Todo sistema educativo está definido por una plataforma curricular que define los contenidos formales de los elementos constitutivos de los programas de las asignaturas que se ejecutan en el proceso de aprendizaje desde las aulas y laboratorios. Pero más allá de estos planes, de forma menos visible, cada sistema de educación nacional de un país tiene los fines y objetivos a cumplir frente al tipo de hombres y mujeres que quiere y debe formar. Dicho de otra manera, ¿qué tipo de ciudadanos queremos tener en la sociedad? He aquí la tarea fundamental del Estado a través de la escuela -y fuera de ella- desde la educación inicial de nuestros niños y niñas.

La sociedad dominicana tiene serios problemas que la están conduciendo hacia un total deterioro político, social, moral y humano. Los elementos que sirven de base a esta evidente tragedia que afecta a la población empiezan a impactar en los sujetos desde la niñez, muy especialmente en los sectores marginados y en las familias que tienen realidades explicables sólo a través de la sociología. Estos factores desintegradores funcionan sin que los propios afectados y la generalidad de los ciudadanos adviertan las verdaderas causas de la violencia, inseguridad, corrupción barrial y del crimen organizado.

La búsqueda del pan y la búsqueda de la cotidianidad te cercan y te llevan a ver sólo los resultados y efectos, nunca las causas. La familia, que es tu mejor fortuna, la pierdes y solamente quedarán el dolor y la impotencia como compañeros de viaje hacia la angustia. Esta es la realidad de los barrios y los campos llenos de miseria. Nunca antes fue tan urgente como hoy para las familias, los grupos comunitarios, la escuela y la sociedad en sentido general para iniciar, a través de los estamentos estatales

y sociales, muy especialmente desde la escuela, una verdadera revolución ciudadana que nos ayude a recuperar la sociedad, a la que no podemos renunciar jamás a pesar de su tragedia moral.

No hay un solo lugar en el país, por pequeño que sea, que no esté invadido por centros de corrupción y acciones que afectan a nuestros niños y jóvenes. El pobre trabajo de nuestras escuelas no será capaz de detener esta penosa realidad que nos afecta a todos como nación. Es necesaria y urgente la intervención del Estado en su responsabilidad política de garantizar que los fines de la educación para formar hombres y mujeres de bien que predica toda nación soberana, puedan contribuir con el adecentamiento de la sociedad que hoy presenta la peor cara frente al mundo.

Es la hora de iniciar un gran proceso educativo que no sólo transforme la escuela en el aspecto de la calidad y profundidad del aprendizaje, de los contenidos diseñados en el currículo, sino desde la formación cívica a través de un gran plan nacional de educación ciudadana que movilice grandes sectores de la nación dominicana, a fin de recuperar desde los valores patrióticos, ciudadanos, morales y de la tradición familiar, a la sociedad en peligro en que vivimos profundamente afectada frente a la vista de todos.