En más de una ocasión hemos resaltado el hecho de que hay un aspecto donde todas las encuestas coinciden, por diferentes que sean sus resultados en cuanto a las preferencias electorales. Todas sin excepción, al consultar los temas que resultan de mayor preocupación para la ciudadanía, señalan la seguridad ciudadana. No se trata solo ya de que el número de delitos se haya incrementado. El problema principal radica en la naturaleza particularmente agresiva que han adquirido los mismos.
Nos explicamos. Diez o doce años atrás, quizás un poco más, los ladrones en la generalidad de los casos se limitaban a robar sin agredir a las víctimas. Y cuanto eran sorprendidos y en riesgo de ser apresados trataban de huir.
Hoy eso ha cambiado. Hoy roban y matan. Quienes se dedican a atracar van bien armados, en muchos casos, mejor que los propios agentes policiales y no vacilan en hacer frente a estos. Más de un servidor de la ley ha caído en intercambios reales. Con una frecuencia cada vez más preocupante, no solo despojan de sus pertenencias a sus infortunadas víctimas sino que, con enfermiza vocación criminal, les dan muerte, aún cuando no hagan resistencia.
Ejemplos recientes: el chofer de Pelegrín Castillo, abatido cuando intervino para tratar de impedir que atracaran a otra persona y ahora, el joven Jefrey Jorge Ditrén, sobrino del dirigente peledeísta Ignacio Ditrén, quien se debate en situación crítica entre la vida y la muerte después de haber recibido un balazo en la cabeza al ser atracado por dos maleantes. Demás recordar que el caso de mayor notoriedad ha sido el de la ingeniera Francina Hungría, con su visión cegada por un grupo de maleantes sin conciencia que la ha condenado a una vida en perpetua oscuridad.
Para el pasado a que hacemos referencia, el narcotráfico no era tema de mayor preocupación; de hecho, Rolando Florián Féliz era el único capo conocido, condenado y guardando prisión. Hoy, por su frecuencia y volumen, se ha convertido en pan nuestro de cada día y enfrentamos toda una amplia galería de jefes locales e internacionales de la droga. Con ella, nos llegó aparejada la sanguinaria modalidad del sicariato, que ya se emplea hasta para cobrar cuentas ajenas a esa actividad, vengar agravios personales, saldar diferencias de negocios y hasta saldar con sangre infidelidades amorosas.
En adición, el creciente lavado de activos que se hace visible sobre todo en la explosión inmobiliaria, que hace parir lujosos, costosos y cada vez más elevados edificios a una velocidad sideral y cuyos largos tentáculos de corrupción ya se denuncia llega hasta el financiamiento de la campaña de algunos candidatos a posiciones electivas.
El otro aspecto que no puede pasarse por alto es la desbordada participación de jóvenes y hasta adolescentes en todas estas actividades criminales. Una grave circunstancia que rebasa los límites de la simple acción policial para caer en el plano de la más profunda evaluación sociológica, donde de seguro se dan cita la descomposición de la institución familiar, cuando no su inexistencia, la irresponsabilidad paternal, la ausencia de educación y valores, la falta de empleos, la exclusión y marginalidad y el efecto demostración de la impunidad de que gozan los poderosos e influyentes en la comisión de sus fechorías.
Sin dudas, tema de campaña. Pero que no debiera serlo de política menuda y argumento de oportunidad, sino de compromiso que trascienda las diferencias partidarias y vaya más allá de la cita electoral del 15 de Mayo. Ello sería una demostración de auténtica grandeza y preocupación por contribuir al sosiego y la seguridad de la gente.