La avaricia y el entreguismo del grupo social dominante, en el poder, desnaturaliza el proceso democrático.

La historia de la humanidad ha enseñado como las sociedades han evolucionado desde la primitiva, esclavitud, feudalismo, capitalismo, entrando al socialismo, camino al comunismo. Todas completando su periodo de conformación y solidez. Transitamos los últimos cruces, los cuales tienen que completarse para avanzar al próximo.

Por ejemplo, un país pobre, atrasado y dependiente, aunque viva en el capitalismo, no puede pasar al socialismo de golpe y porrazo. El desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción son indispensables para crear las condiciones objetivas para transitar al sistema siguiente. Se podrá producirse saltos históricos inesperados, pero a la larga tendrán que abrirle una ventana al capital.

Los esfuerzos tienen que estar concentrados en impulsar una etapa fundamental, la revolución democrática o democrática burguesa, dirigida por un sector con conciencia de clase y política. Una tarea muy difícil en países como el nuestro, donde el atraso económico, político y cultural son tangibles; y las debilidades teóricas, políticas y organizativas, son más que evidentes.

Comprender, no es tan difícil, que el capitalismo para su establecimiento y consolidación, debe desarrollar sus fuerzas sociales motoras y las relaciones que mantienen entre sí; entrando en diferentes periodos para su expansión y dominio. Por consiguiente, generando en sus entrañas el sepulturero, el proletariado, que le dará «el tiro de gracia».

Después del derrocamiento de la dictadura de Trujillo, la clase dominante desencadenó una cacería de los bienes dejado por el dictador que pasaron a ser del Estado. Impactando de manera negativa en el proceso democrático que se iniciaba. El caos y el desorden se apoderó del país, vulnerando los derechos democráticos y las ansias de libertad de la población.

La ralentización del proceso democrático se mantuvo a lo largo y ancho por varias décadas. El triunfo electoral, 1963, del profesor Juan Bosch fue el único intento serio del tránsito, dentro del capitalismo, con un nuevo modelo de gobernar teniendo como norte el desarrollo y el bienestar. Fue derrocado, involucionado la fase democrática, alternándolo con farsas electorales y medidas dictatoriales. Y es que, en ausencia del proletariado, el mismo es dirigido por la «burguesía, capas medias, militares y sectores influenciados por la iglesia»; a través de gobiernos y dictaduras.

En América Latina, el Caribe y otras partes del mundo –los países pobres, con escaso desarrollo económico, déficit en el nivel de conciencia cultural, política e ideológica, y una vulneración terrible en materia de derechos humanos y libertades– se requiere completar el proceso democrático.

En países como el nuestro, atrasado y dependiente, la revolución democrática burguesa permite el desarrollo del capitalismo en todas sus vertientes, teniendo cuidado con el gran capital monopolista, salvaje. Transitando fases y etapas históricas impuestas por la evolución e involución del proceso.

No debe enajenar los bienes del Estado, entregándola al capital privado ni al extranjero. Garantizar el impulso del desarrollo económico sobre la base de empujar la agroindustria, el sector industrial y otras áreas; adecuar la Carta Magna y transparentar las instituciones públicas. Y estimular la expansión del conocimiento científico y tecnológico.

Por otro lado, la lucha, debatir reformas y movilizaciones, por la democracia dentro del capitalismo permite conquistar derechos políticos y libertades convenientes para el desenvolvimiento de los trabajadores y revolucionarios. Sin perder de vista que esto es un recorrido necesario hacia el verdadero rumbo de la revolución.

El mundo ha cambiado, nadie lo discute. Por consiguiente, la realidad criolla ha experimentado profundos cambios que recomienda realizar los ajustes para ir en sintonía con los mismos. En América Latina y el Caribe sucede lo mismo. De ahí que las fuerzas revolucionarias y progresistas, de esos países, cosechan triunfos y fracasos sin detenerse.

Sin darnos cuenta transitamos la etapa democrática burguesa con resultados positivos y negativos significativos. La falta de unidad e incomprensión del proceso permite la perpetuidad del sector dominante. Hay que crear conciencia ideológica y política del tránsito para poder obtener el mejor provecho posible, a los fines tácticos y estratégicos.