La reciente noticia sobre el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre los Estados Unidos y Cuba, como era de esperarse, ha suscitado múltiples reacciones en todos los niveles del quehacer político, económico y turístico nacional. Por un lado, muchos han prevenido sobre efectos negativos ante el constante crecimiento de llegadas de turistas al país, otros, en especial líderes del sector hotelero, anticipan que constituye una oportunidad para la República Dominicana dada una esperada consolidación del siempre soñado multidestino del Caribe.

En ediciones anteriores en esta columna hacía referencia sobre algunos de los retos que enfrenta el país en términos de competitividad turística. Destacaba, además de la importancia de la innovación como nueva fuente de ventaja competitiva, el bajo desempeño del turismo dominicano en los pilares relacionados a los recursos humanos, culturales y medioambientales, según las estimaciones del Foro Económico Mundial.  Si bien es aun prematuro medir el impacto para los países de la región del Caribe del restablecimiento de las relaciones comerciales entre los Estados Unidos y Cuba, no deja de ser una medida que debe instar a todo el sistema turístico nacional a una profunda reflexión, pero sobre todo pasar a la acción.

La República Dominicana cuenta con más de 35 años de trayectoria turística lo que sin duda se convierte en una de sus principales ventajas competitivas frente a Cuba actualmente, en especial en términos de infraestructura y servicios. Sin embargo, Cuba lleva millas ganadas sobre nuestro país en los aspectos relacionados a sus recursos, en especial los humanos, donde la educación es uno de sus  principales pilares de diferenciación, sin contar con el efecto de la nostalgia y la fruta prohibida, la cercanía geográfica, entre otros aspectos subjetivos en su favor.

Ante el anuncio de esta medida, la República Dominicana debe orientar sus esfuerzos en promover su competitividad apostando a los preceptos de la diferenciación.  Se ha demandado una mayor promoción turística internacional, pero los desafíos van mucho más allá.  Se hace necesario, entre otras cosas,  garantizar un entorno que promueva un clima atractivo de inversión tanto local como extranjera así como garantías de la seguridad en todos sus aspectos, ciudadana, nacional y jurídica.  Asimismo, la dotación de nuevos y mejorados programas formativos dirigidos a elevar las capacidades locales a través de la formación técnica y ocupacional, así como de los niveles de educación básica, intermedia y superior.  No menos importante es la  prestación de servicios de salud con mayor estándar de calidad, donde Cuba supera por creces al país.

El sistema turístico local debe apurarse, con sentido de urgencia, a una real y pertinente planificación y priorización de acciones y recursos. Se espera que una vez sean desmontadas las restricciones comerciales, sobre todo mediante la aprobación en el congreso de los EEUU para levantar las leyes que prohíben cualquier tipo de negocio con Cuba, el aumento de inversiones norteamericanas y de otros países en el sector turístico se hará sentir. Por consiguiente un aumento sustancial de habitaciones hoteleras así como del turismo norteamericano que apenas representa un poco más de ciento cincuenta  mil visitantes hoy día en comparación con más de un millón que visitan la República Dominicana cada año.

Sin dudas nadie espera que haya una movilidad inmediata. Todo será parte de un proceso que representa un real desafío,  sin embargo soy de las optimistas y coincido con los líderes del sector en que esta noticia se convierte en una gran oportunidad para el turismo dominicano, pero una oportunidad que debe acompañarse de acciones contundentes, coherentes y continuas. De no se ser así la oportunidad quedará solo en deseos, y los deseos al igual que las palabras, si no se acompañan de acciones se los lleva el viento.