expansión se comparten equitativamente?”
El señor Ministro de Educación, en su exposición televisiva, abogó, con la finalidad de motivar un cambio educativo, por lo siguiente: “es necesario modificar el plan de estudios de las universidades”. El hecho de que el incumbente utilizara, en la susodicha declaración, la conjugación ES de la tercera persona singular del verbo ser, podría constituir, en la trama de un régimen presidencialista y centralizador, un distanciamiento, atemporal, en su obligación de transformar el “viejo modelo educativo” del país. Peor aún, cuando el Ministro no expresa, taxativamente, quienes serían los responsables en “modificar el plan de estudios”. ¿Las universidades apócrifas? Respondiendo a la hermenéutica o lógica interpretativa del sistema social existente, las universidades privadas están diseñadas para reproducir, junto al sistema de la educación pública, el modelo social de las injusticias, privilegios y desigualdades, robustecido por el uso de la lengua, la cual nos proporciona la conjugación ES. Realización verbal ésta que se pierde en el tiempo infinito, si la empleamos, junto a la trampa narrativa de la mentira y el engaño, para comprometernos con la nada.