Tropismo visual. Rostro que resbala y presenta su eje como nombre que dice su pregunta; como eco distante pensado y escrito. Pasión gráfica en cuya línea de tensión encontramos fijada la mano en el agua, el inconsciente y los elementos naturales que surgen en la magia de un sueño habitable. De allí surge el rastro donde la subjetividad del borde y la mirada huyen y a la vez se acercan; acogen sus cardinales de sentido en tanto que voz presente en cuerpo. El juego vive en cada chakra y en la danza de tiempo de vigilia; esperanza que narra esa ritualidad del agua en movimiento, del cuerpo donde el agua dulce profundiza en la nube de la historia, su equilibrio de forma sustantiva.
Ella se justifica en una forma que “habla” desde un sentido del eje que mueve los elementos de una acción, cuyo centro mismo es la movilidad del arquetipo narrado como signo, encuentro y señal; gesto y símbolo donde el cuerpo administra su propia pulsión de vida y muerte. Nace la pregunta y la respuesta de toda tentativa donde el ojo dice sus estados, fuerzas, ecos míticos, alcances donde la ritualidad se expresa como intención y respuesta de relato. Es entonces cuando el mar se convierte en horizonte, imán, tierra y paraíso. Viaje y regreso al tiempo que acoge su derecho en el lenguaje.
Deseo de la danza que progresa como pasión y actuación; ascenso y caída que no renuncia a su centro que es el agua. Aurora de lo sagrado donde nacen las entidades reveladoras de especies elementales. Estructuras y sentidos de una historia que se convierte en memoria de instantes y temblores que se pronuncian desde ese cuerpo soñado por el “otro”; habitado también por señales que arrojan la palabra perdida y recobrada.
Huida y retorno de un origen marcado a partir de aquella voz que nutre la heredad de un sueño milenario de la especie y el anhelo primigenio del brote de sentido. Sinrazón del arrebato. Agua y poder que enuncia una historia de la mano Indicadora, deseante de hondura y voz en la aventura. Lugar del horizonte que responde con sus propios seres, polaridades, rompimientos y sentencias.
Se trata de arrebatos, flechas que se dirigen desde un centro perdido y recobrado en la perennidad de la palabra y sus historias pobladas de imágenes y sierpes; nacimientos y heridas que no podrán recobrar el milagro propiciado por deidades que anuncia el mundo y el orden que vendrá después del fin y la caída del sujeto. Razones para ganar o perder las formas de un mito que se repite cada día. Gnosis. Soma. Sema (conocimiento prístino, cuerpo, radical de sentido).
¿Eterno retorno?
¿Materia de toda hierofanía?
¿Tiempo cíclico y línea de esperanza?
El cuerpo de la performera y poeta Abril Troncoso, es un instrumento sensible y perceptivo que maneja el juego ceremonial y ritual apoyándose en la mirada direccional frente a los elementos naturales en el ritmo de la secuencia gestual. Junto al paisaje, el agua, la tierra y sus pulsos la poeta y performera recurre a sus propios tonos, intensidades, silencios expresivos y fórmulas corporales.
El mar regresa al ojo y a la tierra con sus velos transparentes. La piel que cubre el cuerpo es amenaza y guerra compartida en un relato interminable. Aquello que ha quedado luego del diluvio y las nuevas esperanzas heredadas de un ser pronunciado en el centro de un mundo recobrado. Es eso y aquello la amenaza. Penitencia y sentencia. Religiosidad del cuerpo que transita en horizonte.
Luego de la partida, el cuerpo cae al mar que es movimiento interminable.