El dos de abril pasado, Pedro Jesús Abreu Grullón, cariñosamente Pedrín para sus familiares y amigos, sufrió un perverso y desventurado accidente de tráfico en la intersección de la calle José Contreras y la avenida Winston Churchill, cuando regresaba del trabajo a su casa, para almorzar.

Perverso, porque los dos ocupantes, chofer y pasajero de un carro con placa de una institución oficial, no respetaron, como era su deber, la luz roja de un semáforo  -un agente de la AMET presente en ese mismo lugar fue testigo de ello-  y se llevó por delante a la motocicleta que conducía Pedrín, con una amiga como pasajera, la cual, por fortuna, resultó prácticamente ilesa.

Desventurado, porque Pedrín no tuvo igual suerte, y el impacto que recibió de manera directa fue tal, que resultó herido de extrema gravedad. Conducido de urgencia a la clínica más cercana, llegó con el paquete intestinal fuera del abdomen y sin una gota de sangre, pues la hemorragia fue tal, que la perdió durante ese corto trayecto.

Fue operado a vida o muerte de inmediato en ese estado.  Como su sangre es de un tipo muy difícil de obtener, se inició un auténtico viacrucis a través de bancos y clínicas de la ciudad, y para cuando se pudieron conseguir las primeras pintas, sus riñones ya habían colapsado, por lo que tuvo que ser dializado hasta que esos órganos volvieron a funcionar de manera parcial, treinta y cinco días después.

Durante más de 100 angustiosas e infinitas jornadas, Pedrín ha estado en máximos cuidados intensivos, la mayoría de ellos en coma inducido, y ha tenido que sufrir y resistir con una fortaleza increíble, más de una docena de operaciones, algunas de ellas de ocho y seis interminables horas de duración.

Para evitar  una gangrena por falta de irrigación, ha tenido que sufrir amputaciones por tres puntos de su pierna derecha, hasta llegar al límite máximo de la cadera. También, dado lo violento del impacto, perdió la mayor parte del intestino delgado, por lo que el proceso de alimentación se hace sumamente difícil.

Pedrín, es un joven amable, simpático y tiene sólo 23 años. Es alto, esbelto, atlético, capaz de hacer el ejercicio gimnástico  conocido como “ la bandera” en posición horizontal. Ha demostrado una fortaleza física que muy pocas personas en este mundo pueden poseer.

Los médicos, que varias veces nos previnieron para lo peor, están asombrados de su increíble resistencia ante las numerosas complicaciones que se han ido presentando durante este largo periodo, y que no obstante sus múltiples recaídas, se han ido superando en parte, con mayor o menor grado de éxito.

Creemos que Pedrín tiene cuatro puntos de apoyo en esta durísima prueba de su corta existencia. Dios que, sin duda, lo sostiene vivo agarrándolo con un dedo de su mano divina, los doctores que lo atienden sin descanso aplicándole la medicina más avanzada, los inmensos cuidados de sus padres, de acendrada fe cristiana, y su novia, que permanecen en todo momento junto a él, y el apoyo incondicional de sus amigos y numerosos grupos de oración de diversas confesiones religiosas que, aún sin conocerlo muchos de ellos, oran por su mejoría y pronto restablecimiento.

Por unas semanas y para la alegría inmensa de todos, Pedrín pudo volver a la vida consciente y hablar con sus familiares, y personas más próximas, haciendo gala, dentro de su delicado estado, de una entereza moral fuera de serie, al acoger con una serenidad encomiable el conocimiento y alcance de sus lesiones y, sobre todo, por mirar con un gran optimismo su futuro, a pesar de las limitaciones corporales que deberá afrontar en lo adelante. Pedrín parece estar hecho de una aleación de Titanio, Fe, y Carácter. que lo mantiene vivo con esa gran firmeza física y moral ante tantas dificultades.

Pero, de nuevo, Pedrín ha vuelto desde hace unas semanas a su anterior estado de coma, ahora con una operación de traqueotomía para facilitarle la respiración, y atacado también por una bacteria rebelde que los médicos intentan combatir con todo lo que tienen en sus manos.

Su situación vuelve a ser muy delicada y sus pronósticos han vuelto a ser poco optimistas. Pero todos nos mantenemos firmes como siempre, sin duda alguna sobre su recuperación, y con la absoluta creencia de que, a Pedrín, Dios le tiene reservado una gran misión ejemplarizante en esta vida, y por ello tenemos la firme creencia que le restablecerá y preservará su salud por muchísimos años más, y decimos de nuevo, una y otra vez más, desde la profundidad de nuestros corazones y a flor de piel de nuestros labios: Resiste, Pedrín, resiste!

Por cierto, sobre los pasajeros del carro oficial que arrolló a Pedrín, debemos destacar tres puntos que definen su catadura moral como ciudadanos. Primero, que no querían recogerlo herido, como era su deber, a pesar de que Pedrín se lo suplicaba desangrándose en el pavimento, y que fue llevado por ellos a la clínica no por su voluntad, sino debido a la presión ejercida por las numerosas personas que acudieron al lugar del accidente.

Segundo que se apresuraron a denunciar de manera engañosa que fue Pedrín quien se saltó la luz roja, aun habiendo un agente de la AMET como testigo presencial de lo contrario. La Justicia se encargará de desenmascararlos.Y tercero, que durante todo este largo periodo de la agonía de Pedrín, ni siquiera lo visitaron, o llamaron a sus padres para preguntar por su estado, dar explicaciones sbore el accidente, o pedirles disculpas.

Recordamos una composición musical de Lluís Llach, un cantante catalán que clama justicia contra los asesinos de unos trabajadores que nunca fueron condenados, citando la más lacerante de sus estrofas “ que nunca tengan reposo en ninguno de sus días, y que hasta la muerte les persigan nuestras memorias”. No merecen otra cosa.