Demandar respeto—respeto elemental—en República Dominicana, a veces es colocarse en una posición arrogante, y hasta soberbia. La gente entiende que ¿por qué tengo que respetar a este sujeto? ¿quién es él? ¿por qué tengo que hacer o dejar de hacer cosas porque a él le molesten, o le beneficien? Básicamente, pocas personas se detienen a expresar todo eso, pero eso es lo que queda en el aire cuando alguien le dice al vecino que baje  volumen del radio, que no tire la basura en su frente, o que respete su parqueo en el edificio donde viven.

Es algo muy criollo: no se quiere respetar al otro. El dominicano no quiere someterse y dejar de hacer cosas simplemente porque otro lo pide. Esta situación, a veces, deriva en cursos de acción verdaderamente perversos. Se trata de situaciones en las que una persona, no solo se resiste a complacer o a obedecer lo que le pide otra, sino que, a partir de ahí, eso que hace que le molesta a su vecino o compañero de trabajo, es la regla en su comportamiento y pasa a hacerlo deliberada y frecuentemente.

Todos escuchamos y leemos sobre casos lamentables en edificios y entre vecinos en residenciales. Situaciones en las que alguien hiere o hasta mata a otro por diferencias insignificantes que emergen de la convivencia. Ciertamente, hay casos de violencia espontánea, pero en muchos casos, ese vecino que termina pasando de palabras fuertes al puño o hasta amenazas y a sacar armas de fuego, en ocasiones, ya ha hablado más de veinte veces con su otro vecino para que suspenda o controle una situación x que resulta molesta.

Toda persona merece respeto. El orden y la paz entre colectividades necesitan la colaboración de esas colectividades. Para vivir con otros es necesario escuchar y obedecer e incluso hacer cambios en nuestra conducta si vemos que con ello mejoramos el ambiente y evitamos fricciones. Sin embargo, en nuestro medio pedir eso, en ocasiones, es solicitar demasiado. Mucha gente no entiende que toda persona merece respeto por el solo hecho de ser una persona; que no necesita ser coronel del ejército, ni ministro del gobierno para recibir mínimas consideraciones; que todos nos debemos un mínimo trato fraterno. El resultado es un conjunto de posiciones inflexibles en torno a nimiedades de las que surgen los más profundos odios entre personas que, si se conocieran bien, quizás podrían llegar a ser excelentes amigos.

Este breve artículo no propone ninguna solución o receta mágica para resolver lo anterior. Básicamente recomendamos estoicismo, paciencia, resignación y autocontrol. No hay otra forma de enfrentar eso. Y ya que no es posible cambiar esa situación en nuestros congéneres, quizás lo más sano es asumir la recomendación de Gandhi y “ser el cambio que deseamos ver en el mundo” de modo que cuando nuestro vecino o relaccionado con el que compartimos nos plantee que algo que hacemos les molesta, y no nos cuesta nada dejar de hacerlo, hagamos lo propio, para contribuir al  gran beneficio de la paz común.

——

Nota: Por “respeto elemental” indicamos el mínimo respeto de que es acreedor toda persona humana, solo por el hecho de ser una persona.