Ocurrencias como el intento de asalto a la cárcel de Najayo; 152 mil sometidos a la justicia por delincuencia en poco más de un año; 1,7 millones de gramos de drogas decomisados en ese mismo tiempo; el hecho del Metro; doce atracos en un fin de semana reciente en una ciudad pequeña como la de Nagua; los factores Figueroa Agosto y Quirino, presentes todavía; el factor Félix Bautista y los hechos relevantes vinculados a la corrupción que han superado la capacidad de espanto de buena parte de la sociedad; la afirmación de médicos que son autoridad en el campo de la salud sobre la bancarrota del sistema sanitario nacional, bastarían para llamar la atención de los sectores y líderes políticos que se sienten comprometidos con un cambio progresista en las condiciones del país.
Sin parar, en la nación se acumulan hechos que confirman un proceso en el que se disuelven sus elementos esenciales. A pesar de lo bien apreciado que dicen las encuestas está el presidente de la República y del “crecimiento económico” que observan los funcionarios del Banco Central.
Los países y naciones se fuñen, y desde luego sus mayorías populares son las afectadas. De eso hay ejemplo en países con más recursos materiales y mejores indicadores en el desempeño macroeconómico que el nuestro.
El pueblo dominicano necesita de los líderes y dirigentes políticos de la oposición con vocación de país y democrática que se atrevan a poner esos atributos en primer plano, y firmar con la palabra de compromiso un pacto que ponga un PARE a ese mal proceso y conduzca al pueblo por una real transición hacia la democracia con justicia social.
La responsabilidad histórica está convocada para ahora; y si por anteponer intereses de pequeñas claques, o corresponder a orgullos pequeñoburgueses más que al pueblo, no se concurre puntual a esa cita, será desaprovechada una oportunidad histórica y otros Horacios y Horacitos Vásquez aparecerán en las páginas de la historia.
Ese pacto debe incluir las elecciones del 2016 y más allá y fundamentarse en un proyecto de nación del que se elaboren programas de gobiernos continuos.
Como he dicho en ocasiones anteriores, la hegemonía social, pende en este momento de la voluntad del PLD. El bipartidismo, no se da y son el danilismo y el leonelismo las dos fuerzas políticas que garantizan esa hegemonía.
La nueva mayoría política que pudiera anteponérsele e irrumpir de inmediato en la vida nacional con posibilidades de cambiarla en un sentido positivo, hay que construirla, y está en la concertación entre los elementos dispersos de la oposición, y no en ninguno en particular así haya unos más desarrollados que otros.
En la medida en que pasa el tiempo, se le da más cancha al trabajo de la inteligencia del PLD- gobierno para potenciar elementos de la división que le es vital para mantenerse arriba; como al efecto está ocurriendo.
Con un poco de sentido común, en ese pacto se multiplicarían por mucho todos sus signatarios, más de lo que como particularidades podrían obtener. Aspirantes a la presidencia de la República avanzarían más rápido a ese objetivo. Se trata de un pacto político para el presente y el provenir; mirando en positivo hacia delante, no en lo que fue o debió ser el pasado, así comporte los elementos críticos y autocríticos necesarios.
No hay que negarse a pactar con nadie por ser o haber sido parte de un partido de los que han gobernado el país; porque los que aparecen como posibles candidatos presidenciales de entre los líderes o dirigentes alternativos han sido todos funcionarios importantes en gobiernos anteriores, e incluso los hay que han calificado para serlo así de Leonel como de Balaguer y sus honras no han sido mancilladas por eso. Solo Fidel Santana, presidente y candidato del Frente Amplio, no ha sido funcionario de gobierno alguno y sus credenciales surgen de los hornos de la lucha popular y nacional.
Urge ese pacto en torno a un proyecto de nación, con alternabilidad de candidatura y de gobierno dentro de la misma concertación. Así ganaría la oposición y con esta la posibilidad de un cambio.