Hace varios años leí una frase a modo de pregunta que me ha acompañado desde entonces  cada vez que debo tomar una decisión importante en mi vida: "¿Cuál es el resultado exitoso posible?"

Se trata de una pregunta muy elocuente que ayuda a definir si vale la pena o no emprender una acción. Si el mejor de los resultados no nos lleva a nuestro objetivo principal, entonces no vale la pena seguir ese camino.

Hoy me pregunto, ¿cuál sería el resultado exitoso de la "Marcha Verde"?

¿Que juzguen y condenen a todos los sobornados? ¿Que cancelen lo que queda del contrato de Punta Catalina y que echen del país a Odebrecht? ¿Que devuelvan el dinero fruto del soborno?

Es poco probable que todo eso se consiga, pero de ser así tan sólo se habría apagado el fuego producido por una gran explosión. Me explico.

El caso Odebretch irrumpió a nivel internacional y era inminente que llegara hasta nuestro país al ser ventilado en países con sistemas judiciales fuertes y de tentáculos transnacionales por las implicaciones financieras de los ilícitos. Pero por ello mismo no podemos soslayar esta realidad: ningún otro caso de corrupción que haya involucrado a funcionarios de alto rango del Estado Dominicano llegó ni siquiera a juicio, todos fueron archivados.

La triste realidad es que si no sucede algo más, aún logrando condenas de funcionarios importantes involucrados en el caso Odebretch no pasaría de ser lo mismo que viene sucediendo en el mundo de las drogas. Pueden apresar a alguno de los capos más buscados de la droga, pero no por ello se cae el negocio. Surgen reemplazos y más reemplazos. Ante la ausencia de cambios estructurales, la lucha antidrogas a nivel nacional e internacional lo único que ha logrado es menguar momentáneamente ese negocio, en lo que se reorgniza y repunta.

Así, pues, el “resultado exitoso posible” del caso Odebrecht sería que,  fruto de la indignación de millones de dominicanos expresada a través de las Marchas Verdes en la República Dominicana y otros medios, se materialicen una serie de cambios estructurales, modificando la Constitución y algunas leyes para garantizar el cumplimiento de las mismas y la independencia real entre los poderes del Estado, generando las condiciones para que exista un efectivo régimen de consecuencias.

Cambios que garanticen independencia en las Altas Cortes, Cámara de Cuentas, Ministerio Público, Junta Central Electoral, entre otros. Además es de vital importancia  una ley electoral y una ley de partidos que rompan con el monopolio del acceso al poder que hoy ostentan los partidos tradicionales del escenario político partidario del país dentro y fuera del poder.

Un paraguas solo nos puede cubrir de la lluvia pero un techo nos puede proteger de un huracán. Por consiguiente, debemos evitar que el caso Odebrecht termine siendo como el de la Sunland, –desestimado ante la justicia por no estar ex profeso bien instrumentalizado; y también que su resultado sólo logre ser posible, –porque se limitó y no incidió en la estructura de impunidad que da pie a tanta corrupción en el país.