Sería un grave error pensar que la lucha por la democracia es capaz de apartar al proletariado de la revolución socialista o entorpecerla, llevarla a un segundo plano, etc. Al contrario, de la misma manera que el socialismo triunfante es imposible sin haber implantado la democracia completa, no puede prepararse para el triunfo sobre la burguesía el proletariado que no mantiene una lucha en todos los sentidos, consecuente y revolucionaria, por la democracia.” V. L. Lenin.

Etapa democrática burguesa

La etapa democrática burguesa es un proceso, dentro del capitalismo, que garantiza el establecimiento de un régimen que permita los derechos democráticos y libertades. La economía descansa en los principios del capital; permitiendo la libre competencia, frenando los monopolios e impulsando la industrialización.

Es importante que pongan atención en derechos democráticos y libertades, porque es el aspecto a destacar por los revolucionarios, ya que facilita crear reformas al Estado para ejercer los derechos civiles y políticos; rechazar improcedentes medidas gubernamentales; a los ciudadanos, organizarse; a la población, reclamar reivindicaciones económicas y sociales. En fin, libertad para presionar en la cancha entera cuando se intenta vulnerar las conquistas adquiridas.

Este tramo de la carrera transitoria le corresponde al presidente Luis Abinader y al PRM, apoyado por una Coalición de organizaciones políticas y sociales, y personalidades independientes. Fundamentaron su respaldo alrededor de un programa de gobierno que incluye modificar la Constitución de la República, institucionalizar las instituciones públicas, justicia independiente, lucha en contra la corrupción, cambio del modelo económico que priorice la dinamización de la producción nacional, etcétera.

Este tránsito histórico es inevitable, hay que saberla manejar con capacidad y habilidad de maniobra, siempre apegado al Marxismo Leninismo. El mismo es dirigido por la burguesía y en la mayoría de los casos ligados a sectores oligárquicos. No podemos confiar ciegamente, abandonando la lucha y la organización de la población, de los trabajadores, es una clase mentirosa, corrupta y entregada al poder extranjero.

No olvidemos que es una democracia burguesa, no pierde el punto de vista capitalista. Cuando ve sus intereses en peligro aprieta la muñeca, porque “es una clase social de doble cara, y camina en dos direcciones a la vez”. Mantiene a los trabajadores con la soga corta, ya que es su antípoda. Además, decide siempre en favor de los ricos y poderoso, sector dominante.

El primer mandatario es un burgués, con apariencias liberales, de los pies a la cabeza y actúa en consecuencia. Su gabinete no se corresponde con la concepción, liberal, de clase del presidente. Un tren administrativo integrado, en su línea central, por sectores oligárquicos burgueses más rapaces en las últimas décadas.

Es un error esperar, sentado en sus casas, que el presidente cumpla con los acuerdos en el programa de gobierno y, peor aún, permitir en silencio que se violen los compromisos para favorecer al sector privado y al poder extranjero. La transición es para contribuir a la consolidación de la democracia derivada en la protección de los bienes y servicios del Estado, cambio del modelo económico, garantizar derechos civiles y políticos, y el bienestar de la población.

Le ha tocado dirigir, al sector oligárquico burgués, desde la caída de la Era de Trujillo. Y lo único que se ha visto en la vida nacional es el robo descarado de los bienes del Estado, enriquecimiento ilícitos y destrucción del aparato estatal. Con excepción de los siete meses de gobierno del profesor Juan Bosch, la clase dominante se han servido con la cuchara grande, con las dos manos.

Si el presidente Abinader cumple con el compromiso, que incluye “La Regeneración Nacional y un Nuevo Modelo Económico y Social”, firmado con la Coalición Democrática, transitaremos por una transición provechosa para la sociedad, de lo contrario, sería una farsa más de una clase social que no termina de consolidarse, que solo aprovecha la confianza depositada, para burlarse de ella.

Luchar para conquistar la democracia en el capitalismo no es una aberración ni transgresión. “La lucha por reformas es el medio; la revolución social, el fin”. Las fuerzas revolucionarias y comunistas están atrapadas, en este tránsito, con un discurso y accionar confuso; no distinguen la importancia de insertase en el proceso democrático para ganar espacio y tiempo.