El Estado surge como una necesidad de la sociedad al intentar proteger la integridad física y las propiedades de sus miembros. Luego evoluciona y pretender abarcar el mejoramiento de las condiciones de vida los mismos. Nace a manera de contrato social (imaginario-tácito o expreso), con obligaciones de las partes.
Con el sedentarismo del hombre surge la necesidad de proteger los predios usados para la agricultura. Es decir, la protección de los medios de producción para así garantizar la subsistencia de los miembros de la comunidad; y hasta la perpetuación de la especie mediante la seguridad física y económica del conglomerado. Todas estas necesidades devinieron en un sistema centralizados de autoridad, un gobierno y, con el tiempo, el tipo de Estado que hoy tenemos. El Estado, entonces, nace como un mecanismo de protección. Su principal labor es garantizar el bienestar de los ciudadanos.
Por eso, debemos preguntarnos si las obligaciones puestas a cargo del Estado para con la población están siendo cumplidas. Aparte de la discusión de representatividad del Estado por los gobiernos de turno, la pregunta intenta abarcar a toda la estructura estatal.
Si bien es cierto que nuestro entorno da repetidas señales de anarquía, la realidad indica que existe cierta organización e instituciones establecidas. Existe un Estado. Sin embargo, el nuestro no proporciona seguridad jurídica, ni física, ni ampara los medios de producción. Bastaría enfocar la seguridad física para darnos cuentas de que los espacios de transito y esparcimiento se han convertido en lugares donde campea la criminalidad. El fracaso de lo jurídico y de la producción todos lo vamos sufriendo.
La razón de ser del Estado no se está cumpliendo. La motivación de llevar a cabo el contrato social no ha sido satisfecha. Las obligaciones de dicho acuerdo son flagrantemente quebrantadas sin que la recisión del contrato social se produzca. ¿Se debe esta inercia al temor de accionar o la ausencia de alternativas y voluntad de los que comandan el Estado?