La espiga en flor te recuerda millones no olvidan tu recio perfil, tu vocación por la justicia y un mar de virtudes discretas no olvidadas.

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Hago acopio de fuerza y memoria, quiero que la racionalidad continua sea una bitácora de luz y hermosos recuerdos, eso quiero.

Los anales de la televisión aún guardan el cierre de campaña de las elecciones del 1994.

Lo recuerdo como ahora, acompañé a José Francisco Peña Gómez al programa de Televisión Con los ojos abiertos que entonces producían Mariasela Álvarez y Milagros Germán.

Entre vítores en las calles, Peña – otrora esperanza nacional, gigante del liderazgo político nacional- siempre entraba al estudio con aquella sonrisa que le recordamos, poema de marfil de su no escondida candidez.

Me quiso y me respetó con una nobleza que reciproqué con decenas de artículos en la prensa dominicana, apoyando y desmontando con ideas, humor y argumentaciones fundamentadas todas las falacias y diatribas que los hoy nacionalistas a ultranza, inventaban para impedir su llegada al poder, como en efecto lo hicieron.

Que quede claro en este artículo, el que me conoce en este país sabe perfectamente que no creo ni he creído, ni pienso creer en el culto a la personalidad, uno de los rasgos que todavía caracteriza a los regímenes autoritarios, según el carisma de quien ostente el poder.

Hago esta digresión porque, si algo me resulta penoso es ver el nombre de Juan Bosch hasta en los sanitarios, pintado claro está, en amarillo y morado.. triste.

Nunca he seguido hombres, creo en las ideas o en las propuestas. Con Peña Gómez -que tuvo millones de seguidores y creo que aún son más ahora- explicaré luego por qué, el respeto hacia los intelectuales era meridiano, absoluto, sabía tomar distancia y respetar criterios, sabía argumentar y dialogar, al margen de cualquier acto acaecido que pueda desmentirme, que yo pueda desconocer, no me refiero a las leyendas urbanas interesadas creadas por sus enemigos…

Dr. José Francisco Peña Gómez(Ahora son más, porque al final se ha constatado que el miedo al haitianismo de Peña Gómez fue un truco más de las élites del poder, que no tienen formación política, fanáticos de la maldita frivolidad y el ayante; hoy son más porque a quienes insistían en el peligro haitiano con Peña Gómez se les cayó la máscara con intereses y millones por el medio, toda aquella haitianización que se suponía que Peña Gómez auspiciaría, al final ellos la hicieron, porque les ha sido rentable. Simplemente por eso, con la mentira desmontada en el tiempo, hoy son más quienes reivindican la nobleza de este líder sin par)

Dicho esto con claridad prístina, pasemos a lo que me interesa tratar hoy: En un programa de radio, que produce para la Z 101, el Ing. Ramón Alburquerque, de fecha 1 de diciembre del año en curso, en sus últimos tres minutos, uno de los invitados al programa, el Sr. Edwin Paraison decía lo siguiente:

"Algo que siempre me ha llamado la atención es que un líder prominente de la República dominicana, de origen haitiano que todos conocemos, que todos apreciamos, que es Peña Gómez, que es un miembro de la diáspora haitiana, murió sin haber podido reivindicar su origen de manera orgullosa, como lo hacen miembros de otras diásporas, en otras partes del mundo”.

(Fuente: postcad Z, de la segunda y última parte del Programa Los Sabios, fecha: 1 de diciembre, 2013, Portal de la Z 101.)

Bien escribo hoy para decir: José Francisco Peña Gómez, nació en La Loma del Flaco, en Mao, es dominicano de origen haitiano, origen que sí reivindicó. No pesquemos en río revuelto.

José Francisco Peña Gómez fue un gran líder del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), el más importante líder de masas en la historia política de la República Dominicana.

Tuvo millones de seguidores, le robaron unas elecciones y fue reconocido como un dominicano, tan dominicano como el más humilde los dominicanos.

Quienes defendimos su causa, sabemos bien contra quién y quiénes luchábamos: esa misma derecha montaraz que lo denigró hasta su muerte, teniendo como defensores post morten a millones de dominicanos que respetan su memoria, no así a algunos de sus familiares más cercanos, la verdad sea dicha sin ambages…

A estas alturas, nadie puede inventarse historias que no corresponden a la verdad.

Hay documentos que prueban, además, el orgullo que el propio Peña Gómez, aún bajo el fuego del escarnio y la mentira de los sectores que le adversaban por su color y origen, mostraba como un dominicano típico.

Los intelectuales que acompañamos su causa, lo sabemos. En estas polémicas diasporeras, por favor, no propaguemos historias sin asidero posible, sin fundamentos sostenibles.

La demagogia en temas tan delicados no es un aporte, menos en el delicado momento que vive el país.

En todo caso, aprovechamos la ocasión para reivindicar la memoria y la dominicanidad de José Francisco Peña Gómez, que hizo aportes importantes al país con visión y trascendencia. Porque, por encima de todo, fue noble y generoso, pese a todos los ataques en su contra, que siempre tuvieron respuestas contundentes de parte de quienes le quisimos y le respetamos, al margen de todos sus errores o torpezas políticas, hasta el final de sus días.

Marcel Proust, el gran novelista de En búsqueda del tiempo perdido, siempre nos recuerda que lo importante es que los que queden vivos "vigilen la mejor memoria". Eso hoy debemos aplicarlo con la fiereza que estos tiempos miserables, poblados de mentirillas de ocasión, demandan.

Finalmente, un coro de millones de voces, de todos los rincones de la República Dominicana, se acercan a mis oídos para recordarme la frase inmortal: ¡¡Peña Siempre!!. (Cfe)