Por vía aérea el país recibe al año más de 5.3 millones de turistas extranjeros y casi un millón de dominicanos no residentes. La Ciudad Colonial, siendo el principal atractivo después de las playas y el clima, recibe en visitas diurnas unos 700,000 extranjeros que provienen de Bávaro-Punta Cana y de los cruceros. A pesar de eso la ciudad de Santo Domingo no es capaz de generar pernoctaciones por sí misma y el grueso de los extranjeros que pernoctan visitan por negocios. Procede entonces que los candidatos a alcalde de la ciudad pregunten qué se necesita para que por sí misma atraiga pernoctaciones y que podría mejorar la experiencia turística. 

Las iniciativas para hacer de Santo Domingo un magneto turístico han sido pocas. La prioridad ha sido el remozamiento de la Ciudad Colonial, entendiendo correctamente que es el más importante atractivo turístico de la urbe. Con la ejecución del Programa de Fomento al Turismo que financió el BID, esa tarea ya ha sido atendida y una segunda etapa que se avecina podría mejorar su entorno, pero no generar por si misma un mayor volumen de visitantes. Sus fuentes seguirán siendo los turistas de Bávaro-Punta Cana y los cruceristas y, sin que se lleven a cabo otras iniciativas, solo el crecimiento vegetativo de esas fuentes traería un mayor volumen de turistas al recinto.

Por su lado, el Malecón no atrae las hordas de extranjeros que visitan la Ciudad Colonial. Este sigue siendo un espacio para las elites locales que pueden disfrutarlo porque poseen vehículos. El pueblo llano solo acude a la Plaza Juan Baron, Guibia, el trecho al oeste de la Avenida Lincoln y a los desfiles de Cuaresma (el 27 de febrero y el Carnaval). Las plataformas para pescadores del MOPC han sido un costoso desaguisado y las calzadas y lámparas que el alcalde Salcedo llevó a cabo también se destartalaron en poco tiempo. El remozamiento que el actual alcalde ha propiciado, aunque mejoró el entorno, no genera más visitas de las usuales: hamacas y sillones en pares mirando al mar son inutilizados por el abrasador sol del trópico.

De manera que, por sí misma, la Ciudad Primada de America no es capaz todavía de generar pernoctaciones masivas de extranjeros. Pero Santo Domingo podría lograrlo una vez cuente con un gran centro de convenciones que pueda competir con los ya existentes en la región (San Juan, San Jose, Panamá, La Habana). En los últimos 25 años se han realizado varios estudios y diseños de la obra, el mejor de los cuales ha sido el de una consultora de Berlín (2008) que fue pagado por el sector privado a iniciativa del MITUR. Se reporta que el proyecto de Sans Souci lo contempla, pero este acusa un retraso de más de 13 años y no hay señales de un comienzo temprano. 

Recientemente se creó, por iniciativa de la Asociacion de Hoteles de Santo Domingo, un Buro de Convenciones. En el pasado, los hoteleros también han ofrecido acoger un impuesto por habitación ocupada para contribuir a generar los fondos que financien el proyecto. (Esa Asociacion elaboró en 1994 un plan para promover la ciudad que nunca se ejecutó.) Pero a pesar de varios anuncios al respecto, ha faltado el empuje oficial que vigorice los esfuerzos, especialmente porque los centros de convenciones no son proyectos que atraigan la inversión privada. Hasta tanto ese centro no exista no se podrá vislumbrar la ciudad como un destino turístico capaz de generar pernoctaciones por sí misma, limitándolas a las diurnas. Por suerte, el candidato presidencial del PRM ha creado una esperanza con su promesa de construir el centro si es electo.

Tanto para los turistas diurnos como para los que pernocten, sin embargo, la ciudad debe potenciar sus atractivos para aprovechar más sus visitas. El segundo proyecto de la Ciudad Colonial no incrementara las visitas diurnas, pero estas podrían ser mejor aprovechadas con algunas intervenciones que están al alcance del gobierno y de la ciudad. Para facilitar la movilidad urbana que permita ese aprovechamiento, por ejemplo, se debe crear un empalme del metro para conectar el Parque Independencia con la estación Joaquin Balaguer de la Avenida Maximo Gomez. (Un túnel que discurra por debajo de la Calle Santiago tendría apenas un kilómetro.) Con eso los visitantes podrían desplazarse desde la Ciudad Colonial hasta la Plaza de la Cultura, proyectándose así otros importantes atractivos que son soslayados. Ese proyecto facilitaría también las visitas al centro histórico de los habitantes de la parte alta de la ciudad.

Una segunda intervención de bajo costo sería la de convertir el Malecón en una meca de visitación para los nacionales. Esto atraería la visita de los extranjeros tanto como la Ciudad Colonial y la Plaza de la Cultura. Para lograrlo se contemplaría dos subproyectos: 1) la habilitación de la playa de Sans Souci y 2) algunas piscinas públicas. Ya en el pasado se han presentado proyectos para dotar a la ciudad de playas en su litoral, pero estos conllevan una inversión demasiado alta. Pero habilitar la playa mencionada es factible con una baja inversión. Lo mismo puede decirse de la creación de varias piscinas entre el Obelisco “Hembra” y la Avenida Lincoln.

Para el Malecón se han concebido numerosos otros proyectos por diversos profesionales. Quien esto escribe ha propuesto unas cuantas intervenciones que podrían hacerlo más amigable al usuario y convertirlo en un área de verdadero esparcimiento, tanto para nacionales como para turistas. Algunas de ellas podrían ser costosas, pero la propuesta de rebautizar esa avenida con el nombre de Paseo Juan Pablo Duarte no requiere más que una ley o decreto. Asimismo, la erección de estatuas monumentales de los Padres de la Patria está al alcance de la ciudad misma. La reconfiguración turística del Malecón es hoy pues un requisito para hacer de Santo Domingo una meca turística más auténtica para los extranjeros.

El otro gran sitio de visita obligada para los extranjeros sería el Faro a Colon. Aun cuando tiene una funcionalidad trunca, este monumento recibe alrededor de 3,000 visitantes nacionales y extranjeros al mes. Ese número podría duplicarse completando sus salas de exhibición y si funcionaran sus luces y existiera un corredor expreso que lo conectara con la Ciudad Colonial. Para ello se ha propuesto un teleférico y una reconfiguración del entorno del Faro que proyecte nuestra historia de manera más balanceada, convirtiéndolo en una Plaza de la Dominicanidad. El predominio de lo cristiano y lo español no compagina con la naturaleza diversa de nuestra nacionalidad y, en consecuencia, las gigantescas estatuas que se han propuesto (de Lemba, Enriquillo, Bartolome de las Casas y Anacaona) deberán enclavarse en sus alrededores.

A decir verdad, Santo Domingo posee pocos atractivos turísticos que puedan generar pernoctaciones masivas de extranjeros y, a menos que se acometan los proyectos aquí reseñados, es probable siga siendo un destino secundario por mucho tiempo. Pero es harto evidente la necesidad de que nuestro producto turístico se diversifique a medida que crece la visitación extranjera al país, por lo que la reconfiguración de los sitios seleccionados aquí debe figurar como prioridad de primer orden. De materializarse esos proyectos es seguro que los turoperadores internacionales reaccionarían desarrollando paquetes vacacionales que incluyan a la ciudad como sitio de estadía. Ojalá y los candidatos a alcalde tomen esto en consideración.